"I used to love an italian girl, now I love an argentinian girl" / "I used to love this rock and roll world, now I love this suicide world (Heroin, Sumo)"

Así escribió Luca Prodan de la heroína que lo terminó matando. La misma que le dio a probar a su hermana y su novio. La heroína no se puede dejar. Es una adicción que mata. Keith Richards, alma mater de los Stones, cuenta que para liberarse de ella había que encerrarse meses. Sufriendo, trepando las paredes, desesperado por volver a inyectarse. Por reencontrar la calma que encierra la autodestrucción.

Argentina zafó de la trampa mortal del Kichnerismo y compró a Macri y los chicos buenos. Los modernos, los despolitizados, los abiertos. Instaló un equipo de gente preparada y bienintencionada, que hizo casi todo por el libro.

Fue de a poco. Pidió paciencia. Venido de fuera de la política le dijo a Argentina "Cambiemos". Integrémonos al mundo. Avancemos. Seamos un país normal.

Y confiado, dejó flotar el dólar. Transparentó las cifras proscritas por el impresentable Moreno. Invitó a los inversionistas, que creyeron tanto que emitió un bono a 100 años. Una prueba de cómo el mundo volvía a confiar en esa Argentina que se acordó de sí misma: tremenda, emprendedora, el granero del mundo, que llegó a tener el 5° PIB per cápita del planeta. Volvió el crédito. El dólar se sostuvo. La inflación comenzó a ceder.

Como la cosa funcionó bien en lo económico, también lo hizo la política. Fue capturando mentes y corazones. Después de ganar la presidencial, en Octubre logró un triunfo resonante. Argentina comenzaba a sanarse.

Pero no todo puede salir bien. Vino un desafortunado error: para asegurar el crecimiento, bajó anticipadamente las tasas de interés y subió la meta de inflación, donde estaba depositada la confianza de los inversionistas. Saltó el dólar. Y al rato se puso todo feo. En Estados Unidos subieron las tasas y bajaron los impuestos. Trump amenazó a todos con la guerra comercial. El dólar se fortaleció, especialmente contra los emergentes, donde hubo una minicorrida.

El dólar se fue de 17 a 30 casi, presionando la maldita inflación que come los bolsillos de los pobres y los no tan pobres. Hubo que subir las tasas a 40% para aguantarlo. Veneno para el crecimiento. Tuvieron que llamar al monstruo del FMI para zafar, trayendo los recuerdos del infame 2001.

Así Argentina empieza a recordar la heroína. Secretamente primero, luego en voz alta. La droga del viejo Perón. La que mata, pero calma. La que en nombre del pueblo y la justicia social engorda el Estado, con impuestos impagables que asfixian todo. Donde cada uno cobra su peaje. La que trata de torcer las leyes de la economía. La funesta droga que ha hecho a Argentina el único caso de un país que no ha crecido en 100 años, que retrocedió 50 lugares en el ranking de PIB per cápita en el mundo.

En el síndrome de abstinencia cada minuto es un sufrimiento, especialmente si quedan medidas impopulares que implementar: Subida de tarifas de servicios básicos, recortes de gasto. Sangre, sudor y lágrimas. No la tienen fácil Macri ni Argentina. Aguante Mauricio. La hermana de Luca Prodán y su novio no pudieron. Se encerraron en un auto, pusieron una manguera en el tubo de escape y prendieron el motor. Eligieron el suicide world.