En medio de la discusión sobre nuevas formas de estructurar el trabajo hay dos elementos que siguen estando ausentes en el debate y que son imprescindibles de sopesar si queremos realmente cambiar las condiciones del mercado laboral en nuestro país.

Un aspecto ineludible es el hecho de que Chile sigue exhibiendo un rezago en materia de participación laboral. Según datos de la Ocde -calculados con información del INE- la participación en nuestro país alcanzó en el primer trimestre de este año 67,3%, solo superando a Italia, México y Turquía, y 20 puntos por debajo de los líderes en esta materia: Islandia, Suiza, Nueva Zelandia y Países Bajos (todos sobre 80%). ¿La principal debilidad? La participación femenina. Porque, además de que la diferencia entre la tasa femenina chilena (57,7%) y el promedio de países Ocde (65%) es alta, nuestro país posee una de las mayores brechas entre participación masculina y femenina (casi 20 puntos de diferencia).

Otro aspecto preocupante es la baja generación de empleo privado. Según los datos del INE la participación de este en el empleo total llegó a 57,1%, en el año móvil terminado en junio, por debajo del máximo alcanzado en octubre de 2013 de 60,1%. ¿La razón? Crece el empleo por cuenta propia, que pasó en el mismo período de 19,6% a 21,9% y también el empleo asalariado público, que pasó de representar 10,4% en octubre de 2013 hasta el 12,2% actual. Es decir, a pesar de que el empleo ha estado aumentando, su composición se ha orientado hacia aquellos tipos de empleos de menor calidad (cuenta propia) o que no son fruto de la actividad productiva (empleo público).

Alguien pudiera replicar que los datos del INE dejaron de ser confiables. Pero al mirar la información de la Dipres para el primer trimestre de este año, los datos administrativos revelan que el empleo público creció a una tasa de 7,1% (en el gobierno central) por sobre lo reportado por el INE de 4,1% para el mismo periodo (usando la serie de asalariados del sector público).

Estos dos elementos -baja participación y menor generación de empleos asalariados privados- deben servir como punto de partida en cualquier discusión sobre cambios en el mercado laboral. Lo saben bien los países líderes en esta materia, cuya legislación reconoce que existen diferencias insalvables entre los distintos sectores de la economía y que entrega, en consecuencia, la necesaria flexibilidad para que todos -trabajadores y empresas- desarrollen su máximo potencial.