Luego de 10 meses de presentado en el proyecto de Modernización Tributaria en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, finalmente se aprobó la idea de legislar. Tanto la mesa técnica como las negociaciones políticas entre el gobierno y la oposición habían llegado a un punto en que se deslegitimaba el proceso democrático si se continuaba con un debate hermético, de espaldas a la ciudadanía, que ya no se trataba de la idea en general de legislar, sino que se estaba buscando definir instrumentos que son propios de la discusión en particular.
Esto al parecer lo comprendió la Democracia Cristiana, lo que abre las esperanzas de poder avanzar en un acuerdo amplio y hará reflexionar a las demás fuerzas políticas de oposición
En primer lugar, existe una amplia opinión de que en temas tributarios el debate abierto no funciona, pues los temas son tan complejos desde el punto de vista técnico y político, que es mejor armar mesas y cocinar acuerdos sin mucha discusión pública. No comparto esa opinión.
Sin perjuicio de que efectivamente es conveniente armar mesas técnicas para apoyar los acuerdos políticos, es necesario propender a un debate lo más abierto posible, pues es en esa instancia que las posiciones políticas que se disfrazan de técnicas se pueden desenmascarar. Y esto es válido tanto para los políticos como para los técnicos. No hay técnicos químicamente puros, ni políticos que en materias de este tipo puedan ignorar las consecuencias y efectos de sus propuestas políticas. Por ello el debate se zanja democráticamente, en el Congreso, que es el lugar donde se manifiesta la solución, pero todo ello en un contexto informado a todos abiertamente.
Es perfectamente válido un planteamiento meramente político, como por ejemplo la distribución del ingreso, aceptando y reconociendo los costos que podría tener, por ejemplo, para la inversión, el ahorro o el crecimiento. Lo que enfurece a la ciudadanía es la argumentación ambigua y las intenciones encubiertas.
La idea de legislar, en mi comprensión, se aprobó en base a los siguientes predicamentos. En primer lugar, la reintegración del sistema debe ser compensada y el beneficio a los sectores de mayores ingresos debe ser compensada por esos mismos sectores.
En segundo lugar, se debe mantener el espíritu inicial de simplificar, modernizar e incentivar la inversión.
Aquí un aspecto relevante a mencionar. Al parecer la oposición y sus técnicos consideran que cualquier compensación no puede venir de impuestos indirectos, ni de una mayor fiscalización y menor elusión.
Lo primero es muy cuestionable y lo segundo no es aceptable. La compensación de los sectores de mayores ingresos puede venir de nuevas reglas antielusión que estén focalizadas en esos mismos sectores. Los mecanismos de elusión utilizados en segmentos altos de ingresos deben ser un foco prioritario de atención en el debate que viene.