2021 no está jugado, sino que hay muchas decisiones por adoptar que pueden terminar llevando a la economía por una senda u otra, advierte el exvicepresidente del Banco Central, Sebastián Claro, recalcando que el impulso externo no durará mucho.
Lo primero, dice, es el tipo de prevención que se adoptará en caso de que a Chile llegue la segunda ola del coronavirus -tal como ocurrió en Europa-: “Hay que hacer un esfuerzo para que el control de la pandemia no signifique cuarentenas generalizadas, si no, sería un retroceso muy significativo, con efectos más permanentes de los cuales sería difícil recuperarse”. Y lo segundo, es la forma que tendrá el proceso constituyente que, apunta, es casi tan importante como el fondo de los temas que se zanjarán.
“El 2020 está jugado en torno a una caída del 6%. El próximo año, si aún estamos sin vacuna el primer semestre, pero la pandemia es controlada con ciertas restricciones sociales y normalización de las actividades, es razonable pensar que vendrá una recuperación relevante. De lo contrario, la economía entraría en otra situación y la recuperación quedaría en veremos”, dice el académico de la UC.
¿O sea, el punto de partida para crecer en 2021 deben ser cuarentenas acotadas?
-No soy experto epidemiológico, pero creo que ha quedado claro que cuarentenas masivas, indiscriminadas, son tremendamente costosas en términos económicos, y que hay estrategias mejores, más focalizadas para, al mismo tiempo, controlar la propagación de la enfermedad y evitar un descalabro económico. Ese es un elemento bien central. Mi supuesto se basa es que vamos a tomar en consideración ese conocimiento para navegar estos tiempos turbulentos de segunda ola sin un cierre masivo de la economía, ya que por segunda vez podría tener consecuencias dramáticas.
Entre ellas está el desempleo, ¿cómo ve el panorama para el próximo año?
-El panorama del desempleo no sólo para el próximo año, sino que por algunos años más, desafortunadamente, no es lo más brillante. Se juntan varias cosas: hay muchos sectores que demorarán mucho en recuperarse, como los ligados a servicios, intensivos en mano de obra; hay un cambio tecnológico que se ha acelerado con mucha fuerza este año, que va a causar una reorganización en la manera de producir de las empresas. Ese será un cóctel que dificultará la recuperación del empleo.
¿Cómo se puede enfrentar?
-Por de pronto una agenda de crecimiento es clave. Ahora, mucha gente va a salir a buscar un empleo informal, y si ello se estira por un tiempo prolongado, esa informalidad tendrá costos en seguridad social, impedirá el crecimiento de los negocios, hipotecará la productividad y el aumento de salarios. Hay que evaluar si las barreras a la formalidad no van a quedar muy altas, en circunstancias que el mercado laboral demorará en normalizarse.
¿A qué barreras se refiere?
-A aquellas que exigen un cumplimiento muy importante de las empresas en términos de trabajo administrativo, de reportes, de relación con la institución pública. La simplificación de muchos procesos regulatorios serviría para lidiar con esa carga administrativa y con la informalidad.
Ud. dice que el desempleo durará varios años, ¿es decir que la pandemia va a pasar y el desempleo quedará alto?
-Mirando la experiencia anterior podemos sacar algunas conclusiones. En la crisis de 2009 hubo un aumento fuerte del desempleo, pero el país terminó creciendo a tasas de 5% porque la economía global se aceleró con mucha fuerza impulsada por China. En la crisis del 98 el empleo demoró más tiempo en recuperarse, con tasas de desocupación en torno al 10% por 4 años, y sólo salió cuando hubo un boom de commodities muy significativo, entre 2003 y 2004. Pero hay una característica en estos dos ciclos que creo que no se volverá a repetir…
¿Cuál?
