Quería venir a Chile a participar en el plebiscito y hasta última hora estuvo preguntando por pasajes para volar desde Washington, donde el investigador de Clapes UC, Sergio Urzúa, reside actualmente como profesor asociado de la Universidad de Maryland. “Me resisto a cambiar mi lugar de votación. Me gusta votar en Maipú, en el mismo colegio”, comenta el miércoles, cuando muy temprano se da un tiempo para conversar con Pulso Domingo sobre el futuro que el país hoy empieza a trazar.
Cuenta que se ha encontrado recordando un proceso similar que vivió hace más de 30 años. “El 88 tenía 15 años y me marcó. Donde yo vivía había harta violencia, y me sorprende como Chile tuvo la capacidad, en un escenario de tanta tensión, con una olla a presión, de bajar el fuego y conducir para luego tener 15 años de crecimiento que marcaron la historia del país. Afortunadamente ahora no estamos en una dictadura, pero siento que si este proceso se condujera con un poco de esa épica, la historia sería distinta. Todavía estamos a tiempo de incorporar los elementos que permitan hacer esa posibilidad una realidad, pero a veces siento que no hay conciencia de lo que se está jugando este domingo, de lo que significa para una generación”, sostiene.
¿Ha cambiado su percepción respecto del plebiscito, desde que se anunció hasta hoy?
-Ha pasado harta agua bajo el río. En el último año he observado que hay una falta de liderazgo transversal, que hay facilidad para levantar discursos de optimismo muchas veces injustificados, y hay algo de ingenuidad respecto de cuáles son los logros que puede tener este proceso. La imagen más clara de esto ha sido la franja televisiva…
¿En qué sentido?
-La franja demuestra la debacle que ha significado para los partidos políticos esta situación, que no han tenido la capacidad de generar contenido acorde con el proceso que se va a vivir. Fue una mezcla de aspiraciones de todo tipo, fue una franja de matinal, no lo interpreto de otra forma, y es una señal de esa falta de liderazgo, de inestabilidad política, de las dificultades de diálogo que veo y que me tienen preocupado.
¿Preocupado de que se inicie un proceso constituyente?
-Por supuesto que el proceso es delicado y genera incertidumbre, pero hay formas y formas de llevarlo, y no se ha estado a la altura de las circunstancias para demostrar que se va a conducir bien, esa es la duda que me surge. Un indicio de que las democracias comienzan a fallar es que se empiezan a destruir los partidos, hay atomización, diálogo de sordos, lo cual ha sido una característica del último año en política. Me preocupa lo que vendrá para adelante.
¿No es normal en las democracias que partidos desaparezcan y vengan otros nuevos?
-Estoy hablando de procesos de debacle de democracias sólidas, como aquellas que logran transiciones de poder entre distintos partidos, y Chile se estaba transformando en ello al poder transitar de Bachelet 1 a Piñera 1, y así. Esas transiciones son sanas, y las democracias se derrumban cuando los partidos que han estado detrás de esta conducción empiezan a caerse, como sucedió en Chile en los 70, en Perú, Ecuador. Entre los síntomas del desmoronamiento está la imposibilidad de tener un relato razonable, realista; y transformarse en instrumentos publicitarios de matinal es un ejemplo de lo mal que la clase política ha contribuido a este proceso constituyente.
¿Se refiere a los partidos que lideran el Apruebo, o también al oficialismo?
-A todos, la falta de liderazgo es transversal. Si hay partidos dentro del gobierno que dicen rechazar para cambiar, OK, pero ¿qué se va a cambiar y por qué se va a cambiar? ¿Cuál es el contenido? ¿Qué debería existir y qué no? Esta es una gran oportunidad, cualquiera sea el resultado, para definir el alma, el ADN de una generación completa, de jóvenes que en los últimos 10 o 15 años han estado movidos por la violencia, que han encontrado en la violencia una forma de hacer política, y no estoy pensando en la quema del Metro, sino que en tirarle agua a la ministra, en saltarse los torniquetes del Metro, en tomarse los colegios. Esta es una oportunidad para demostrarle a esa generación que esa no es la forma de hacer las cosas en una sociedad moderna, y un proceso de diálogo puede hacer una diferencia importante.
