El estricto silencio que caracteriza a los ex presidentes en Estados Unidos, que se quedan recluidos en sus fundaciones mirando con distancia el acontecer nacional, podría no aplicar a Barack Obama. Aunque hay misterios respecto a qué se dedicará específicamente después de entregar las llaves de la Casa Blanca a Donald Trump, la actual debilidad del partido demócrata obligarían al primer presidente afroamericano a seguir en la primera línea de la política.

“Como un ciudadano estadounidense al que le importa profundamente su país, si hay asuntos que tienen menos que ver con especificidades de algunas propuestas legislativas o batallas, pero involucran preguntas centrales sobre nuestros valores e ideales, y pienso que es necesario o positivo para mi defender esos ideales, entonces veré qué me toca hacer”, dijo Obama en una entrevista a Politico.

Si cumple con estas palabras y se involucra en discusiones de política doméstica marcará una notoria diferencia entre los ex presidentes vivos de Estados Unidos. Los demócratas Jimmy Carter y Bill Clinton han optado por limitar su participación a la escena internacional, interviniendo en emergencias diplomáticas y humanitarias, salvo cuando a este último le ha tocado apoyar las campañas presidenciales fallidas de su esposa Hillary Clinton.

En tanto, por el lado republicano, los Bush, padre e hijo, se han concentrado en posicionar, tras bambalinas, a otro miembro de la familia, Jeb Bush.

La notoriedad de Obama obedecería a un alicaído partido demócrata tras las elecciones del 8 noviembre, en las que los estadounidenses no sólo le dieron la presidencia a los republicanos, sino que también las mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes. Como si eso no bastara, Obama no tuvo éxito con sus nominados para la presidencia de la Corte Suprema, entregándole a Trump la responsabilidad de llenar el cargo más alto del poder judicial.

Así, son varias las políticas de su administración que están en la cuerda floja, desde asuntos internos como el Obamacare y la Ley Dodd-Frank que regula el sistema financiero, hasta internacionales, como el acercamiento a Cuba y los tratados de libre comercio con el Pacífico y la Unión Europea.

En ese marco, el capital político del saliente presidente será vital. Después de todo su aprobación alcanza el 53,8% a una semana exacta del cambio de mando, superando considerablemente a la que ostentaban otros ex presidentes al final de sus mandatos.

Michael Cornfield, cientista político del Global Center for Political Engagement de la Universidad George Washington, señala que a pesar de que el éxito de muchas de las políticas de Obama hoy se ponen en duda, “los estadounidenses tienen una percepción positiva sobre su persona. Incluso algunos de sus oponentes respetan su dignidad fundamental”.

Para ocupar un papel importante en la oposición es clave su permanencia en Washington DC, algo en lo que también se diferencia de sus antecesores. Los Obama planean permanecer en la capital estadounidense, en una casa en el barrio de Kalorma, al menos hasta que Sasha Obama, su hija menor, termine la escuela secundaria. “¿Transferir a alguien en el medio de la escuela secundaria? Muy duro”, señaló el mandatario a periodistas en marzo pasado.

Tareas más tradicionales

El interés por la política interna estadounidense de Barack Obama, sin embargo, no lo alejará de las labores que acostumbran a desempeñar los ex mandatarios.

Al igual que Carter y Clinton, se espera que el prestigio ganado tras su paso por la Oficina Oval, le otorgarán a Barack Obama un lugar privilegiado en el escenario político global.

Según consigna CNN, su popularidad es fuerte en Asia, tanto por los años de su juventud que vivió en Indonesia como por algunos actos durante su presidencia. Obama fue el primer presidente de EEUU en participar del desfile anual del Día de la República de la India (que celebra la firma de la primera constitución tras independizarse del Reino Unido) y, asimismo, fue el primero en visitar Hiroshima, donde rindió honores a los japoneses muertos tras el lanzamiento de la bomba nuclear que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.

Su peso internacional también se sostiene sobre el acercamiento que estableció con Cuba, el acuerdo para poner fin al programa nuclear de Irán y la ratificación del acuerdo climático global de París. Todo lo cual compensaría los cuestionamientos sobre el rol que jugó EEUU durante su administración en el Medio Oriente.

De lo anteriormente mencionado, lo más claro es que dedicará más tiempo a organizaciones sin fines de lucro. “Volveré a hacer el tipo de trabajo que estaba haciendo antes, tratando de encontrar maneras de ayudar a la gente, ayudar a los jóvenes a recibir educación, ayudar a la gente a conseguir trabajo y tratar de atraer negocios a los barrios que no tienen suficientes negocios. Ese es el tipo de trabajo que realmente me gusta hacer”, dijo Obama en un encuentro con jóvenes el año pasado.

En ese contexto, es posible que tome más protagonismo en la fundación My Brother’s Keeper Alliance, que se dedica a mejorar la vida de jóvenes afroamericanos y latinos.

De hecho, ha señalado que la Alianza “seguirá siendo una misión para mí y para Michelle no sólo por el resto de mi presidencia, sino por el resto de mi vida”.

También es probable que escriba su autobiografía. Sus dos libros anteriores, “Los sueños de mi padre” y “La audacia de la esperanza”, fueron bestsellers, por lo que Harvey Klinger, un agente literario, estima que por el libro tras su paso por la Casa Blanca recibiría por adelantado entre US$10 millones y US$15 millones.