Preocupado más por el ambiente político y de violencia que por la evolución de la crisis sanitaria se encuentra el economista y académico de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Sebastián Edwards. Si bien señala que durante las últimas semanas parece haber mejorado en algo “la atmósfera” política, plantea sus dudas sobre si será permanente o es solo una pausa por el período de vacaciones. “Habrá que esperar hasta marzo”, dice. Sobre la nueva Constitución, menciona que “hay mucha gente que ha tomado el proceso en serio”, pero también advierte que “existe el peligro que alguien tire el mantel y se mande a cambiar. Eso sería trágico”.

En lo económico, indica que el país puede crecer en línea con las últimas proyecciones del Banco Central que hablan de un rango entre 5,5% y 6,5%. Le recomienda al ministro de Hacienda, Rodrigo Cerda, avanzar rápidamente en la reforma de pensiones y que no paralice el proyecto de exenciones tributarias.

El año que comienza ya se anticipa complejo. La pandemia sigue presente y lo estará al menos hasta el tercer trimestre de 2021. A ello se suma el escenario electoral y el inicio de la redacción de la nueva Constitución. ¿Cuál es su perspectiva?

-El 2021 será un año de recuperación económica. El mayor crecimiento se apoyará en un alto precio del cobre y en un control del problema sanitario. Durante los últimos días el esfuerzo del gobierno para vacunar masivamente ha sido admirable, eficiente y expedito. Si la mejora sanitaria continúa, podemos esperar una normalización relativa de la economía en la segunda mitad del año. Las dos grandes interrogantes son la política y la violencia. Con respecto a esto último, los acontecimientos en La Araucanía son particularmente graves. Pareciera que es una situación fuera de control, cercana a llegar a un punto sin retorno. Es necesario actuar con premura y decisión.

A principios de 2020 dijo que el país se estaba cayendo a pedazos, que había un gobierno incompetente y una oposición oportunista. Hoy, dada las nuevas circunstancias, ¿cuál es su visión al respecto?

-Mi apreciación en ese momento descansaba, esencialmente, en la incapacidad de las fuerzas políticas por llegar a algún acuerdo con respecto a cómo terminar con la violencia. El ambiente y la atmósfera política parecen haber mejorado en los últimos meses. Lo que no está claro, sin embargo, es si es algo duradero, o tan solo producto de ese fenómeno peculiar y tan únicamente chileno, llamado “las vacaciones de febrero”. Habrá que ver qué pasa en marzo. Pero la verdad es que a mí los temas de la violencia y de la intolerancia política me sigue preocupando mucho. En Santiago existen los “viernes de desmanes y destrucción”, que se suceden con precisión, cada siete días, llueva o truene. Y los políticos siguen con discursos tibios y sin implementar acciones que de verdad enfrenten el problema. En La Araucanía la violencia es diaria. Me preocupa que la izquierda democrática haya sido tan renuente a denunciarla con fuerza genuina, y que se haya negado a implementar medidas que permitan terminar con ella.

¿Pero ve que hay alguna mejora en el gobierno y la oposición?

-Me parece que ambos se han movido en la dirección correcta. Al menos parte de la oposición lo ha hecho. Paradojalmente, la explosión de candidatos presidenciales parece haber ordenado un poco la conversación. También las anticipadas elecciones de la Convención Constituyente han contribuido a mejorar el ambiente. Pero, a pesar de estos avances, me parece que estamos frente a un gran signo de interrogación. La situación solo se aclarará con el paso de los meses. Lo que sí creo es que el país no resiste una nueva escalada violentista como la de fines del año 2019 y principios del 2020.

El proceso constituyente se supone que es para canalizar las demandas y evitar que siga la violencia. En ese sentido, ¿cómo ve a las fuerzas políticas de cara a la elección de convencionales?

