De acuerdo con proyecciones de la Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur), este año debiesen visitar el país 5 millones 700 mil personas, lo que representa 700 mil menos que el 2017. Baja que se explica en gran medida por la caída en la llegada de argentinos debido a múltiples factores, principalmente económicos.

Disminución que en parte ha sido compensada por el aumento de turistas de otros destinos estratégicos como Brasil, y de países lejanos (EEUU, Europa y Asia). Por lo tanto, si se observa el cuadro general, incluyendo otros indicadores, como ingreso de divisas (US$1.785 millones el primer semestre de este año), empleo (400 mil empleos directos creados) y tráfico aéreo (23 millones de pasajeros), por mencionar algunos, este 2018 fue un buen año para la industria.

Pero más allá de las cifras macro, al momento del balance de estos 12 meses, es importante considerar que Chile está en un momento determinante para vestir de traje largo al turismo, y la posibilidad de consolidar al país como un destino de clase mundial, que tenga la capacidad de ser competitivo frente a otros mercados altamente atractivos a nivel global.

Lograr esto requiere abordar varios aspectos que aún están pendientes, siendo uno de los más imperativos el contar con una institucionalidad turística moderna y acorde a los desafíos y transformaciones que impone un mundo cada vez más tecnológico y exigente.

En el Congreso sigue sin ser despachado el proyecto de ley que modifica la actual institucionalidad. Sin esa normativa, será difícil acometer los cambios que está demandando la industria, y que como sector privado, en conjunto con el mundo público, venimos empujando.

La flexibilidad laboral es otro punto neurálgico para el desarrollo del sector turístico. En el desayuno anual de la industria organizado en octubre pasado, el Presidente Piñera anunció el envío al Congreso de un proyecto en esta materia, sin que hasta ahora se haya concretado.

También en el plano laboral, Fedetur ha planteado la propuesta de elevar la cuota de extranjeros que pueden contratar las empresas chilenas, aumentando el techo actual de 15% en empresas de 25 o más trabajadores, al 30% para empresas con más de 100 trabajadores.

Regularizar la oferta informal de alojamientos turísticos es otro de los desafíos. Igualar las condiciones y exigencias de empresas establecidas con las informales es una prioridad para contar con servicios competitivos y de calidad.

Finalmente, quiero destacar positivamente que se haya resuelto el paro portuario en Valparaíso, ya que se evitó un daño mayor a la ciudad y la región en momentos que se está iniciando la temporada alta de turismo.

De paso, la controversia reafirma la importancia de que exista una coordinación entre los actores locales para evitar que estas situaciones se repitan, y se tome conciencia de la relevancia que tiene la actividad turística para los distintos territorios del país y sus economías.

En el siglo de la innovación y las transformaciones digitales, Chile tiene una gran oportunidad de catapultar al turismo como un actor central en el proceso de diversificar la matriz de desarrollo económico del país. Entender esta actividad como una política de Estado e implementar los incentivos correctos son parte de la receta.