Uno de los conceptos que más se ha repetido en las últimas semanas es el posible “sobrecalentamiento” de la economía chilena, en medio de la extensión del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la discusión respecto de un cuarto retiro de fondos previsionales.

Entre los primeros que levantaron la voz sobre esto estuvo el exministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre, quien señaló que “no tenemos por qué comenzar a hacer locuras desde el punto de vista fiscal ni monetario en tan breve plazo (...) Hay que tratar de evitar que la economía se nos sobrecaliente”. Y esta semana el presidente del Banco Central (BC), Mario Marcel, en su exposición en la Comisión de Constitución de la Cámara que analiza un nuevo giro de los fondos de las AFP, también puso el punto sobre la mesa, indicando que otro retiro o retirar el 100% “constituyen actualmente la mayor amenaza para una recuperación sólida y sostenible de la crisis económica provocada por el Covid-19, expresada en un mayor recalentamiento de la economía, mayor inflación y severos desajustes financieros”, y agregó en otro pasaje que “un cuarto retiro va a actuar sobre una economía que está, algunos han dicho, algunos la han calificado como sobrecalentada”.

Generalmente se habla de sobrecalentamiento de la economía cuando crece muy por sobre su capacidad por un período de tiempo, lo que termina generando inflación, la que a su vez deberá ser controlada con mayores tasas de interés.

Algunos datos sugieren que hoy aún la economía no estaría sobrecalentada. Si se considera como punto de partida 2019, todavía existe una brecha entre el PIB efectivo y el de tendencia, la cual seguiría durante todo este año y el próximo, incluso creciendo al techo de las proyecciones del BC (9,5% y 3%, respectivamente).

Sin embargo, otros muestran que la demanda interna ya estaría sobreestimulada. De acuerdo a las cifras de Cuentas Nacionales del segundo trimestre, que se dieron a conocer esta semana, el consumo total subió un 31%, favorecido por el alza en el consumo de los hogares, con un incremento del 33,7% -aunque el nivel del PIB ya volvió a niveles precrisis social-, lo que choca con los datos del mercado laboral, donde aún queda por recuperar cerca de un millón de empleos.

El economista de Libertad y Desarrollo, Tomás Flores, señala que “el aumento en el consumo de las familias, en donde la compra de bienes durables subió en un 130%, ha encendido una luz de alarma, ya que es una expansión que, con fundamentos transitorios, está generando presiones inflacionarias que el instituto emisor deberá enfrentar”.

En la misma línea, la economista y consultora Daniela Benavente agrega que “hay dos síntomas inequívocos: la inflación incipiente y la baja en el desempleo. Y las dos causas son evidentes y de libro de texto también, el fuerte aumento de la demanda por IFE ampliado y retiros, con un sector productivo funcionando a media máquina desde el 2019”.

Con esta alza del consumo, el mismo informe de Cuentas Nacionales indicó que el crecimiento del PIB en el segundo trimestre fue de un histórico 18,1%, con lo que en el año se promedia un alza del 8,8%. Esto, en un contexto de abundante liquidez.

De acuerdo a datos del Informe de Política Monetaria (IPoM) de junio, al primer trimestre de este año los hogares chilenos contaban con un aumento del 15% en su liquidez (corresponde a la suma entre los ingresos del trabajo y otros ingresos, descontado por impuestos netos y prestaciones sociales netas), en relación al mismo período del año anterior. Se espera que en el informe de septiembre esa cifra sea mucho más alta, considerando los datos del tercer retiro y el nuevo IFE universal de los “mínimos comunes”, que no alcanzaron a cuantificarse la vez anterior.

Esta mayor liquidez, que comenzó con el primer retiro de los fondos de pensiones a mediados del año pasado, hizo también saltar el dinero circulante en la economía. Los agregados monetarios han tenido una fuerte expansión desde entonces. El M1 (el concepto más líquido de dinero; está compuesto por los billetes y monedas en circulación, las cuentas corrientes y cuentas a la vista) llegó a subir sobre el 60% en enero de este año, su mayor salto desde julio de 1980.

El economista jefe de BICE Inversiones, Marco Correa, afirma que “en el contexto en que estamos, donde hay una alta liquidez, por los diferentes estímulos, que promueve la demanda, y donde la oferta aún no se recupera del todo, hay una probabilidad de avanzar hacia un sobrecalentamiento de la economía. Por el momento, sin embargo, la inflación si bien se ha elevado, no parece estar en una espiral descontrolada”.

Precios

La inflación se ha acelerado en los últimos meses y ya llega al 4,5%. Aunque algunos indican que parte de esta alza se debe, efectivamente, a esta mayor liquidez en la economía, el dato también está influido por el aumento del dólar, tanto a nivel internacional como por razones locales (entre ellas, la incertidumbre política), y por el alza de costo de transporte en los bienes importados.

Con todo, los alimentos hace varios meses que dejaron de ser el grupo que más crecía dentro de la canasta del IPC, y los últimos datos han golpeado más a servicios y al transporte (este último por el mayor precio de los combustibles), haciendo que la canasta del quintil de mayores recursos sea la que ha subido con más fuerza, sobrepasando al IPC general y al del primer quintil.

El gerente de Macroeconomía de Inversiones Security, César Guzmán, afirma que hoy el riesgo más relevante para la inflación es que “el tipo de cambio se quede alto”. Destaca además que las compensaciones inflacionarias de los papeles financieros se han empinado a dos años en torno al 4%, lo que es un tema que el Central mira con más preocupación. Y, aspectos como la incertidumbre local, solo exacerban este escenario.

Mientras, el economista jefe de BCI, Sergio Lehmann, agrega que “es importante reconocer que la demanda interna está creciendo con mucha fuerza, especialmente por el lado del consumo, llevando a presiones sobre los precios. Pero buena parte de este impulso, sin embargo, sería transitorio, bajo el supuesto que hacia 2022 los apoyos del gobierno van a ir reduciéndose, al tiempo que la alta liquidez hoy presente comienza a drenarse financiando el consumo de los próximos meses. La política monetaria, bajo esta mirada, requiere, como ha señalado el Banco Central, ser recalibrada”.

Benavente plantea que lo más preocupante es “el llamado efecto ‘latigazo’, un fenómeno de lectura errónea del aumento de la demanda a nivel micro, de agente, que conduce a un optimismo creciente y amplificado en los distintos anillos de cadenas de valor y de suministro. Me preocupa, porque la recuperación es real y global, pero es también incierta. Un error de cálculo y un frenazo repentino (por eliminación de ayudas, nueva variante letal, etc.) pueden tener efectos macroeconómicos dramáticos en acumulación de inventarios, desempleo y letargo económico”.

Ahora, si se concreta un cuarto retiro, el escenario cambia. El mercado actualmente espera hasta tres alzas más de la tasa de interés este año, llegando al 1,5% (desde el actual 0,75%), estimación que se ajustaría al alza tras un nuevo giro del 10%, apuntan los expertos, lo que pondría una traba al crecimiento 2022, el que además ya no tendrá los estímulos fiscales de este año.

“Ciertamente, en ese caso, la economía mostraría signos claros de recalentamiento, obligando a movimientos agresivos en la tasa de política, para rápidamente remover el estímulo monetario”, detalla Lehmann. Lo mismo indica Flores: “Un cuarto retiro incrementará el desequilibrio y acelerará el aumento de las tasas de interés”.

Así, podemos pasar de una sobretemperatura a un ambiente frío a futuro.