Hace sólo unas semanas, las pantallas del mundo daban cuenta de los impactantes efectos que las llamas provocaban en las casas de los habitantes de California. Si bien parece una realidad distante, este escenario se podría repetir en las áreas urbanas de Chile.
Por este motivo es clave generar un cambio cultural en la población y seguir impulsando la creación de nuevas zonas intermedias.
Según datos entregados por el Ministerio de Agricultura, el pronóstico de incendios de esta temporada es el más alto en la historia, con más de 70 mil hectáreas (ha). Se trata de un incremento significativo, pues el promedio de las que se quemaron en los últimos años fue de 50.000 ha, mientras que la mayor previsión no superó las 40.000 ha.
La razón de esta preocupante previsión radica en que existe una gran cantidad de combustible (pastizales largos y de material fino), producto de la lluvia de primavera. Además, se esperan temperaturas elevadas durante el verano, humedad relativa baja y vientos frecuentes.
Para hacerse una idea, algunos sectores de la Región Metropolitana presentan entre un 70% y 80% de probabilidad de incendio forestal, entre ellos se destacan algunas áreas de Paine, Buin, Lampa, Colina y TilTil.
"Lo complejo de la Región Metropolitana, es que se producen incendios de interfase. Estos son los que ocurren donde coexiste el mundo rural con el urbano. Entonces, todo lo que esté relacionado con la prevención es clave", explica Antonio Walker, ministro de Agricultura.
Suzanne Wylie, directora ejecutiva la Fundación Reforestemos, indica que "Es importante mantener las malezas cortas, además de limpiar los jardines de lugares públicos como las plazas, tampoco hay realizar fogatas en áreas no autorizadas, tirar colillas de cigarro por la ventana del auto o quemar residuos agrícolas o forestales sin autorización. Por lo tanto, el evitar estas catástrofes radica casi totalmente en la conciencia ciudadana".
No hay que ir muy lejos para descubrir los efectos que puede generar un incendio forestal en zonas urbanas. En enero de 2017, se produjo uno de los desastres más duros de la historia del país: el incendio de la localidad de Santa Olga, acontecimiento que dejó a un pueblo totalmente en ruinas. La causa más probable: humana.
En ese sentido, el diagnóstico indica que la falta de ordenamiento y planificación con el entorno es un factor de riesgo. "Hay que destacar que tenemos bosques en zonas rurales. El problema es que entre estos y la infraestructura urbana, no existe una zona intermedia", manifiesta Santiago del Pozo, ex director de la Corporación Nacional Forestal (Conaf).
Este concepto se refiere a un área donde exista una menor densidad arbórea. Por ejemplo, por medio de la implementación de tipos distintos de vegetación que -por sus características y disposición- eviten la propagación de un incendio hacia zonas urbanas. "Esto es lo que pasó en Santa Marta, y es lo que puede ocurrir en algunas áreas de la Región Metropolitana", afirma del Pozo.
Para hacer frente a este desafío, el Ministerio de Agricultura puso en marcha el plan "Botón Rojo", el cual ha permitido -en la actual temporada- reducir en un 11% el número de incendios en comparación con la temporada anterior y en un 47% la superficie quemada.
Este funciona de la siguiente manera: si es que en algún sector de Chile existe un pronóstico de temperatura alta, humedad relativa baja y vientos de más de 30 nudos, se constituye Conaf, Bomberos y Carabineros a la espera del incendio. En tanto, este año se entregó un presupuesto de $48 mil millones para el control y prevención, el más alto de la historia.
Esto permitirá la constitución de 222 brigadas, lo que equivale a unas 2.800 personas. Además, también están disponibles 46 aeronaves.
"El Presidente autorizó girar el 25% de este presupuesto antes de que ocurran los incendios forestales, lo que hace mucho más fácil las labores de operación y prevención", dice Walker.