En las últimas semanas me ha tocado vivir algo que muchos chilenos creíamos solo una realidad de otros países, donde el tráfico parecía moverse de alguna manera mágica sin necesidad de semáforos. Para mi sorpresa, al cabo de una semana desde el estallido social, los conductores empezamos a circular y atravesar cruces complejos en base a una especie de acuerdo tácito. Cada automovilista al llegar a un cruce para, mira y evalúa si puede avanzar con la venia de sus contrapartes, y hasta la fecha aparentemente el modelo funciona. ¿A qué viene esta breve anécdota? Quiero llevar al lector a renovar las esperanzas en nuestra sociedad, dentro de este mar de incertezas y desilusiones. Considerando nuestro modelo económico sustentado en leyes, reglas y comportamientos culturales implícitos, la falta de alguna o todas estas normas significa un freno a nuevos negocios o acuerdos comerciales, al igual que la inmovilización en un cruce sin semáforos. Pero veo una luz al final del túnel en un escenario de mucha incertidumbre y volatilidad, pues creo que los agentes económicos seremos capaces de movernos en base al análisis caso a caso y confianza en nuestras contrapartes, sin la claridad legal a la que hemos estado acostumbrados. No obstante, esto trae consigo una falta de productividad por ciertas ineficiencias, nos permitirá seguir produciendo y moviendo la economía.

En el fondo, la toma de decisiones, como por ejemplo atravesar un cruce de alto tráfico confiando sólo en el criterio y buena disposición de los demás conductores, será lo mismo que deberemos lograr en nuestras actividades empresariales en el actual contexto de falta de certezas. Mientras se discute si es necesario una nueva Constitución, su modalidad de aprobación y, lo más importante, su contenido, como sociedad deberemos esforzarnos en volver a confiar en los demás. Quizás todo el fondo de este estallido social tenga que ver con esto, una brutal desconfianza hacia el otro.

Un ejemplo del punto anterior se ha dado este mes, caracterizado por una excesiva cautela de parte de los inversionistas en cuanto a tomar posiciones en instrumentos de inversión, lo que indudablemente daña la economía doméstica. Mencionaré el caso de las facturas como un ícono del aporte del mercado de capitales a la economía real y a las pymes en particular. Este instrumento permite adelantar los flujos de caja de aquellas empresas que requieren liquidez, dejando el riesgo residual en la contraparte pagadora (normalmente grandes empresas). Pero la exacerbada falta de confianza en estos días por parte de los inversionistas, lejos de mejorar, está empeorando la situación de caja de nuestros emprendedores y pymes que requieren movilizar sus negocios. Es el momento de confiar en nuestros empresarios y emprendedores, aportando a la recuperación con nuevos recursos.