El salar de Atacama es la joya de la corona, por tamaño, concentración de litio, ubicación geográfica y condiciones naturales. Es el mayor yacimiento del mundo en salmueras y ahí, sobre pertenencias mineras de Corfo, operan dos empresas: SQM y Albemarle. De los cerca de 50 salares que existen en Chile, es el único en explotación. Pero los privados y el gobierno aspiran a que no sea el único. Hace ocho años, una comisión presidencial del litio explicaba que Chile disponía de 19 salares estudiados con contenidos de litio y que cuatro eran los más promisorios: Atacama, Maricunga, Pedernales y Punta Negra. Hoy todas las miradas están concentradas en uno de ellos: Maricunga.
El salar de Maricunga tiene una superficie de 14 mil hectáreas, muy inferior a las 280 mil hectáreas del salar de Atacama. Y está a 3.750 metros de altura sobre el nivel del mar, más arriba que los 2.300 de Atacama. Su concentración de litio en las salmueras -superior a 1.000 mg/l- es la mitad del salar de Atacama y las reservas, un décimo. Hoy varias empresas tienen pertenencias mineras que compiten con sus proyectos ahí.
Hay, sin embargo, un asunto es clave: quienes podrán operar son quienes tienen pertenencias mineras previas a 1979, cuando un decreto creó la Comisión Chilena de Energía Nuclear (Cchen), declaró el carácter estratégico del litio y estableció la reserva del Estado sobre esos recursos. Previas a 1979 eran las pertenencias de Corfo en el salar de Atacama -que hoy arrienda a SQM y Albemarle- las pertenencias de Codelco en los salares de Maricunga y Pedernales. Pero hay otros dos actores: Minera Salar Blanco, controlada por la junior australiana Lithium Power International, y la alianza entre Cominor, del grupo que lidera Francisco Javier Errázuriz Ovalle, y la singapurense Simbalik, denominada Simco.
Las cifras son estas
Codelco -según una presentación del Ministerio de Minería de 2018 sobre pertenencias pre 79- tiene derechos equivalentes al 18% de la superficie del salar y empresas privadas, un 25%. Codelco tiene cerca de 2.500 hectáreas.
Salar Blanco tiene 2.541 hectáreas, concentradas en la zona norte del salar, pero solo 1.125 hectáreas son pre 79.
Simco declara tener 966 hectáreas entre Cominor y Simbalik. Su proyecto está diseñado en la zona nororiente del salar.
La empresa que tiene la mayor cantidad de pertenencias en Maricunga, sin embargo, es SQM, con 33 concesiones por aproximadamente 6.600 hectáreas, dijo la empresa a Pulso. Pero con una gran diferencia: son todas posteriores a 1979. Para explotar esos recursos se requieren concesiones administrativas o permisos especiales de operación, ya que el litio es un mineral no concesible. Si el gobierno establece en su retrasada política nacional del litio algún tipo de autorización para las pertenencias posteriores al decreto de hace 44 años, esas pertenencias adquirirán valor. Las pre 79, sin embargo, difícilmente serán afectadas por una nueva política: sus titulares podrían ir a tribunales locales e internacionales.
En 2018, Corfo obligó a SQM a apoyar a Codelco, si así lo requería, para desarrollar su proyecto en Maricunga, incluso aportando sus pertenencias a un emprendimiento conjunto: para ello tenía 4 años. Vencido el plazo, Codelco nunca activó esa cláusula.
Los actores de Maricunga no solo requieren pertenencias. Lo segundo, otro permiso otorga valor económico a esos derechos: son las autorizaciones de extracción y venta otorgadas por la Cchen a cada empresa.
Ahí, la ventaja es de Codelco: tiene autorizada una cuota de 325 mil toneladas de litio metálico equivalente (LME) hasta 2057, cuando vence el permiso otorgado por el Estado en 2017. Cada LME permite producir poco más de 5 toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE), la unidad de referencia de la industria.
Salar Blanco tiene autorización para extraer litio en salmuera por 88 mil toneladas (472 mil toneladas de LCE), pero según la eficiencia informada por la empresa, del 40%, podrá producir 35 mil por 30 años.
La alianza de Cominor y Simbalik suma 54 mil toneladas LME autorizadas por Cchen.
Así, los tres actores tienen activos y derechos que son diferentes. Salar Blanco está en la zona norte del salar, la más atractiva. Codelco en la zona sur, y muchas de sus pertenencias se superponen con el Parque Nacional Nevado Tres Cruces, lo que complejiza su operación.
