El viernes, la FAO lo alertó. El conflicto bélico entre Ucrania y Rusia generaría importantes repercusiones en la cadena alimentaria mundial. Es que ambas naciones son grandes exportadores de cereales y concentran cuotas importantes de dos de los tres granos más consumidos a nivel mundial: el maíz y el trigo. Sólo se salva el arroz, que no está radicado en esas naciones.
Hoy los dos países en guerra tienen cerca de un 14% de los envíos de maíz y suman casi un tercio de las ventas de trigo a todo el mundo. Ucrania es conocida como el granero de Europa. Los mercados ya han hecho eco de ello. El índice de precios de los alimentos de la FAO alcanzó un máximo histórico en febrero. En la Bolsa de Chicago, el trigo ha subido un 50% desde el inicio del conflicto.
Y esta semana, la situación se estresó aún más. El jueves, Vladimir Putin prohibió la exportación de unos 200 productos, entre ellos, los cereales; un día antes Volodímir Zelenski había tomado la misma decisión. Toda la cadena se cortó.
El consumo per cápita de trigo a nivel mundial es de 67,4 Kg al año. Según el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia), la ingesta del cereal en Chile es bastante más alta que el promedio del orbe: 140 kg per cápita, aportando entre un 36% a 46% de las proteínas, un 36% a 38% de la energía y un 21% a 71% de los minerales a la dieta diaria de los chileno.
Actualmente, el trigo es el principal cereal plantado en el país. Y el de mayor consumo. Y, si bien Chile no importa el producto desde los países en pugna, indirectamente sus efectos se dejan sentir.
Un sector donde la mitad se importa
Hace varios años atrás, Chile prácticamente se autoabastecía de trigo. En 2015, el país producía 1,5 millones de toneladas, ahora, en la temporada 2020-2021, generó 1,2 millones. En ese período, las hectáreas plantadas bajaron de 258 mil a 205 mil hectáreas, según Odepa. “La superficie cultivada con trigo ha ido disminuyendo paulatinamente debido a situaciones de rentabilidad del cultivo y al surgimiento de nuevas alternativas productivas para los productores de la zona sur del país”, señala Sergio Schmidt, gerente general de Cotrisa, organismo estatal que persigue la transparencia del mercado, al entregar información como precios de transacción, además de actuar como poder comprador si los precios internos y externos se desalinean.
Hoy, Chile consume cerca de 2,4 millones de toneladas al año, de las cuales aproximadamente un 45% se satisface con trigo nacional que se planta principalmente desde la región del Maule al sur, con una concentración mayor en la zona de La Araucanía. El resto se importa. Argentina es nuestro principal proveedor. En 2021, un 49% provino de ese mercado. En segundo lugar, se ubicó Canadá con un 35% del total, y luego Estados Unidos, con un 15%. En los meses que llevamos de 2022, un 68% se estaba importando del país vecino.
Hoy, Rusia no está entre los abastecedores de Chile. Es, eso sí, el principal exportador de trigo del mundo. Datos de Cotrisa aseguran que envía al mundo más de 38 millones de toneladas de las 198 millones que se exportan anualmente, es decir, cerca de un 20% del total . El jefe de Estudios de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), Francisco Gana, señala que le venden básicamente a Pakistán, África, y naciones del Medio Oriente. Le siguen la Unión Europea con unos 30 millones, y Estados Unidos, con 26 millones. En quinto lugar está el otro país en conflicto, Ucrania. De ahí salen 16,7 millones de toneladas.
Dado este panorama, a Chile no le impacta directamente el conflicto bélico en temas de abastecimiento, pero sí a nivel de precio.
El producto se transa básicamente en la Bolsa de Chicago (Chicago Mercantile Exchange, CME) y la Bolsa de Rosario, en Argentina. Desde enero a la fecha, el valor en la primera plaza bursátil ha subido del orden de 50%. Y le ha pegado directamente al precio en Argentina. Ahí el incremento ha sido cercano al 32%.
Esos avances no se han traducido con tal fuerza en este lado del mundo. “Los precios en el mercado doméstico han presentado ligeros ajustes alcistas desde el inicio del conflicto bélico”, señala Sergio Schmidt, de Cotrisa. Si entre la semana del 22 al 28 de febrero la media se movía entre los $30.000 y $33.000 el quintal, entre el 8 y el 14 de marzo, ese rango se extendió hacia los $34.000 el quintal; una expansión menor porque la temporada ya está prácticamente finalizada.
En el país, el trigo se planta entre julio y septiembre y se cosecha entre enero y marzo. Quedan por comercializar sólo remanentes en el sur de Chile, explican en el mercado. Tal es así que la producción interna, es decir, el 45% del consumo total, ya está colocada. Las importaciones son las que se van comprando a lo largo del año. “Es esperable que los costos de importación de trigo presenten incrementos, lo cual debiera tener un impacto en los precios internos”, adelantan en Cotrisa.
