Mantener las ideas básicas que permitieron a Chile crecer y destacar en la región, como la estabilidad macro, el libre mercado e instituciones fuertes, es lo que aconseja el profesor emérito de la Universidad de Chicago, Sam Peltzman. El doctor en Economía de la misma universidad tiene una cercanía histórica con Chile. Contemporáneo y compañero de clases de la primera ola de “Chicago Boys” chilenos, a los que recuerda con afecto antes del inicio de esta entrevista, ha seguido el desarrollo del país en las últimas cuatro décadas.
Peltzman es un nombre muy reconocido en el mundo académico, creador de lo que luego se llamó “el Efecto Peltzman”, que se refiere -en breves palabras- a que las personas estarán más inclinadas a tomar mayores riesgos luego de regulaciones de seguridad, lo que reduce los beneficios de esas regulaciones. Esto está basado en un famoso paper de mediados de los 70 del economista sobre los efectos de la obligación del uso de cinturones de seguridad en automóviles, que mostraba que la reducción de muertes de ocupantes de autos se compensaba casi completamente con el aumento de muertes de peatones y otros accidentes no fatales, ya que la gente, al sentirse más segura, manejaba de forma más arriesgada. Durante la pandemia del Covid volvió a tomar fuerza en artículos académicos sobre el comportamiento de la población en esa crisis sanitaria.
¿Cuál es la mirada desde el exterior de lo que ha sido el desarrollo de Chile en las últimas cuatro décadas?
Si se parte desde la resolución de la crisis (del 82), creo que el historial de Chile ha sido probablemente el mejor de toda América Latina, hasta hace poco en el número uno de la región en ingresos. El historial ha sido ejemplar hasta el período reciente. Lo que ha habido es un consenso general entre la centroizquierda y la centroderecha de que las reformas que han llevado a este rendimiento ejemplar eran más o menos permanentes. La centroizquierda entra y lo hace retroceder un poco, y la centroderecha entra y vuelve, pero los principios de confiar en el mercado, la estabilidad macroeconómica, que es muy valiosa en América Latina, y el Estado de derecho, fueron el consenso básico.
¿Se rompió eso?
-Por supuesto, en los últimos años se ha desafiado ese consenso. Así, el año pasado se celebraron unas elecciones (presidenciales) en las que no hubo una contienda entre la centroizquierda y la centroderecha, sino una contienda entre la izquierda y la derecha, y fue la izquierda la que ganó. Creo que no se puede predecir qué camino va a tomar el país. La candidatura de izquierda que ganó tenía como uno de sus lemas que el neoliberalismo nació en Chile y va a morir en Chile. Eso es un discurso osado. Pero a la hora de ponerlo en práctica, no está claro. Va a haber limitaciones. ¿Quiere sacrificar los logros de los últimos 40 años por algún propósito ideológico? Todos los candidatos de la izquierda dura en América Latina se enfrentan a esto. Lula se enfrentó a ello en Brasil, Chávez se enfrentó a ello en Venezuela, y dieron respuestas diferentes. Creo que no está claro cuáles serán las respuestas. Yo soy un optimista congénito, así que creo que lo que se va a ver es menos amenazante para el bienestar de Chile en el largo plazo de lo que podría parecer.
¿En la discusión sobre una nueva Constitución estos aspectos que menciona, como la estabilidad macro, los principios de libre mercado se deberían mantener?
No quiero decir que no se tiene que cambiar nada nunca. No conozco al detalle la situación, pero no quieres cambiar ese camino básico, al menos yo espero que no lo hagan. Pase lo que pase, va a depender de los chilenos. Creo que sería un grave error renunciar a todo eso por algo de política a corto plazo.
Otro paradigma que la propuesta constitucional busca cambiar es el rol del Estado, involucrándolo como protagonista en diferentes áreas. ¿Cómo ve esto? ¿Es una tendencia también en otros lugares?
Hay que ver la perspectiva de largo plazo. Desde los 80, pasamos por un período en el que la dirección general era reducir el rol del Estado. Así que tenías menos regulación, tenías las privatizaciones. En lugar de que el gobierno dirigiera todo, tenías asociaciones público-privadas que, por cierto, los académicos chilenos son líderes en esto. Ronald Fisher, Eduardo Engel y personas como ellos son líderes en el análisis académico de las asociaciones público-privadas. Así que tuvimos todo ese desarrollo y ahora en los últimos años, digo, desde la crisis financiera y, ciertamente, ahora el shock del Covid han sido una gran excusa para volver atrás y es peligroso. Ciertamente, si Chile y América Latina vuelven atrás, donde Chile estaba en los 60 y 70, entonces no van a seguir siendo el número uno. Tienen ahí el caso de sus vecinos de Argentina: fue número 4 del mundo, ahora es cerca de 44.
¿Estas tendencias pueden generar problemas?
Creo que en América Latina son particularmente peligrosas, en el sentido de que las instituciones son muy débiles. Al menos, mi percepción como outsider, es que son volátiles. No se puede depender de un año a otro de que el sistema vaya a ser estable. Y esto ocurre en gran parte de América Latina. Tienen el caso de Venezuela, que era un país próspero con la bendición del petróleo y de repente perdió sus instituciones. Argentina es otro ejemplo. Va y viene. No tienen una tradición de disciplina fiscal, independencia del Banco Central, lo que es muy riesgoso porque están propensos a la hiperinflación. No puedes tener mercados libres funcionando. Van a pasar de la estabilidad macroeconómica a la hiperinflación en pocos años, que es lo que ocurre en Argentina. No pueden tener extranjeros invirtiendo ni nacionales. No pueden acumular riqueza local.