-Veo el proceso constituyente con una gran catarsis colectiva, como una posibilidad para tener una gran conversación nacional sobre de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Pero, como es bien sabido, estas catarsis colectivas solo funcionan y tienen éxito si todos los participantes tienen buena voluntad y actúan de buena fe. Por el lado positivo, hay mucha gente que ha tomado el proceso en serio. Eso lo hemos visto en una enorme cantidad de seminarios de calidad, de discusiones, cabildos, mesas redondas y debates. Pero siempre existe el peligro que alguien tire el mantel y se mande a cambiar. Eso sería trágico. Me temo que el PC pueda intentar ir por esa senda, lo que sería muy grave. Después de todo, es un partido que se autodefine como leninista, lo que significa que está dispuesto a cambiar de táctica de acuerdo a la coyuntura.

¿El crecimiento puede estar en el rango planteado por el Banco Central, entre 5,5% y 6,5%, porque hay algunos economistas, que dada la incertidumbre, lo sitúan más cerca del 4%?

-El Banco Central es una institución con un enorme prestigio y gran calidad profesional. Sus proyecciones son, habitualmente, bastante certeras. No veo mayor razón para dudar de ellas en esta oportunidad. Prácticamente todo el mundo -bancos de inversiones, centros de estudios, organismos multilaterales- está proyectando un precio del cobre muy favorable, y eso, naturalmente, nos ayudará durante el año. Si le sumamos un proceso de vacunación rápido, eficiente y masivo, creo que podríamos estar en el rango proyectado por el Banco Central. Si tuviera que apostar, iría con ellos.

¿Qué tan negativo sería para el país crecer 4%, o es aceptable dada la compleja recuperación?

-Una tasa de crecimiento del 4% sería muy complicada desde el punto de vista económico y social. Significaría un retroceso enorme en términos de lucha contra la pobreza y mejora de las condiciones sociales de los más necesitados. El descontento masivo podría ser aprovechado por políticos populistas, por personas irresponsables y oportunistas, lo que le causaría un gran perjuicio al país.

Hace casi dos semanas el exministro Briones dejó Hacienda para ir a una candidatura presidencial. ¿Debió seguir al mando de las finanzas públicas?

-Ignacio Briones fue un muy buen ministro, a pesar de que hubo cierta demora en la segunda ronda de ayudas relacionadas a la pandemia. Bueno, también fue un pelín mezquino. Lo más positivo fue que demostró mayor apertura y mayor disposición al diálogo que su predecesor. Me parece completamente justificado e incluso apropiado que haya decidido incursionar en política. Creo que cualquiera en sus zapatos hubiera hecho lo mismo. Decir otra cosa es no ser sincero. Me sorprende que esté recibiendo tantas críticas desde la propia derecha. Todos debiéramos alegrarnos que Briones vaya a la primaria. ¿Va a ganar? Posiblemente no, pero su presencia encauzará la conversación en direcciones interesantes.

Con la llegada de Rodrigo Cerda a Hacienda, ¿ve algún cambio en la agenda legislativa respecto de su antecesor? Al parecer el proyecto de exenciones tributarias no será prioridad. ¿Es un desmarque a lo que buscaba Briones?

-Rodrigo Cerda es un muy buen economista, y conoce muy bien el funcionamiento del aparato estatal y burocrático chileno. Tiene su propio estilo y es una persona auténtica. Imprimirá su sello personal, pero al final no tiene demasiado tiempo para innovar en materia de políticas profundas. Las dos grandes preguntas son si será capaz de mover la reforma de pensiones y qué va a suceder con el tema de las exenciones tributarias. Como van las cosas, no parece que vaya a haber mayor progreso en ninguno de estos dos ámbitos. Y eso es malo. Llegar a la constituyente sin tener claridad con respecto a estos dos temas es problemático y peligroso.

¿Esas deberían ser sus prioridades?

-El problema esencial de Chile, y de su crisis política y social, tiene que ver con una serie de exigencias y aspiraciones económicas y sociales de la población que no están satisfechas. Satisfacerlas requiere dinero, y la única manera sostenible de financiarlas es a través de un aumento importante de la recaudación tributaria. En Chile hay que aumentar la recaudación impositiva con urgencia. Por eso creo que sería un error de parte de Rodrigo Cerda y del gobierno dejar el tema de las exenciones empantanado. Hemos visto que las últimas veces que cuestiones importantes han sido dejadas para después, han tenido problemas extremadamente serios. Los ejemplos más claros han sido las pensiones y la Constitución.