-Es que aun cuando vemos un aumento importante del precio del cobre, no creo que estemos frente a un boom extraordinario de precios de commodities que permita a los emergentes salir con un alto crecimiento. Entonces, no estaremos frente a un alza sostenida, sistemática, de largo plazo de commodities como la que vimos durante diez años en el pasado, ni ante una demanda externa extraordinariamente expansiva que nos permita salir muy rápido de la crisis, más allá del rebote técnico en 2021. En ese panorama, veo dificultades para retomar tasas de crecimiento importantes y dificultades para recuperar el empleo.
¿Por qué estima que no habrá un boom, cuando hay algunos analistas que hablan de un nuevo superciclo?
-Por dos cosas. Una, porque el boom en el pasado obedeció a estímulos económicos gigantescos desde China, y si bien ahora ha salido con mucha fuerza, creo que en cuanto visualice que la recuperación del mundo tiene tracción propia y que la vacuna llegó a la población, irá retirando rápidamente esos estímulos, porque en el pasado le costó muy caro. Desde el punto de vista de la economía china, veo menor espacio y apetito a impulsar un boom como el de antes, y más bien veo un deseo de converger pronto a tasas de crecimiento de tendencia que están en torno a 5,5%. Ahí hay un tema estructural que no debemos perder de vista.
¿Y la segunda?
-La segunda se relaciona con la debilidad del dólar, que coincide con el fortalecimiento de los commodities. Me cuesta pensar que haya demasiado espacio para una debilidad del dólar mayor de la que hemos visto, porque pienso que EE.UU. va a salir bien parado de esta crisis, pues ya se han ido zanjando algunos temas políticos importantes. Este factor tiende a ponerle un techo a los commodities. Ahora, pronosticar precios no es mi expertise, sino que estoy tratando de hacer un punto sobre un ciclo global, no decir si llegará a US$ 4 en dos o tres meses, porque sobre eso no tengo ninguna capacidad de proyección distinta de quien lee el tarot.
Pero en el fondo está afirmando que no será un ciclo largo, para no hacerse expectativas por ahí.
-En principio, la salida del mundo de la crisis puede ser rápida, producto de políticas monetaria y fiscal muy expansivas por largo tiempo. Pero no creo que sea un ciclo extenso como en el pasado, que impulse fuertemente a la economía chilena como a mediados de los 2000 o post 2009. Esto, visto desde los condicionantes macroeconómicos, porque hay otros elementos que, a lo mejor, podrían justificar un ciclo más expansivo para el cobre, como los programas de inversión medioambientales y de energías limpias.
Dado eso, ¿en qué pie queda Chile más allá de 2021?
-Chile tiene un desafío grande, que arrastra hace años, de retomar el crecimiento, asociado a una productividad estancada y a baja inversión. Para salir de ahí la economía debe tener la suficiente flexibilidad para adaptarse rápidamente a la pandemia, para reactivar el dinamismo en sectores más intensivos en mano de obra y manejar sus problemas internos. En la medida que estas interrogantes se vayan despejando veremos si la economía tendrá un mayor crecimiento, o si nos vamos a estancar en torno al 2%, lo cual sería muy dramático para el empleo.
En lo inmediato las familias lo van a seguir pasando mal. ¿Podría abrirse paso a un tercer retiro de las AFP?
-Si se retrocediera a lockdown totales, las caídas de ingresos significarían una presión gigantesca que exigiría reacomodar el gasto fiscal hacia ayudas más directas. Aunque dado que las vacunas están aprobadas, pese a que no sabemos si serán 2-4-6 meses más de pandemia, ya hay cierta luz al final del túnel. Entonces, por ese lado, el problema pasa a estar más acotado. Pero la discusión de los retiros no es técnica, sino política, en el sentido de que hay un grupo de parlamentarios que quiere hacer lo imposible por romper con el sistema de capitalización y han encontrado en este mecanismo una manera de hacerlo. Eso no es gratis, porque significará jubilaciones menores y que, a mediano plazo, las generaciones más jóvenes tendrán que pagar más impuestos.
¿Cuánto afectará al crecimiento el proceso constituyente?
