Pese a la caída en la evasión, el sistema de transporte público de Santiago registró una merma de $280 mil millones durante el primer semestre de este año, superior en $48 mil millones a igual período de 2017.

Si bien los ingresos totales subieron 10%, estos no fueron suficientes para contrarrestar el alza de 15% que anotaron los costos. El gobierno explica que este desempeño negativo está dentro de los márgenes estimados para este año, debido a la mayor inversión requerida por la Línea 6 del Metro, así como también del tren Alameda-Nos. Aunque también existe un mayor pago a los proveedores de los servicios de transporte.

Es una buena noticia la disminución de la evasión hacia niveles de del 25,5% (casi 10 puntos porcentuales menos que el año pasado); sin embargo, es momento de deterse a hacer una revisión mayor.

Más allá de las razones puntuales que, de acuerdo con la autoridad, habrían provocado este salto en el déficit, algo está pasando con el sistema que, definitivamente se consolida como la peor política pública de la historia reciente de Chile.

Un verdadero saco sin fondo que, ante la realidad de los números, es momento de ponerse rojo una sola vez y replantearlo, de manera integral. Pensar un nuevo sistema, desde cero.

No está claro que la nueva licitación, cuyas bases aún no se presentan, considere las medidas suficientes para garantizar que se terminará con la inercia de déficit que ha significado esta iniciativa.

El país tiene muchas necesidades aún como para enfrentar esta sangría financiera y que, por lo demás, brinda un servicio que no es lo suficientemente valorado por los usuarios.