El ministro en declaraciones anteriores ha mostrado su preocupación por la trayectoria de la deuda pública. ¿Ve que podrá hacer algún ajuste en ese sentido?

-La cuestión es bien simple. Chile tiene aún mucho espacio fiscal para enfrentar urgencias que puedan surgir si la pandemia se agrava. Eso es especialmente cierto con las tasas de interés bajísimas en el mercado global. Hace tan solo unos años la tasa de los bonos del Tesoro de EE.UU., que es la base de nuestro costo de endeudamiento, estaba en un 5,5%. Hoy está al 1%. Es importante que las autoridades y los analistas lo tengan claro. Ahora, habiendo dicho eso, la deuda no puede seguir creciendo al mismo ritmo de los últimos años. Es necesario estabilizarla. Las dos preguntas claves son, ¿a qué nivel debe estabilizarse? y ¿cómo hacerlo?

¿Cuál es el nivel apropiado?

-En principio, no tendría problemas en llegar a una deuda de hasta el 55% del Producto. Preferiría un nivel más bajo, pero 55% no me asusta. La manera de estabilizar la deuda es con una combinación que incluya racionalizar el gasto y aumentar la recaudación tributaria. Para lo segundo, desafortunadamente, no hay otra alternativa que aumentar las tasas efectivas de impuestos. Esto significa, entre otras cosas, aumentar la base tributaria y eliminar muchísimas o mejor dicho casi todas las exenciones. Ahora que lo dijo la Ocde -una institución que, curiosamente, nos obsesiona-, capaz que los políticos presten atención.

Sobre la reforma previsional, el gobierno no logró un acuerdo con la oposición. ¿Qué le recomendaría? ¿Cuál debería ser la mejor fórmula?

-La manera en que el tema ha sido tratado es enormemente irresponsable. Una irresponsabilidad que se arrastra desde hace años. Recomiendo que, en vez de irse de vacaciones, los políticos se encierren con el Informe Bravo de hace unos cinco años, y lo lean con detención. Ahí hay más de 40 sugerencias diseñadas por los mayores expertos del mundo, quienes trabajaron sin cobrar un peso durante muchos meses. Muchas de estas propuestas son aún muy pertinentes, y a partir de ellas se puede armar un proyecto interesante que permita avanzar hacia una solución integral del problema. Los elementos centrales de cualquier solución son reforzar el ahorro individual, ampliar las pensiones solidarias en forma masiva e inmediata, indexar la edad de jubilación a la esperanza de vida, y tener políticas que reduzcan al mínimo las lagunas. Ninguna de las propuestas que circulan en los pasillos del Congreso me gustan mucho.

La oposición planteó como propuesta las cuentas nocionales, ¿la ve viable?

-No. Es una mala idea. Lo que sí me gusta es una pensión básica universal, financiada con impuestos pagados por todos los contribuyentes. Vale decir, por personas de mayores ingresos y por empresas. Los que tiene más, pagan más. Creo que también hay que devolver el fondo acumulado completo a quienes no hayan acumulado un ahorro mínimo. Finalmente, hay que repensar y rediseñar completamente la modalidad de retiro programado.

Ante la gran cantidad de precandidatos presidenciales, ¿cómo vislumbra que será esta elección?

-Entretenida y agitada. Ojalá que sea pacífica y que la población no apoye a los oportunistas, violentistas y populistas. Si uno excluye a esos extremos, se está armando un cuadro interesante de contendores. Pero para mí, desde la lejanía del Pacífico Norte y californiano, la gran pregunta es: ¿por qué tanta gente, aparentemente sensata, quiere ser presidente de Chile? Es un misterio profundo. A lo mejor, después de todo, no son tan sensatos o sensatas.