Los efectos que tuvo la pandemia en la desigualdad en el corto y largo plazo y cuáles políticas que los gobiernos llevaron a cabo han sido las más exitosas es lo que vino a exponer el economista británico Richard Blundell a Chile.
El actual académico de la University College London (UCL) y director del Instituto de Estudios Fiscales del Reino Unido es uno de los expertos más reputados en áreas como la microeconomía, desigualdad, impuestos y finanzas públicas: además, es uno los 20 economistas más citados del mundo. Varias veces ha estado nombrado entre los candidatos al premio Nobel, y desde 2014 tiene el título de Caballero del Reino Unido, por sus servicios a la economía y las ciencias sociales.
En su visita a Chile, invitado por la Facultad de Economía (FEN)de la Universidad de Chile (con la que tiene nexos a través del profesor de esa institución y exministro de Transportes, Andrés Gómez-Lobo, quien fue alumno suyo en UCL), Blundell presentó los resultados de su último paper “Desigualdad y la crisis del Covid”, en el que muestra que los programas de apoyo a la mantención del empleo y las transferencias desde el Estado ayudaron durante la crisis sanitaria a reducir la desigualdad, al menos en el corto plazo. Sin embargo, el deterioro en temas como la salud mental, especialmente entre los más pobres, las limitaciones que hubo al trabajo y para asistir a la escuela, golpean los ingresos de los grupos de menores recursos en el largo plazo, reduciendo también la movilidad social.
Ahora está trabajando en un proyecto similar sobre América Latina, apoyado por el BID, y en el que también participan otros economistas, como el chileno Andrés Velasco y el italiano Orazio Attanasio.
¿Cómo la pandemia cambió la visión sobre la desigualdad?
—Ha cambiado nuestra visión sobre la materia, y también sobre las políticas que podríamos necesitar para abordarla y sobre cómo podemos pensar en la desigualdad después del Covid. Porque el Covid ha exacerbado las desigualdades que ya existían.
Eso ha hecho que durante y luego de la pandemia aumentara la preocupación sobre la desigualdad y qué hacer para enfrentarla. ¿Qué opina de esa tendencia?
—Es cierto que la desigualdad ha subido en la última década más o menos a la cima de las preocupaciones de la gente, probablemente desde la crisis financiera. Se ha puesto de relieve por muchas razones, algunas de ellas tienen que ver con la experiencia de la gente de que están mucho más estancados en su vida laboral y a menudo sus hijos se ve que tendrán menos ingresos que sus padres. Es la primera vez que pasa eso para muchas generaciones, especialmente en Europa y América del Norte. Así que hay una especie de visión de que las cosas se están desmoronando, la gente piensa que en muchos aspectos de la sociedad, no sólo los ingresos y la riqueza, están viendo diferentes disparidades, ya sea sobre las estructuras familiares, sobre el progreso de sus hijos, sobre la educación, la salud, etc. Eso nos da una nueva perspectiva para obtener ideas fuera del marco habitual de la desigualdad.
¿No hay que enfocarse solo en los ingresos, entonces?
—No sólo hay que hablar de los ingresos, las transferencias de efectivo, los salarios mínimos. De hecho, en términos de ingresos, la mayoría de las economías han abordado los impactos a corto plazo bastante bien, increíblemente mucho mejor que durante la crisis financiera y, de hecho, en Europa las medidas simples de la desigualdad de ingresos cayeron durante ese período. Pero si escarbas por debajo, puedes ver otras cosas que son diferentes.
¿Las transferencias directas lograron disminuir la desigualdad en el período de la pandemia?
—Sí. Las políticas gubernamentales de transferencias fueron muy grandes, muy reactivas, y hubo también que inventar rápidamente nuevas políticas y, en términos generales, funcionaron para apoyar los ingresos de la mayoría de la gente. Yo he mirado a unos 15 países diferentes en Europa y América del Norte. En todos los casos, las medidas habituales de desigualdad de ingresos se redujeron.
Pero esas políticas fueron de emergencia, no pensadas en mantenerlas en tiempos normales...
—Así es. Por eso hay que centrarse en otras cosas sobre la desigualdad que importan. Porque si nos fijamos en lo que ha sucedido, las mayores pérdidas durante ese período fueron en la educación, con los cierres de las escuelas. Eso es cierto en todas partes, incluso en Chile. Eso tiene un impacto social muy grande, por lo que, en muchos casos, las personas de entornos más desfavorecidos tendrán un aporte mucho menor de la educación. Se cerraron “los grandes igualadores” por un tiempo y eso realmente importa porque entonces las desigualdades que se tienen en los hogares importan más: la cantidad de espacio que tienes, si tienes internet, si tus padres son educados, todo eso comenzó a jugar un papel aún más importante.
¿Qué impacto tendrá esto?
—Hay una gran preocupación en que ese cambio que ha ocurrido tendrá un impacto a largo plazo en las desigualdades. También en lo laboral, las personas que podían trabajar en sus casas fueron típicamente las más educadas, mientras otras estaban simplemente encerrados. Generalmente a esos trabajadores que no podían trabajar se les compensó, siempre que no fueran informales, pero siguieron perdiendo experiencia laboral. Estas son las cosas que tienen un efecto a largo plazo. Y luego, por supuesto hemos tenido un gran cambio en las cadenas de suministro y otras cosas que han hecho subir los precios. Y además se suma una crisis energética.
