Recientemente se conoció de la completa identificación del mapa genómico del trigo. Se trata de un logro de enorme importancia, con impactos previsibles en productividad y adaptación al cambio climático para un cultivo alimentario básico.
Esto es una expresión del cambio tecnológico en marcha, basado en nuevos paradigmas que pueden cambiar drásticamente las condiciones de producción de los sistemas agroalimentarios a nivel global.
Los ejes de esa transformación son a) el uso de instrumentos y máquinas basadas en inteligencia artificial; desde la utilización de drones para hacer agricultura de precisión, más eficiente en uso de suelos, agua, control de plagas, y prevención de eventos climáticos entre otros, hasta la robotización de procesos agroindustriales con impacto sobre la productividad y el empleo; b) los avances en ingeniería genética que en breve plazo, permitirán disponer del mapa genético de casi todas las especies productivas de importancia, focalizando la investigación en la edición de aquellos genes que aceleren la selección de características deseables, o eliminen aquellas que no lo son.
A diferencia de las controversias suscitadas por los organismos genéticamente modificados, esta vez se trata de acelerar los procesos de selección genética, lo que ha sido la base histórica para el desarrollo de la agricultura, y que incluso, puede modificar la geografía agrícola del mundo; c) las aplicaciones operativas de la agregación de información (Big Data), que pueden transformar los flujos de información financiera, comercial o de sanidad e inocuidad entre otros, con potencial para cambiar las relaciones entre los actores de las cadenas agroalimentarias, favoreciendo procesos de concentración en manos de aquellos que son propietarios de dicha información.
A diferencia de la llamada revolución verde de décadas pasadas, orientada a la generación de bienes públicos de amplio acceso, esta vez se trata de procesos de innovación de gran sofisticación y alto costo, promovidos principalmente desde grandes empresas y en consecuencia dando origen a bienes privados, de muy difícil acceso para la mayoría de los productores.
El desafío para nuestro país es integrarse, a nivel publico y privado, a esas nuevas tendencias que pueden llegar a modificar aspectos esenciales de nuestra competitividad como, por ejemplo, las ventajas otorgadas por nuestra producción de contra estación respecto de los principales mercados mundiales, o nuestros singulares estándares de sanidad e inocuidad.
La puesta en marcha del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología otorga una oportunidad para coordinar y profundizar iniciativas en marcha, varias de ellas iniciadas hace algunos años al alero de Corfo y Mininisterio de Agricultura y para aumentar la asignación de recursos públicos e identificación de incentivos para una mayor inversión privada y participación de universidades y centros de investigación para adaptarnos con éxito a este nuevo panorama.