¿El hecho de institucionalizar un proceso como éste, no es signo suficiente de esa sociedad moderna?
-Mis dudas más profundas están ahí, porque este es un proceso político y requiere de partidos para configurar la constituyente, y en el mensaje que hemos visto quedan suficientes dudas de cómo va a funcionar. No quiero decir que se ha tomado a la chacota, pero estamos lejos de estar teniendo un debate de fondo sobre el contenido de lo que se discutirá.
Decía en una columna que el país estaba con el barro hasta el cuello. ¿Mantiene esa sensación?
- Me refería a lo económico. Lo que vamos a observar a diciembre 2020 es que Chile, en término de ingreso per cápita, va a retroceder unos 6 a 8 años, y después va a tomar 3 o 4 años recuperarlo, por tanto, estaremos hablando de un retroceso de una década en ingreso per cápita. Chile va a terminar 2020 como un país más pobre, con un aumento incipiente de la desigualdad, más endeudado, con mayores dificultades de crecer en el largo plazo, con estimaciones poco optimistas de Producto Interno Bruto (PIB) tendencial y potencial. Entonces, hay que empezar a decirle a la gente la verdad, esa es una responsabilidad del Estado. Los políticos tienen que empezar a tomar conciencia de que Chile está metido en la trampa del ingreso medio y no vamos a salir del barro con discursos de Churchill de matinal. Y eso hay que hacerlo pronto, porque la pandemia, la violencia y el malestar social configuran un escenario complicado…
Las autoridades han planteado que vendrá una recuperación con el desconfinamiento. ¿Concuerda?
-Creo que han sido muy optimistas. Si uno ve las cifras de creación de empleo a partir de los subsidios, la verdad es que ha sido menos dinámica de lo anticipado por la autoridad. Tiendo a pensar que la economía chilena este año va a caer en torno a 6 puntos del PIB, y el próximo año se va a recuperar, pero no va a compensar, entonces pensar que esto se arregla de aquí a marzo es ingenuo. Echo de menos una visión de más largo plazo, estamos muy en la lógica de gastarnos las lucas que tenemos, hay mucha incertidumbre para adelante, y ese es un escenario complicado. Hay algunos que tratan de matar el modelo, otros lo envuelven en paquete de regalo y lo tiran lejos, pero más que estar dando la defunción de un sistema, hay que empezar a plantear alternativas.
¿Cómo mirar los modelos de Nueva Zelandia, Finlandia?
- Hay que reconocer que Chile no va a poder copiarlos, porque no es Nueva Zelandia, ni Finlandia, ni Noruega. Chile necesita una revisión de su institucionalidad, y la gracia del modelo chileno es que no es tan rígido como se cree, pero hay que saber ajustarlo, moverlo, con un relato sensible y consistente con la realidad del país que le permita reinventarse. Ese es el siguiente paso y va mucho más allá del proceso constituyente y, si eso no ocurre, este retraso de una década se puede extender aún más. Por eso planteo que estamos un poco complicados. Quizás uno es ingenuo y cree que la clase política puede tener esta discusión, de pensar el corto plazo y al mismo tiempo pensar en el largo plazo. Bueno, pero si no pueden caminar y mascar chicle a la vez, estamos en un problema.
En ese mismo marco, en medio del proceso constituyente el desempleo estará muy alto. ¿Qué tan riesgoso puede ser?
-Se han perdido 2 millones de empleos en los últimos meses y cuando esa gente salga a buscar trabajo, lo más natural que encontrarán será la informalidad que viene con menores salarios, precarización del empleo, sin protección social, entonces, ¿qué hacemos? Probablemente el proceso constituyente parta el lunes, y me temo que vamos a pasar dos años en eso, y que a la gente no le importará porque va a estar frente a una economía no recuperada. Se puede echar a andar el proceso constituyente, las elecciones en abril y todo, pero en el intertanto qué hacemos, porque las necesidades requieren de un proyecto país a construir pronto, mientras el sistema económico sigue avanzando. El mundo no está esperando a que Chile resuelva sus problemas.
