Con gran pompa y ceremonia, el gobierno chino reveló su nueva zona piloto de libre comercio en la capital comercial de China, Shangai, el mes pasado. El proyecto ha sido considerado como el sucesor de la zona económica especial establecida en Shenzen, junto a la frontera con Hong Kong, en los años '80 por Deng Xiaoping, el líder de China de entonces, a medida que se embarcaba en una serie de experimentos de mercado.
Los optimistas predicen que los actuales líderes chinos usarán la nueva zona de 28 kilómetros cuadrados para introducir sus propias reformas ambiciosas y llevar a la segunda mayor economía del mundo de vuelta a un crecimiento sustentable por las próximas décadas.
Después de más de 30 años de rápida expansión, que le deben mucho a las políticas de Deng, el modelo de crecimiento que introdujo se está quedando sin fuerza.
La economía china creció 7,8% el año pasado, su ritmo más lento desde 1999. Si se desacelera a menos de 7,6%, este año será el de peor desempeño desde 1990, cuando China estaba sujeta a sanciones tras la masacre de Tiananmen.
Pese al hecho de que una amplia medida de crédito se expandió a su ritmo más rápido en la historia en el primer semestre del año, el crecimiento siguió cayendo. La economía se expandió 7,5% en el segundo trimestre, por debajo del 7,7% del primero. Este jueves se dará a conocer el crecimiento del tercer trimestre, para el cual se espera un 7,8%.
La actividad repuntó en el tercer trimestre, en gran parte gracias a la expansión crediticia, pero ni siquiera los analistas o funcionarios más optimistas creen que Li Keqiang, el primer ministro, y sus colegas puedan mantener el rápido crecimiento sin grandes reformas financieras y económicas.
"Para muchos observadores de China y participantes del mercado, este es un momento decisivo. Después de tres décadas de rápida expansión, la economía se está quedando sin fuerza, pero más importante es que hay problemas estructurales que amenazan el crecimiento sustentable e incluso la estabilidad social", dice Wang Tao, economista jefe de UBS para China. "Si el nuevo gobierno no lanza reformas profundas ahora, mucha gente cree que la economía de China va camino a la ruina".
Tal como las reformas de Deng a comienzos de los '80, mucha gente compara la nueva agenda de reformas con la de fines de los '90, cuando el premier Zhu Rongji hizo una revisión de las empresas estatales tras la crisis asiática.
Las reformas que Zhu implementó incluyeron el despido de alrededor de 40 millones de empleados estatales que pensaban que tendrían trabajo de por vida, con beneficios desde vivienda a salud.
Zhu también empezó las reformas al mercado inmobiliario que dieron como resultado una transferencia de riqueza desde el estado a los hogares y que creó, prácticamente de un día para otro, el sector inmobiliario comercial que ahora es el motor más importante de la economía china.
Finalmente, Zhu también impulsó a China a entrar a la Organización Mundial del Comercio, preparando al país para un auge de inversión y exportaciones que le permitió convertirse en el mayor comerciante de bienes del mundo y la segunda mayor economía después de EEUU.
Todos estos poderosos motores han empezado a fallar y ya no son suficientes para mantener la economía creciendo a las tasas que estaba acostumbrada.
Especialmente desde la crisis financiera global, cuando China vio sus exportaciones caer de manera dramática y su mercado inmobiliario hundirse por primera vez, el crecimiento se ha vuelto cada vez más dependiente del crédito. Muchos advierten que China podría enfrentar su propia crisis financiera.
"Fundamentalmente, creemos que los desafíos que enfrenta la economía china no se han enfrentado: la sobrecapacidad industrial, la alta deuda de gobierno corporativo y local entrelazada con riesgos asociados con una creciente banca en las sombras y una burbuja inmobiliaria latente", plantea Jian Chang, economista de Barclays. "Recortamos nuestra proyección de crecimiento para 2014 a 7,1% desde 7,4%, por el menor potencial de crecimiento, riesgos financieros y fiscales significativos y una urgente necesidad de ajustar la estructura de la economía y hacer reformas estructurales".
La mayoría de los analistas concuerda en que los nuevos líderes chinos debieran reducir la dependencia de la economía en la inversión e impulsar el consumo, y que el gobierno también necesita reducir su control sobre la asignación de recursos productivos clave.
Como herramienta para combatir estos desafíos, la zona de libre comercio de Shangai aparece inadecuada por sí sola. El gabinete chino subrayó seis áreas para la zona en las cuales enfocarse: servicios financieros; exportaciones y logística; comercio; servicios profesionales como leyes e ingeniería; cultura y entretención; y servicios sociales incluyendo salud y educación.
Pero sin señales de grandes reformas desde el lanzamiento de la zona libre de Shangai, la mayoría de los analistas e inversionistas han volcado su atención a un cónclave del partido comunista a fines de noviembre. Muchos esperan que las reformas necesarias para dar a China un crecimiento más sostenible de largo plazo sean reveladas en esa reunión.
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