Por Jeffrey D. Sachs
La Alianza Mundial para la Educación (AME), una loable iniciativa que es capaz de promover la educación en 65 países de bajos ingresos, atraviesa por lo que en la jerga de la asistencia para el desarrollo se denomina una "ronda de reposición", lo que significa que está pidiendo a los gobiernos donantes que depositen de nuevo fondos en sus arcas. Sin embargo, el hecho de que la AME mendigue para recibir meras migajas -apenas US$1 mil millones por año- pone en evidencia la farsa que es el compromiso de los gobiernos occidentales con el programa Educación para Todos.
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Estados Unidos y la Unión Europea nunca se han preocupado demasiado por dicho programa. Cuando se trata de enfermedades, a veces han estado dispuestos a invertir para frenar o detener epidemias como el sida, la malaria y el ébola, tanto para salvar vidas como para evitar que las enfermedades lleguen a sus propios países. Pero, cuando se trata de educación, muchos países en Occidente están más interesados en construir muros y campos de detención que escuelas.
La AME lleva a cabo un trabajo excelente en cuanto a promover la educación primaria en todo el mundo. Los países donantes, la totalidad de los cuales se comprometieron con el programa Educación para Todos hace mucho tiempo, deberían demandar a gritos ayuda para una de las organizaciones más efectivas del mundo en el logro de ese objetivo. No obstante, los donantes generosos son pocos y guardan distancia entre sí.
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Esta realidad se remonta a la época imperial. Cuando la mayor parte de África y gran parte de Asia se encontraban bajo el dominio europeo, los colonizadores invirtieron poco en educación básica. Incluso tan tardíamente como en el año 1950, según datos de Naciones Unidas, el analfabetismo estuvo omnipresente en las colonias africanas y asiáticas de Europa. Cuando se declaró la independencia de Gran Bretaña, la tasa de analfabetismo de India se encontraba en un nivel entre 80% y 85%, que es más o menos similar a la tasa de analfabetismo de Indonesia en el momento en que se independizó de los Países Bajos. En África occidental francesa, la tasa de analfabetismo en 1950 se situaba entre 95% y 99%.
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Después de la independencia, los países africanos y asiáticos fueron tras la consecución de iniciativas masivas, y en su mayoría exitosas, para incrementar los niveles de educación básica y alfabetización. Sin embargo, lejos de aprovechar esta oportunidad para recuperar el tiempo perdido, Europa y EEUU Unidos han brindado consistentemente una asistencia raquítica para la educación primaria y secundaria, incluso después de haber asumido compromisos de alto perfil, como la iniciativa Educación para Todos y el cuarto objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS4), el cual hace un llamamiento a favor del acceso universal a la educación desde el nivel preescolar hasta la escuela secundaria.
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Considere los desalentadores datos sobre la ayuda al desarrollo para la educación, ayuda que se ha estancado durante años -y, en realidad, disminuyó entre los años 2010 y 2015-. Según datos recientes de la OCDE, la ayuda total de los donantes para la educación primaria y secundaria en África ascendió a tan sólo US$1,3 mil millones en 2016. Para poner esa cifra en perspectiva, el presupuesto del Pentágono es de aproximadamente US$2 mil millones por día. Ya que existen alrededor de 420 millones de niños africanos en edad escolar, la ayuda total ascendió a aproximadamente US$3 por niño al año.
No se puede decir que los gobiernos occidentales ignoren que se necesita mucho más. Varios cálculos recientes y detallados proporcionan estimaciones creíbles sobre cuánto financiamiento externo necesitarán los países en desarrollo para alcanzar el ODS4. Un estudio de Unesco indica un total de US$39,5 mil millones por año. Un informe de la International Commission on Financing Education Opportunity, dirigida por el ex primer ministro británico Gordon Brown, también ubicó las necesidades de financiamiento externo de los países en desarrollo en niveles que alcanzan las decenas de miles de millones de dólares por año.
Estas son las razones por las cuales se necesita ayuda. Un año de educación en África requiere al menos US$300 por estudiante (tómese en cuenta que los países ricos gastan varios miles de dólares por estudiante al año). Debido a que la población en edad escolar de África representa aproximadamente un tercio del total de la población, el financiamiento per cápita que se requiere es de aproximadamente US$100. Sin embargo, para un país africano típico, esa suma representa aproximadamente 10% del ingreso nacional per cápita -mucho más de lo que el presupuesto de educación puede cubrir. La ayuda externa puede y debe cubrir la brecha financiera para que todos los niños puedan asistir a la escuela.
Eso no está sucediendo. El gasto anual por niño en edad escolar en el África subsahariana llega a aproximadamente un tercio del mínimo necesario. Como resultado, la mayoría de los niños no llegan ni de lejos a terminar la escuela secundaria. Se ven obligados a abandonar los estudios antes de terminarlos, debido a que no hay vacantes en las escuelas públicas y el costo de la matrícula para asistir a escuelas privadas es demasiado alto para la mayoría de las familias. Las niñas, en especial, son las que tienen mayor propensión a abandonar la escuela antes de tiempo, a pesar de que los padres saben que todos sus hijos necesitan y merecen una educación de calidad.
Sin las habilidades que proporciona la educación secundaria, los niños que abandonan la escuela antes de tiempo están condenados a la pobreza. Muchos, a la corta o a la larga, intentan emigrar a Europa embarcándose en una búsqueda desesperada de un medio de vida. Algunos se ahogan en el camino; otros son capturados por patrullas europeas y se los envía de regreso a África.
La AME debería recibir al menos US$10 mil millones al año (unos cuatro días de gastos militares de los países de la OTAN) para poner a África en el camino hacia la educación secundaria universal. En cambio, según se sabe, la AME continúa suplicando a donantes para que le den menos de US$1 mil millones por año para cubrir sus programas en todo el mundo. En lugar de solucionar verdaderamente la crisis educativa, los líderes de los países ricos proclaman, de discurso en discurso y de reunión en reunión, su ardiente amor por la educación para todos.
En toda África, los líderes políticos, religiosos y de la sociedad civil están haciendo lo que pueden. Ghana anunció recientemente la educación secundaria superior gratuita para todos, marcando el ritmo para el continente. A la par de la lucha de los países africanos por financiar sus ambiciosos compromisos, nuevos socios, incluidos entre ellos empresas privadas y personas con altos patrimonios netos, deberían dar un paso al frente para ayudarlos. Los donantes tradicionales, por su parte, tienen que compensarlos por décadas de tiempo perdido. La cruzada por la educación no se detendrá, pero la historia juzgará muy duramente a aquellos que dan la espalda a los niños necesitados.
*El autor es profesor de Desarrollo Sostenible y profesor de Políticas y Gestión de la Salud en la Universidad de Columbia, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Copyright: Project Syndicate, 2018.