¿Es posible alcanzar el desarrollo en ese contexto?
De nuevo, no sé cómo va a ser la nueva Constitución, pero si se produce otra revolución en las instituciones, no va a ser bueno. Las instituciones son increíblemente importantes para todas estas cuestiones. Y, si no hay estabilidad en las instituciones, se va a dañar todo.
Uno de los cambios importantes en la propuesta constitucional es la incorporación de una amplia lista de derechos sociales. ¿Qué impacto puede tener esto?
- Creo que es muy difícil definir un derecho social. Muy difícil. ¿Qué es un derecho social? La parte “social” significa que alguien va a pagar y alguien va a recibir. “Derecho” significa que el gobierno no tiene que hacer nada. Es un derecho. Por ejemplo, puedes hablar lo que quieras. Tienes derecho a la libertad de expresión. El gobierno no tiene que hacer nada más que hacer valer ese el derecho. Pero cuando llegas a un “derecho social”, puedes decir que este grupo merece recibir de este otro grupo, pero entonces tienes que cumplirlo. Bien, entonces no es un derecho, es una recomendación a las autoridades para que le quiten a A y le den a B. Pero hay que ponerlo en práctica. Y si quitar a A y dar a B cambia radicalmente la institucionalidad, reduce los incentivos que tiene A para generar la riqueza que se está transfiriendo y crea dudas en la mente de las personas que están en el país o desde fuera aportando capital. Tendrás una situación en la que ese derecho social no significa nada o es contraproducente. De nuevo, hay muchos ejemplos en América Latina y en otros lugares. No quiero ser particularmente crítico con América Latina, hay muchos otros ejemplos.
¿Puede generar más frustración?
Todo se basa en un cierto nivel de riqueza que no es automático. No se puede presumir que la riqueza a redistribuir se va a reproducir por sí misma.
Se necesita generar recursos...
Por eso soy razonablemente optimista. Mucha de la izquierda dura en el mundo habla, pero luego llegan a un punto en el que tienen que tomar una decisión real: ¿Voy a reducir la riqueza o a aumentarla? Esa es la decisión. No lo dicen así, pero sí dicen ‘voy a tener una agenda de redistribución dura, ese es mi objetivo principal’, entonces están tomando la decisión de reducir la riqueza. En lugar de tener un crecimiento positivo, tienes un crecimiento negativo. Y, entonces, por supuesto tienes que hacer más redistribución para satisfacer al grupo que quieres beneficiar y así sucesivamente. Y como he dicho, creo que todos los gobiernos de redistribución de izquierdas se enfrentan a esa elección, pero responden de muchas maneras diferentes. Argentina responde de una manera, Venezuela responde de una manera. Brasil responde de una manera.
Se habla de que un objetivo es transformar a Chile en un país como los escandinavos. ¿Hay un camino para lograrlo?
-Lo hay, pero estás empezando en un nivel que es una fracción del ingreso del nivel de Suecia. Tienes que crecer. Así que la primera prioridad debería ser poner en marcha las instituciones que te permitan crecer. Y luego, si te acercas a los niveles de ingresos, puedes empezar a cobrar más impuestos. Eso es lo que hace Suecia. Estoy seguro de que es el caso de Finlandia u otros países escandinavos. Tienen impuestos al consumo y a la renta muy altos, pero impuestos al capital muy bajos. De hecho, casi no hay impuestos sobre las ganancias de capital. Así que si entras como extranjero con capital, la gente que empleas pagará impuestos altos. Pero el rendimiento del capital es un impuesto muy liviano, así que es muy acogedor para la inversión, incluso desde dentro. La forma de escapar del impuesto sobre la renta es invertir en propiedades y luego venderlas con una ganancia de capital. Así que fomenta la creación de empresas y ese tipo de cosas. Lo segundo es que tiene un entorno jurídico muy estable. No ha habido desde hace más de 100 años, si no más, ninguna duda sobre la aplicación de la ley sobre los derechos de propiedad. A menudo se dice que Suecia es un país socialista, pero en términos de economía, es una economía de mercado cuya parte socialista consiste en gravar la riqueza que genera la economía de mercado y asegurarse de que la riqueza no se reduzca. Lo tercero es que tiene estabilidad macroeconómica. Cuando estuve allí a principios de los noventa no la había, y eso fue un gran shock. Y lo solucionaron muy rápidamente.
Las ideas económicas con las que se hizo famosa la Universidad de Chicago décadas atrás, las de Friedman, Stigler y otros, basadas en el libre mercado, fueron un componente clave del modelo chileno y de otros lugares. ¿Estas ideas han perdido fuerza en los últimos años en el mundo?
Sí, no hay duda de eso.
¿Por qué?
-Es difícil de decir. En todas partes, no sólo en Chile, sino en Estados Unidos, en todo el mundo, ha habido una gran polarización política. Así que el centro ha sido desafiado. Y una vez que tienes la polarización, tienes esto como un sube y baja. Tienes un gobierno de derecha y otro de izquierda. Y el gobierno de derecha es una derecha diferente, tiene ahora un elemento populista, es hostil a los mercados. Y luego tienes una izquierda dura que también es hostil a los mercados. Eso está pasando en todo el mundo. Y Chile es un ejemplo de ello. Y, como he dicho, si no tienes la sensación de que las instituciones van a ser estables, la política macro va a ser estable políticamente, de que se van a hacer acuerdos en lugar de tener redistribuciones masivas, entonces no se tiene ese consenso. Así, es más difícil tener un mercado libre, menos regulado, ese tipo de economía.