Parece un invento de Q, el técnico de las películas de James Bond: un avión que aterriza en una pista, se deshace de sus alas, se transforma en un tren y rueda hacia unos rieles para dejar a los pasajeros en estaciones locales.
Eso es lo que ofrece a Boeing Co. y otros un emprendedor francés que ganó millones conectando a ingenieros con grupos industriales. "Link & Fly" es el nuevo diseño de avión insignia de Akka Technologies, con alas que se retiran para acelerar la rotación de personas en los aeropuertos y facilitar el abordaje acercándolo a los hogares de los pasajeros.
"Después de que los autos se vuelvan eléctricos y autónomos, el próximo gran cambio tendrá lugar en los aviones", dijo el máximo ejecutivo de Akka, Maurice Ricci, en una entrevista desde París. Boeing se encuentra entre los objetivos principales de Akka, que busca limitar su dependencia de compañías como Airbus SE y Renault SA en Europa.
Según el concepto futurista de Akka, los pasajeros abordarían un tubo similar a un tren en la estación de un vecindario y se les escanearían las retinas por seguridad durante el viaje al aeropuerto. Luego, se pegarían unas alas a la cápsula para el despegue. La compañía exhibió la idea en un vídeo de simulación en 3D y atrajo el interés de posibles clientes en Asia, dijo Ricci, sin nombrar a ninguna compañía.
Vuelos de vanguardia
Los fabricantes de aviones han comenzado a reaccionar a las ideas disruptivas de las compañías tecnológicas, desde las inversiones de Uber en taxis voladores hasta Kitty Hawk, una startup financiada por el cofundador de Google, Larry Page, que está creando un avión a batería para una sola persona. Airbus pasó a la ofensiva con una nueva división para supervisar el transporte del futuro, mientras que Boeing realizó una ruidosa incursión en los "jetpacks" (mochilas propulsoras).
Si bien Akka no cuenta con convencer a un fabricante de aviones para construir necesariamente todo el concepto "Link & Fly", la empresa apuesta que el diseño llame la atención y sirva de vehículo para lucirse. Partes de eso probablemente terminen en los aviones comerciales de sus clientes.
Akka, que tiene un valor de mercado de US$1.300 millones y cuyo mayor accionista es Ricci, emplea ingenieros que los clientes pueden contratar como consultores en proyectos. La compañía desarrolló un concepto de automóvil autónomo en 2008 y en 2014 se asoció con Dassault Systèmes para ofrecer servicios a fabricantes de automóviles.
Sus acciones han subido cerca de 23% este año, varias veces el avance de 1,8% de su referencia, el Índice CAC 40, y un salto comparable al del índice más amplio SBF120.
Similar al avión A320 de Airbus en cuanto al tamaño y el uso previsto, el transporte Akka Link & Fly para vuelos de corta distancia lleva a 162 pasajeros y se pueden retirar los asientos para transportar cargas en su lugar. Con las alas incorporadas y los motores fijados en la parte superior, el diseño tiene una envergadura de alrededor de 49 metros, 34 metros de largo y 8 metros de alto.
"Los aviones deben ser más eficientes, menos contaminantes y menos ruidosos", dijo Ricci. "Nuestro papel es conducir a nuestros clientes a las tecnologías del futuro".