Hoy, los principales compradores del producto son los molineros y supermercados.
En la SNA explican que los molineros del sur se abastecen casi en su totalidad del producto nacional, ya que están en la zona donde se planta. Son los compradores del área central y del norte los que tienden a comprar al exterior.
El presidente de la Asociación de Molineros del Sur y socio de Molinera y Arrocera Santa Marta, David Vivero, reconoce que la salida del mercado del trigo de Rusia y Ucrania golpeará los precios. Sin embargo, asegura que hay alicientes: la cosecha de Argentina fue récord, alcanzando los 22 millones de toneladas. Y aún se está a la espera de cómo vendrá la de Estados Unidos y Canadá. Y si bien afirma que se ha observado una mayor demanda interna por harina, hoy el producto está. “Estamos recién terminando la temporada de cosecha de trigo y al momento se dispone de abastecimiento para la producción de harina”, sostiene.
En el mercado bursátil existen derivados financieros que permiten brindar coberturas ante los riesgos de variaciones de precio en el mercado internacional de trigo. Se pueden comprar futuros u opciones de compra o venta, dependiendo de las circunstancias del mercado. Aquellos instrumentos son muy utilizados en los mercados graneleros más desarrollados como Estados Unidos, Canadá o Argentina, explica Vivero. “En Chile, el conocimiento y uso de este tipo de instrumentos es bajo, quedando supeditados a grandes empresas que importan cereales y que están expuestos a la volatilidad que tienen los precios en el mercado internacional de granos”, dice. Añade que dado el tamaño de los molineros nacionales, tales seguros son aún muy costosos.
La harina y el trigo están directamente vinculados. Un 80% de la producción de harina es justamente el cereal. “Si este sube un 5%, un 3,5% subiría la harina si todos los otros costos se mantienen sin variación”, indican en la SNA.
Y el producto más consumido que sale de esa mezcla es el pan. Según datos de la Federación Chilena de Industriales Panaderos (Fechipan), en el país se ingieren del orden de 90 kilos por persona al año, siendo uno de las naciones líderes en la materia.
El director ejecutivo de la Asociación de Panaderías y Pastelerías (Chilepan) , Pedro Jofré, indica que un tercio de la producción de pan dice relación con la harina. “Impacta bastante. Si a eso le sumamos que la energía está al alza, y un dólar alto que encarece los insumos importados, es una complicación grande para la industria del pan”, destaca.
Según datos del INE, el pan ha subido 5,1% en el año. Sólo en febrero, reportó un alza mensual de 3,2%, siendo el avance más importante de todos los productos de alimentos y bebidas no alcohólicas que mide el Instituto.
Francisco Gana explica que si se sigue con la estimación de un alza de 5% en el valor del trigo, el pan debiera incrementar su precio, en términos gruesos, un 1,5% por este efecto. “No podemos afirmar que el precio del pan va a subir, lo que sí podemos decir es que nuestra estructura de costos está yéndo al alza fuertemente, y eso naturalmente hace que las empresas del sector estén viendo cómo sus márgenes se estrechan, lo que ya ha impulsado alzas en el pasado. Y si eso se mantiene, los que caigan en pérdidas, van a revisar sus precios”, señala Jofré.
A comienzos de semana, España y Francia le propusieron a la Unión Europea eliminar las restricciones que les impiden importar cereales desde Argentina y Estados Unidos. El corte de las exportaciones desde Ucrania podría hacer urgente esa medida. Los principales proveedores de Chile aparecían como suplantadores del granero de Europa.
Si bien hasta el cierre de esta edición no había una respuesta desde Bruselas, sí es una señal clara de que el mercado seguirá presionando los precios al alza.
En Chile, ese escenario no sería razón suficiente para volver a reactivar los cultivos de trigo. Según cifras de INE-Odepa, el aumento en la intención de siembra proyectado para la temporada 2021/2022 sería de sólo 0,6%. En Cotrisa explican que las decisiones de siembra no sólo dependen de la variable precio. También entran en la juguera -indica Sergio Schmidt- los costos de los agroinsumos, la incertidumbre en la macrozona sur, los sistemas de rotación de cultivos anuales existentes en esa zona y la situación climática, cada vez más desafiantes para la agricultura.
“Estamos en permanente comunicación con nuestros clientes, la situación hoy del mercado es incierta y estamos esperando que las cosas se empiecen a normalizar, porque la volatilidad supera el comportamiento normal de todos los mercados mundiales”, apunta el presidente de la Asociación de Molineros del Sur, David Vivero.