Lo que hace esta startup no es apto para puristas u ortodoxos del vino. Es más para un público que quiere experimentar, o bien disfrutar de varias copas de cabernet sauvignon sin efectos secundarios. Se trata del vino sin alcohol. Tal cual. Pero hace tiempo que Sinzero rompió con el estigma de excéntrico. Con cuatro años de vida, ya venden en Chile y exportan a Brasil, Europa, Asia y Estados Unidos, transformándose en uno de los referentes mundiales de este segmento.

La historia comenzó en 2017, cuando el agrónomo Andrés Duval dejó de tomar alcohol y comenzó a acercarse a los productos sin este elemento, los que, básicamente, eran cervezas. Con su esposa, Cecilia Prat, quien también es agrónoma, viajaron a Europa y se dieron cuenta que la oferta era más amplia: vodka sin acohol, gin, varios destilados y… vino. “¿Cómo Chile siendo un productor de vino de excelencia no había entrado a este mercado?”, se preguntaron. De vuelta a Santiago se pusieron a investigar a fondo las mil y un técnicas para desalcoholizar el vino. Llegaron a una fórmula, se ganaron un fondo Corfo para llevarla a cabo y comenzaron con las pruebas. “Botamos hartos litros de vino en el camino”, recuerda riendo Duval. Lanzaron su primer producto, un cabernet sauvignon, en 2018.

“Yo venía del mundo del vino. Estaba trabajando en Viña Bisquertt y antes estuve en Viña Concha y Toro”, dice Prat. Su marido tenía la franquicia de cuatro locales de comida rápida Doggis, las que dejó para enfocarse a la experimentación inicial. Hoy, ambos están 100% dedicados a Sinzero.

Empezaron con unos $10 millones de sus ahorros y otros $10 millones de inversionistas tipo FFF (Friends, Family and Fools). A esto se sumaron $25 millones del fondo Semilla de Corfo. Hay que aclarar que Sinzero no es productor de vino, sino que lo compran a un productora, Paula Botero, para luego desalcoholizarlo y realizar correcciones enológicas. Botero es, además, la enóloga de Sinzero, lo que les permite tener un círculo cerrado para asegurarse de la calidad. Según Prat y Duval, fueron los primeros en el país en comercializar vinos y espumantes sin alcohol, elemento que han utilizado para sus estrategias de marketing hacia los cuatro puntos cardinales.

¿Y hay efectivamente un público para esto? “En un principio pensé que me verían como a un loco, porque Chile es un país bastante ‘curado’. Siempre lideramos los rankings con Inglaterra en cuanto al consumo de alcohol. Pero hay público para todo y muchos amantes del vino que no pueden tomar alcohol”, explica Duval.

¿Pero, sabe a vino? “Es como la diferencia entre la leche descremada y la entera. Sientes percepciones similares, pero la grasa que está en la leche entera jamás la vas a encontrar en la leche descremada. Son dos productos distintos. Cuando le extraes el alcohol al vino le estás eliminando parte de su cuerpo, logrando un vino mucho más liviano. Con los mismos aromas y matices del cabernet sauvignon, pero sin ese gusto o cuerpo que te deja el alcohol”, refuerza de forma pedagógica Prat, como repitiendo un presentación que le ha tocado decir cientos de veces a los escépticos. Y para derrotar cualquier cuestionanamiento, explican que han invertido en vinos “base” que sean de alta calidad. El tinto viene del Valle del Maipo y los blancos, de la región de Curicó.

¿Pero realmente es un buen negocio? Seis meses después de haber lanzado el cabernet sauvignon (a mediados del 2018), presentaron su espumante. Medio año más tarde, un chardonnay y a fines del 2020, un rosé. El 2018 vendieron 5 mil botellas (solo estaban en Chile). El 2019 fueron a la Prowein, en Düsseldorf (Alemania), una de las ferias de vinos y bebidas espirituosas más importantes del mundo y ese año terminaron exportando cerca de 17.500 botellas, el 50% de su producción. El 2020 pasaron a vender 100 mil botellas, de las cuales el 60% fue a parar a los paladares internacionales y el 40%, a los chilenos. Y así llegamos al 2021, con 288 mil botellas, donde el 75% se exporta, y US$1.250.000 de facturación. La tendencia y el foco hacia donde apuntar está claro.

El 15% de sus botellas de exportación van a parar a Holanda y otro 15% a Canadá. Asia representa el 50% de las ventas internacionales, principalmente China y Corea. En Estados Unidos venden por Amazon y, según este matrimonio emprendedor, ya tienen absolutamente conquistados a los nórdicos (Finlandia, Dinamarca y Noruega). En Sudamérica, aparte de Chile, están en Brasil. “Al final, somos embajadores de Chile con estos productos”, dice Cecilia Prat.

Para 2022 esperan aumentar las ventas entre 40% y 50%. En este rápido crecimiento tuvieron que inyectar capital, lo que hicieron a fines de 2020. Además, abrieron la empresa a dos socios más, incluyendo así a Botero, la enóloga. También obtuvieron un segundo crédito Corfo por $60 millones.

¿Y... alguna viña les ha ofrecido comprarlos? “Más que comprarnos, varias se han interesado en el producto en sí. Pero el tema es que la producción es 35% o 40% más costosa que un vino tradicional, lo que se les escapa un poco de sus números”, contesta Prat.

Su socio complementa: “Es más caro, porque tienes un doble proceso: la vendimia y luego sacarle el alcohol y, cuando haces esto último, se pierde cerca del 30% del volumen del vino. Como sea, se siente que nos están viendo harto. De hecho, hay un par de espumantes sin alcohol que han salido, pero en general nuestra competencia es de más baja calidad y a veces le ponen demasiado azúcar, para devolverle el dulzor, ya que al extraerles alcohol se vuelve más ácido”, explica Duval, casi como un alquimista medieval que está a punto de dar una receta mágica.