Pero el tercer requisito es el que da ventaja a Salar Blanco en la carrera: los permisos, un asunto que retrasa por años cualquier proyecto minero.
Salar Blanco es la única de las tres empresas que tiene una Resolución de Calificación Ambiental (RCA) aprobada, incluyendo algo estratégico por lo que ningún otro proyecto ha pasado: la aprobación del Comité de Ministros, que en febrero de 2022 aprobó su proyecto. Aun quedan algunas reclamaciones pendientes en los tribunales ambientales, pero la firma confía en que esa valla será superada fácilmente.
Simco, en cambio, logró aprobar su RCA en septiembre de 2020, pero la Corte Suprema la obligó a retrotraer todo ese proceso a la etapa de consulta indígena, un obstáculo que Salar Blanco ya sorteó. Así, en los hechos, su RCA no está vigente.
Codelco no tiene nada de eso: recién terminando sus exploraciones y falta mucho aún para tramitar un permiso ambiental.
Salar Blanco lleva siete años de desarrollo de su proyecto. Ya ha invertido US$ 71 millones. Cuando presentó su Estudio de Impacto Ambiental, en 2018, estimó una inversión de US$ 527 millones, pero este año anunció que pretende invertir US$ 700 millones. El plan producir 20 mil toneladas de carbonato de litio metálico al año, un décimo de los cerca de 200 mil toneladas que en 2022 produjeron SQM y Albemarle. La firma asegura a Pulso que pretende finalizar el proceso de estructuración financiera del proyecto en el primer semestre del 2023 e iniciar su construcción a fines del segundo semestre. La construcción tardaría dos años y medio. Así, en 2026 podría estar produciendo y comercializando litio. Nadie más tiene esa ventaja de plazos.
El programa de Simco considera US$ 350 millones en 2018 para producir 5.700 toneladas de carbonato de litio y 9.100 toneladas de hidróxido de litio. Los dos proyectos también extraerán cloruro de potasio de las salmueras: 38.900 en el caso de Simco, 58 mil toneladas en el de Salar Blanco.
En la carrera por llegar al litio, Codelco es el más retrasado. El Estado le encomendó en 2016 su incursión en el litio -casi en la misma fecha en que Salar Blanco comenzó a desarrollar su proyecto- y en 2018, días antes de abandonar su segundo gobierno, Michelle Bachelet le concedió un CEOL (Contrato Especial de Operación de Litio). En 2017, Codelco presentó a Cochilco un plan de negocios: una alianza con privados para producir 20 mil toneladas anuales y una inversión de US$ 484 millones. Eso es hoy un papel para nada vinculante.
Pero Codelco tiene su propia ventaja: su condición de empresa estatal. El gobierno quiere impulsar la empresa nacional del litio, pero para ello deberá pasar por un Congreso donde no tiene los votos. Codelco, en cambio, tiene una filial constituida: Salar de Maricunga SpA. El valor de Codelco es uno: viabilizar los proyectos. Por eso, pero también por el tamaño del yacimiento, Codelco ha insinuado que el camino debe ser una alianza entre los actores presentes. Y los privados han recogido el guante.
Buenos vecinos
Hace diez días, en una cumbre del litio realizada en el Senado, el gerente de exploraciones de Codelco, Guillermo Müller, entregó cifras: la minera invertirá este año US$ 11 millones exploraciones en el salar, con lo que completará un gasto de US$ 23 millones. “Perforar un salar no es simple. Es bastante más complejo que una mina normal”, comentó Müller ante los senadores de la Comisión de Minería y los actores relevantes del litio. La empresa trabaja en el lado este del salar y pretende terminar en mayo el análisis. “La prueba de bombeo permitirá dimensionar el valor. Recién ahí podemos saber si tenemos o no negocio”, dijo Müller.
Ese día también expuso Cristóbal García-Huidobro, gerente general de Minera Salar Blanco: “Les quiero mostrar la visión del proyecto más avanzado de litio fuera del salar de Atacama en Chile”, dijo ese día. Salar Blanco, que aspira a convertirse en el tercer actor del litio, tras 35 años con solo dos actores, tiene una buena vecindad con Codelco. “Tenemos una buena relación con ellos. De hecho, el campamento que están usando para poder explorar es el nuestro”, contó García-Huidobro.
