Hoy, el impuesto a la renta no refleja necesariamente lo que somos: nuestra cultura, nuestros planes o estrategia corporativa. Las externalidades de la empresa, la forma en que nos relacionamos con nuestras comunidades, la integridad de nuestro gobierno corporativo y la filosofía de nuestras relaciones laborales son datos sobre los que no tributamos y como no pagamos, muchas veces no vemos.
El Formulario 22 para el pago de Impuestos Anuales a la Renta obliga a mirar cuánto ganamos y a consolidar nuestras utilidades, pero ¿cumple con los estándares con los que se rige hoy la nueva empresa? En medio de la tramitación de una nueva reforma tributaria, este es un debate que debiésemos considerar.
Porque el que no esté en el estado de resultados no quiere decir que no importe y el que los números actuales sean azules, no es garantía. En estos tiempos, los estados financieros no son suficientes para anticipar el futuro.
Esta nueva sociedad de la información nos demanda ir más allá de lo contable, más allá de lo obligatorio. Si queremos hacer negocios en el largo plazo debemos considerar a todos nuestros grupos de interés. Desde nuestros clientes que nos exigen transparencia hasta nuestros inversionistas que nos reclaman la medición de nuestros impactos.
Por lo mismo, en los últimos años los instrumentos financieros han ido incorporando la evaluación de condiciones socioambientales y cada vez es más frecuente encontrar bonos verdes, bancos que operan bajo Los Principios del Ecuador o áreas de negocio o clusters intermediados por el desempeño que las empresas tienen en sostenibilidad. Pero se podría hacer más.
En la ecuación de éxito de una empresa debe haber una cuota no menor de voluntad, que en definitiva se refleje en beneficio de terceros. Los tiempos han cambiado y ya no basta con la frase que religiosamente escuchamos: "pero si yo pago impuestos…".
Hablemos entonces de la otra contabilidad, la que excede los números y la del largo plazo. El futuro de los negocios no puede anticiparse exclusivamente desde la renta, el tener una patente, licencia o idea innovadora puede ser un impulso notable, pero no suficiente ni menos sostenible.