En el modelo estándar de oferta de trabajo los individuos escogen cuánto ofrecer trabajar, considerando que valoran tanto su ocio como el consumo que debe ser financiado con ingresos del trabajo. En este sentido, el trabajo viene a ser un “mal”, en cuanto disminuye el tiempo de ocio. En este modelo, el único valor del trabajo es generar ingreso. Por lo tanto, los individuos buscan obtener el máximo nivel de consumo con el menor nivel de trabajo posible.
Así, subsidios que no dependan del nivel de trabajo de las personas disminuirían la oferta de trabajo (porque con este ingreso extra “comprarían” más ocio). Si estos subsidios son focalizados según el nivel de ingreso, habría una disminución adicional en cuanto habría un desincentivo a trabajar para no perder el subsidio.
Por otro lado, si se establecen subsidios al trabajo, estos incentivarían el trabajo de los individuos a los que beneficie (hasta que el subsidio se comience a retirar).
Esta lógica es la base para el rediseño de los apoyos monetarios a las familias vulnerables en EE.UU. en la década de los 90. Este rediseño eliminó las transferencias que no dependían del trabajo a familias de bajos ingresos (el AFDC, Aid to Families with Dependent Children), dejando en libertad a los estados para establecer tasas de disminución de beneficios con el ingreso, número de meses máximos de beneficios (con un máximo de 5 años) y mandatando establecer requisitos de trabajo.
Al mismo tiempo, se introdujo un fuerte subsidio al trabajo (el EITC, Earned Income Tax Credit). La mezcla de estas políticas, en el contexto de una economía con alto crecimiento, generó un aumento en el número de personas trabajando. Por otro lado, algunas investigaciones recientes desafían la lógica del modelo básico.
Primero, evidencia de diversos países muestra que transferencias de ingreso de tamaño moderado (de un máximo de 20% del consumo) no deterioran la oferta de trabajo como lo predice la teoría.
Segundo, una investigación reciente para refugiados Rohingyasen Bangladesh, compara los resultados de entregar un bono versus un ofrecer trabajo que paga un monto equivalente.El trabajo tiene un impacto importante en el bienestar sicológico de los individuos, que es estadísticamente distinto al del bono, el que tiene un impacto sicológico limitado. Este resultado se anida en una larga tradición en sociología y sicología de los beneficios no pecuniarios del empleo.
Si bien estas conclusiones pueden ser específicas al contexto en que se realizaron las investigaciones, se relacionan con la discusión respecto al mejor diseño para entregar apoyos financieros a las familias. Esta discusión debiera considerar, por un lado, que no todos los individuos tienen condiciones para generar ingreso laboral, como por ejemplo el caso de personas en severa situación de discapacidad. En este sentido, resulta evidente que las transferencias al trabajo excluyen a las personas que no pueden trabajar, las que pueden ser muy vulnerables. Segundo, un nivel mínimo de ingreso no tiene necesariamente un impacto negativo en el trabajo.
Tercero, los subsidios al trabajo pueden ser efectivos en generar aumento en la probabilidad de trabajar, en la medida que exista una economía que genere contrataciones. De acuerdo con las estadísticas del INE, en el trimestre abril-junio 2021 hay aproximadamente 900 mil empleos menos que en el mismo trimestre del 2019. Al mismo tiempo, el número de personas fuera de la fuerza de trabajo aumentó en 1,2 millones en el mismo período. La tasa de desempleo de 9,5% esconde el impacto en los desempleados al haberse reducido la fuerza de trabajo.
En resumen, el mercado laboral chileno está deprimido. Al mismo tiempo, el aumento de la pobreza evidenciado por la Casen 2019 y la fuerte participación de los subsidios del gobierno en los ingresos de las familias más vulnerables, dan cuenta de la dificultad de disminuir fuertemente estos subsidios en la medida que el empleo no repunte. La evidencia de la experiencia de EE.UU. y la más reciente en países en desarrollo, evidencian los efectos positivos del trabajo en el bienestar de las personas más allá del aumento de ingreso, el potencial efecto positivo de los subsidios al empleo para impulsarlo, y la ausencia de efectos negativos de transferencias de ingreso modestas en el mismo. El diseño de la recuperación del empleo debiera considerar estos elementos en un esquema mixto de bonos y subsidios al empleo.