Ambas compañías firmaron en 2019 un acuerdo para un proyecto conjunto en Maricunga, pero ese pacto se extinguió en 2020 y no ha sido renovado. Pero el camino de una alianza es el más probable. En el seminario del litio en Valparaíso, el académico Gustavo Lagos recomendó ese camino. “Sugiero que Codelco negocie con Salar Blanco, que ya tiene una autorización Cchen y RCA (Resolución de Calificación Ambiental), para explotar conjuntamente una parte del salar de Maricunga, comenzando la producción pronto”, afirmó.
El presidente de Codelco, Máximo Pacheco, lo insinuó en Pulso hace un mes: “El salar de Maricunga tiene características muy importantes. Es muy difícil que se pueda dar la condición que haya muchas empresas participando en esto y, por tanto, un rol importante de Codelco es contribuir a articular y asociar los esfuerzos de otras empresas que tienen interés ahí y han desarrollado su trabajo de exploración”.
¿Hay conversaciones para aquello? “Siempre hay conversaciones”, dice un actor involucrado en el salar de Maricunga.
“Minera Salar Blanco cree que en Maricunga la mejor forma de desarrollo sería a través de un formato mixto, donde exista una asociación con alguna empresa estatal que participe en la propiedad y, al mismo tiempo, exista una estructura de royalty y condiciones de operación que le permitan al Estado asegurar una recaudación consistente en el tiempo y adecuada al retorno de la operación”, dice su gerente general a Pulso.
Más aún, García-Huidobro no escabulle la pregunta sobre la cuprífera estatal. “Codelco siempre será un socio natural para el desarrollo de Proyecto Blanco. Primero, porque tienen presencia en Maricunga; segundo, porque es una empresa minera de nivel mundial y titular del CEOL otorgado sobre una gran parte del salar de Maricunga”, agrega el gerente.
La articulación de un solo gran actor permitiría consolidar pertenencias y derechos y explotar racionalmente el salar. Y entregar otra escala a la producción de litio ahí.
Ya lo dijo así Máximo Pacheco. Ahora Codelco no estuvo disponible para responder consultas sobre el salar de Maricunga.
Una asociación tiene un problema: Codelco pidió al Ministerio de Minería modificar su CEOL y declarar la titularidad de la cuprífera estatal sobre todo el salar. Incluyendo las pertenencias pre 79 de otros actores. A ello se han opuesto Salar Blanco y Simco. El Ministerio de Minería acogió a trámite la solicitud, pero aún no se pronuncia. Si accede a la petición de Codelco, los inversores han anunciado ya una ardua batalla.
Sebastián Yang, gerente general de Simbalik, socio de Simco, espera que la cartera no desconozca los derechos otorgados en el salar de Maricunga, lo que sería “un acto totalmente contrario a la legislación y la tradición Chilena de respeto al rule of law”. Si aquello ocurre, advierte Yang, “ejercerán a nivel internacional y nacional todas las acciones que correspondan para defender nuestros legítimos derechos ante tribunales internacionales respaldados por tratados internacionales vigentes”.
Y hay otro asunto pendiente. Todos alertan que la explotación del salar debe realizarse de un modo ambientalmente sostenible. La RCA de Salar Blanco autoriza el empleo del método de evaporación, la misma tecnología que operan SQM y Albemarle en el salar de Atacama. Todas las empresas globales estudian tecnología de extracción directa y varios especialistas dicen que aquella debe ser la manera de operar salares: retirar salmueras, extraer el litio y reinyectar luego las salmueras.
Lo destaca Sebastián Yang, el socio del grupo Errázuriz: la RCA de Simco -suspendida y en consulta con las comunidades indígenas- considera una “planta piloto con tecnología de extracción directa para explotar el litio, la cual implicará la forma de explotación extremadamente eficiente y amigable con el medio ambiente, en vez de piscinas de evaporación (sistema actualmente utilizado en el país) y que permite la reinyección de la salmuera sin consumir el agua del salar”, dice el ejecutivo.
Pero aquella parece ser una verdad que otros rebaten. Dicen dos cosas. Primero, que esa tecnología consume más agua fresca que la evaporación. Y segundo, y más grave aún, que nadie ha estudiado el impacto ambiental de la reinyección de salmueras que cambiaron de composición química. “Hoy en el mundo no hay plantas industriales de extracción directa. No es una tecnología probada”, dice un actor de la industria.