¿Cómo prevé que sea el clima de negocios con constituyente entremedio?
-Si hay un proceso destinado a definir las reglas de funcionamiento, esperaría que la conducción política vaya un poquito más allá del cálculo de corto plazo, ¿o todavía pensamos que somos lo jaguares de América Latina, que vamos a poder zafar de esta cuestión? En la economía global los capitales se mueven, y nos estamos pareciendo cada vez más a la región, dejamos de ser distintivos, y por supuesto que se mirará con menos interés la posibilidad de invertir en Chile, pero eso es endógeno y se puede resolver.
¿Cómo?
-Este es un shock transitorio y la recuperación se va a producir, pero va a depender de la habilidad de los países el que puedan posicionarse para atraer inversiones, ofrecer estabilidad, reglas de juego. Y nosotros vamos a estar en un proceso donde basta mirar la franja para quedar espantados, hay un optimismo desmedido, una ingenuidad importante, el buenismo se ha tomado la discusión con una facilidad que no resiste análisis. ¿Dónde está la discusión sobre el crecimiento? Quizás uno tiene una visión idealista, demasiado optimista respecto de lo que puede hacer la clase política, pero hay que trabajar en vías paralelas: una cosa es la emergencia de corto plazo, pero también anticipar lo que viene. Cuando uno mira la discusión, no se ve una respuesta clara, basta mirar que los candidatos a la presidencia del país parecen estar en un cantinfleo completo.
“Vamos a observar en las próximas décadas mayor desigualdad generada por el sistema educativo”
En el plano de la educación, ¿cómo cree que se ha manejado el tema del confinamiento en el sistema escolar?
-Uno ve en todo el mundo el proceso de apertura en los colegios, mientras que en Chile ha habido una absoluta imposibilidad de tener un debate razonable sobre ello. El ministro ha tratado de tener esa discusión, pero las presiones desde las asociaciones de padres y del Colegio de Profesores no han contribuido en absolutamente nada, y mientras tanto se amplían las brechas entre los chicos de colegios privados que tienen educación virtual y que ahora están volviendo a clases, y la educación pública que sigue retrasada.
¿Cómo eso puede afectar la desigualdad?
-Esto va a tener un impacto de largo plazo muy importante que puede significar menores ingresos para generaciones completas, porque van a tener menor capital humano. Esto no ha sido un período corto, pues se viene acumulando desde las tomas de los colegios, los actos de violencia y la pandemia como último evento dentro de esa secuencia. Vamos a observar en las próximas décadas mayor desigualdad generada precisamente por el sistema educativo, y es triste porque nunca antes en la historia del país el presupuesto de la nación en esta área había sido tan masivo, tan importante, y nunca había habido tantos recursos para hacerse cargo de los desafíos, y aun así vamos a tener un retraso importante.
¿Cómo observa que será 2021, habrá clases presenciales?
-Desde 2021 en adelante el debate en educación debe ser esencial, y ahora sí tenemos que tomar en serio el eslogan de los niños primeros en la fila, porque ellos no han sido parte del desafío. Cuando uno mira que en salas cunas, jardines infantiles, educación básica, estamos lejos de los estándares internacionales; que en primavera hay problemas de salud mental muy importantes y las estadísticas en Chile hace tiempo lucen mal porque la tasa de suicidios va en aumento. Entonces, ¿qué se puede hacer si el próximo año podría ser muy complicado? ¿De verdad que los profesores aún creen que los colegios no hay que abrirlos? ¿Y ellos se están capacitando mientras tanto? ¿Saben lo que van a enfrentar cuando se empiece a abrir, con chicos que vienen aproblemados? ¿Dónde está esa discusión? Los países no se construyen a partir de emergencias, sino que a través de un liderazgo de una visión de mediano y largo plazo, eso es lo que falta hoy día en Chile.