-Acá hay temas de forma y de fondo, y creo que lo primero también es importante: si este proceso es analítico, libre, donde los constituyentes se reúnen y discuten, es muy distinto a un proceso rodeado de violencia, con permanente funa, lo cual sería muy negativo para la recuperación. Ya estamos en este proceso y si se conduce con amistad cívica puede aglutinar expectativas positivas, mientras que la situación contraria podría acarrear noticias muy negativas para el país.
¿Pero el fondo de la discusión no es lo más relevante, más allá de que la forma se dé en los mejores términos?
-Los temas de fondo son muy relevantes. No quiero sonar inocente en esto. Simplemente pienso que en una discusión abierta hay espacio para encontrar acuerdos relativamente razonables, y el contexto será clave para el resultado.
Inversión china en Chile: “Decir arbitrariamente ‘tú no’ genera un montón de problemas”
Usted es experto en China, ¿cómo ve la discusión gatillada por la compra de Chilquinta por State Grid?
-Hay que situarlo en un ámbito más amplio. El mundo está cambiando hacia un cierto cuestionamiento a la globalización, provocando un debilitamiento de las reglas multilaterales, y hemos visto mayor arbitrariedad. Ahora, ¿qué puede hacer Chile en ese ámbito cuando es un país muy chico?
¿Y qué puede hacer?
-Potenciar las instancias multilaterales y buscar socios, porque en un mundo de mayor arbitrariedad uno se protege con reglas y socios. Por ejemplo, lo que Chile está haciendo, de demorar la aprobación del TPP11, es un error estratégico relevante.
¿Qué opina de que países coloquen nuevas reglas ante la arremetida china?
-Algunos países como EE.UU. y Canadá han generado oficinas para establecer criterios generales y definir ciertos sectores como estratégicos o esenciales. Acá se podría discutir esa posibilidad, pero sin que ello apunte a un país en específico.
¿Legislando ahora?
-Lo que Chile debe hacer es ser pragmático en su relación con China. Hay que reconocer que la presencia masiva dominante de empresas extranjeras, sean estatales o no, en algún sector particular, puede ser complicada, pero como somos un país chico debemos ser cuidadosos y aplicar las normas generales y sectoriales de competencia, sin discriminar. Esta es nuestra mejor arma de defensa.
¿Pero qué sucedería si alguna empresa china tiene problemas en Chile, frente a un país que es nuestro principal comprador de cobre? ¿Puede haber represalias? Hoy hay una disputa entre Australia y China, por ejemplo.
-China acusa de arbitrariedad a Australia porque detuvo inversiones. Acá hay un riesgo por hacer y por no hacer: no permitir inversiones porque vienen de un país también está sujeto a riesgos, y parte de los problemas de Australia tienen ese origen.
¿Es suficiente un proceso regulatorio claro para que no se confundan los planos?
-Entiendo que dada la experiencia de otros países, podría haber vasos comunicantes. Para Chile, la alternativa de decir arbitrariamente “tú no”, también genera un montón de problemas. Bloquear con nombre y apellido, sin mayor argumento, puede ser muy complicado, y estaríamos solucionando un problema para crear otro, sin saber el tamaño de ninguno. No me niego a crear una institucionalidad, pero tampoco podemos definir todo como estratégico, porque sería una no solución. Hay riesgo de que un problema con una empresa repercuta en otro aspecto de la relación económica-política, pero también hay un riesgo en tratar arbitrariamente la inversión. Lo que corresponde es aplicar las reglas.
Atendiendo su conocimiento, ¿cómo diría que el PC chino funciona en la gestión de las empresas?
-China se ha ido moviendo a un sistema de capitalismo de Estado al que el mundo no estaba acostumbrado, donde no hay una línea divisoria clara entre el Estado y el partido en muchas instituciones. Parte de este paradigma es que las relaciones comerciales y políticas pasan a estar más interrelacionadas y hay mayor incertidumbre respecto del cumplimiento de las reglas. Por eso insisto que un país chico como Chile debe tener actitud pragmática. En los últimos años ha dejado de buscar socios pensando que puede navegar en estas aguas turbulentas solo. Ese es un error estratégico.