¿Qué papel debe tener el gobierno en luchar contra la desigualdad?
—Creo que tiene que haber una especie de reenfoque de las políticas, no sólo por lo que ha pasado con el Covid, sino que mirando el largo plazo. En cierto modo, el tipo de políticas que hemos utilizado para luchar contra la pobreza y la desigualdad es el dinero en efectivo. Las transferencias, los salarios mínimos, etc., son medidas de corto plazo. Son una especie de parches, funcionan y vimos que funcionaron durante la pandemia, pero no resuelven realmente ninguno de los factores subyacentes de la desigualdad. Y, de hecho, puede que no siempre funcionen tan bien en ese sentido. Así que el tipo de reenfoque que estamos pensando en la política gubernamental sería pensar en medidas que mejoren el capital humano, una buena progresión profesional, buenos trabajos.
En Chile, el gobierno está trabajando en una reforma fiscal que se centra en el aumento de los impuestos a los más ricos. ¿Esta es una buena manera de luchar contra la desigualdad?
—No sé lo que está pasando en Chile en detalle, pero a grandes rasgos una cosa es segura y es que la mayoría de las cosas que estamos tratando de abordar ahora va a requerir más ingresos del gobierno y si vas a aumentar los ingresos del gobierno, normalmente tienes que hacerlo gravando a un mayor número de personas, por lo que normalmente se quiere pasar a un sistema fiscal más amplio. Lo otro es que cuanto más ingresos fiscales se recauden, más importante es hacerlo de forma eficiente y justa. Así que creo que en términos generales, todos los sistemas tributarios están listos para alguna reforma a la luz de las desigualdades que estamos viendo y a la luz de la necesidad de recaudar más ingresos del gobierno para abordar tanto las desigualdades como la crisis energética y todas esas cosas.
¿Cómo se equilibran mayores impuestos para combatir las desigualdades con ser un lugar atractivo para los inversionistas?
—Es difícil de equilibrar, pero se tiene que hacer. Hay algunas cosas que funcionan juntas. Por ejemplo, un buen entorno para los negocios es también un entorno que tiene una mano de obra cualificada, que se adapta a las nuevas tecnologías, un sistema de transporte y un sistema de impuestos que funcionan muy eficientemente. La mayoría de las economías no tienen eso, por lo que hay un primer paso ahí, pero por supuesto no quieres un sistema tributario que desincentive la inversión en innovación.
Entonces, no es solo la tasa de impuestos lo importante…
—No, nunca se trata sólo de los tipos, sino también, por ejemplo, de la organización del funcionamiento de los créditos tributarios. El caso típico es que sería mejor tener un crédito tributario de inversión que está relacionado con una inversión en curso que en lugar de una exención para los beneficios futuros. Hay maneras de dar subsidios a las empresas junto con un sistema fiscal redistributivo.
¿Es relevante la estabilidad del sistema?
—Sí, creo, creo que lo hemos visto con los recientes acontecimientos en el Reino Unido también. La primera preocupación de cualquier tipo de negocio sobre su inversión es tener un entorno estable, y una eficiente organización del trabajo y los impuestos.
¿Cuál es su opinión sobre el impuesto sobre la riqueza?
—Es muy difícil idear un buen impuesto a la riqueza. En general, hay muchas cosas que se hacen mal al gravar el capital y se puede arreglar de una manera que tenga sentido sin tener un impuesto sobre el patrimonio. Pero siempre es un problema gravar los stocks, es mejor pensar, por ejemplo, en las ganancias de capital. Hay muchos tipos de anomalías en las ganancias de capital. Una de ellas es que la gente puede trasladar sus ingresos regulares a las ganancias de capital. Así que este tipo de reorganización de sus ingresos para obtener una tasa de impuestos baja es típicamente algo que se quiere evitar en un sistema de impuestos. Y, por supuesto, el impuesto sobre la riqueza más fácil de recaudar es el impuesto sobre los inmuebles, que son relativamente fáciles de medir y recaudar en relación a otros impuestos sobre la riqueza. Recuerde que en muchos países se han acabado los impuestos sobre la riqueza, lo que sugiere que, a menos que se haga muy bien, se hace muy difícil organizar uno que se considere justo.
¿Qué opina de la política de impuesto corporativo mínimo mundial, el cual se ha fijado en un 15%?
—Estamos en un mundo diferente en cuanto a la forma en que se recaudaban los impuestos y se concebían los sistemas fiscales hace 40 años. Estamos tratando con empresas multinacionales, con trabajadores que se desplazan. Estamos en un entorno muy internacional y es esencial algún tipo de coordinación y cooperación, de lo contrario, lo único que conseguimos es un tipo de competencia fiscal ineficiente. La tasa mínima es una forma muy básica de hacerlo, pero creo que hay una buena razón para tener la coordinación de los impuestos porque al final los ingresos son muy móviles.