El fin de semana pasado tuve el honor de participar como expositor de la conferencia "MBA/Chile 2018", que tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad de Chicago. Todos los años, los alumnos que estudian un MBA en los EE.UU. se reúnen en alguna ciudad de ese país a discutir temas relacionados con Chile, su presente y futuro, y también materias que les interesen a ellos como emprendedores o ejecutivos del mañana. Algun@s alumn@s concurren con sus parejas, otr@s llevan a sus hij@s pequeños también. Era simpático ver estacionados en la antesala de los salones del muy formal University Club en downtown Chicago los coches de guaguas pertenecientes a algunos prematuros asistentes a sesudas charlas sobre política y economía.

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Los alumnos, todos connacionales, organizan ellos mismos el evento. Esta vez asistieron más de 120, los cuales se desplazaron desde todos los rincones de los EE.UU. para estar presentes y fortalecer sus redes. La organización cuenta con el apoyo de la escuela de negocios que hace de anfitriona. Esta vez le tocó a Chicago Booth. Es gratificante el aire de optimismo que se respira en todas las sesiones. Se percibe que quienes participan de esta jornada sienten que tienen todo el futuro por delante. Claramente, cursar la maestría en administración de empresas (MBA) en la economía más grande del mundo es la experiencia de sus vidas.

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Estos jóvenes fueron capaces de convocar en la "Ciudad de los Vientos", a orillas del lago Michigan, a un nutrido y transversal grupo de expositores que incluyeron a Mariana Aylwin, Felipe Kast, Cristóbal Bellolio, Daniel Matamala, quien actualmente cursa estudios en Booth, a los economistas Sebastián Edwards y Rodrigo Valdés, moderados nada menos que por el profesor de Chicago Luigi Zingales; a Enrique Ostalé, a los jóvenes emprendedores Daniela Lorca, Sebastián Valin, Juan Pablo Larenas, Nicolás Shea y María José Montero, y a nuestro ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, entre otros.

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Las ponencias inicialmente transmitieron preocupación por una percepción de que la polarización y la segregación no se reducen en Chile a la velocidad necesaria, porque todavía persisten desigualdades elevadas en la distribución de ingresos. También se transmitió inquietud por la pérdida de liderazgo de Chile en Latinoamérica. De hecho, ya no somos el país de la región con mayor PIB per cápita, siendo superados por Panamá y amenazados por ser sobrepasados por Uruguay y Argentina. Esta pérdida de dinamismo relativo se puede atribuir a la llamada trampa de los países de ingresos medios, a vientos en contra como lomos de toro burocráticos, problemas en la calidad de nuestra educación, minimizar la relevancia del crecimiento, todas hipótesis sobre las cuales se puede trabajar para enmendar el rumbo.

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El tono predominante, sin embargo, fue el de una visión optimista de nuestro futuro. Ello se alinea con la mirada positiva de jóvenes que por mérito se han ubicado en una posición de privilegio para conquistar su futuro y colaborar con el desarrollo de nuestro país.

La comparación del Chile de hoy con aquel que dejamos los que estudiamos en los EE.UU. a principios de los 80 habla por sí sola de las razones para el optimismo. Nuestro PIB per cápita es hoy cinco veces mayor al de entonces, y si a ello le sumamos el aumento de la población del Chile al que vuelven, nuestro país es ocho veces más grande. Lo notable es que ello ha ocurrido en el transcurso de una generación. Pero no solo ha habido un crecimiento impresionante que nos ha ubicado como el país de mayor desarrollo humano de Latinoamérica (ocupamos el lugar 38 del mundo en el índice del PNUD, superando incluso a países como Portugal), sino que, además, hemos construido una sociedad donde el 80% se declara de clase media; la esperanza de vida supera los 82 años, cifra mayor que la de los EE.UU.; la pobreza ha caído solo en los últimos 10 años de casi 30% a poco más de 10%; la distribución del ingreso se ha hecho más igual (el mismo PNUD da cuenta de una caída en el índice Gini de siete puntos desde el 2000). En suma, la simbólica cifra de US$ 30.000 per cápita que se estima da inicio de la categoría de país desarrollado aparece al alcance de los brazos.

No cabe duda de que aún quedan muchas tareas pendientes, en particular el ir en ayuda de los más postergados. Ese fue el énfasis del ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, quien cerró el seminario planteando que no podíamos olvidar a quienes no pueden esperar ni confiar en que el progreso los rescatará a tiempo. Especial mención hizo de grupos como los menores en situación de vulnerabilidad, quienes viven en La Araucanía y los adultos mayores.

El optimismo de estos jóvenes profetas en tierras lejanas es contagioso. Da la impresión de que al regresar a Chile (ojalá que la mayoría de ellos retorne) tendremos un destacamento de defensores de los ideales del progreso, palabra que Steven Pinker nos recuerda genera sentimiento de culpa en muchos intelectuales de nuestra era, en circunstancias que es el camino que ha llevado a millones de personas a tener una vida más digna, plena y feliz.P

*El autor es Gerente general de Quiñenco.