La quiebra nunca suena como un destino esperanzador. Pero en el caso de Detroit -la mayor ciudad en caer en quiebra en la historia de Estados Unidos- es un paso esencial en el camino a la recuperación. Que Detroit finalmente alcance ese punto depende en parte de cómo los jueces puedan lidiar con los desafíos de la declaración de quiebra de la semana pasada. Es vital que los tribunales permitan a Kevyn Orr, el supervisor de emergencia de la ciudad, el poder suficiente para reestructurar un balance que de otra manera condenaría a Detroit a un mayor abandono. Los gigantes fabricantes locales de automóviles, General Motors y Chrysler, quebraron en 2009 y han emergido como entidades viables de nuevo. La ciudad podría hacer lo mismo.

Cerca de la mitad de la deuda de US$18.500 millones de Detroit se le debe a 20.000 jubilados municipales, cuyas generosas pensiones y planes de salud fueron negociados en una era muy diferente. Gran parte del resto del dinero se le debe a los tenedores de bonos. Orr, un prominente abogado afroamericano, enfrentará desafíos de los sindicatos y de los inversionistas en bonos. En ambos casos, merece la autoridad para imponer recortes en lo que reciban los acreedores, aunque mientras mayor sea el recorte para los tenedores de bonos, mayor será el colchón que habrá para los jubilados. Los temores por el impacto en otros deudores municipales son exagerados. También lo son las predicciones de que docenas de ciudades y condados estadounidenses podrían seguir los pasos de Detroit. La capital automotriz está en una categoría propia: su tamaño es el doble de las dos ciudades que han quebrado recientemente: San Bernardino y Stockton, California.

Detroit ya ha mostrado su capacidad de reimaginar su futuro. Gran parte de la ciudad parece abandonada. Pero en el centro de Detroit, los inversionistas privados están cambiando el panorama. Empresas como Quicken Loan, el originador de hipotecas, han cambiado sus oficinas centrales desde los suburbios relativamente prósperos y han atraído a más inversionistas. Chrysler recientemente abrió su primera oficina corporativa basada en Detroit en décadas. Whole Foods, la cadena de alimentos, también ha abierto su propia oficina en Motown. Y en septiembre la ciudad  hará un cambio revolucionario inaugurando su primer tranvía urbano desde los años '30. El renacimiento de Detroit es posible.

Pero simplemente invertir el problema de "donut" de la ciudad (un centro vacío rodeado por un anillo de riqueza) no es suficiente. Si el poder de Orr se sostiene, probablemente habrá más dolor en una ciudad donde la policía demora una hora en responder a los llamados de emergencia. Sin una inversión privada más amplia -y el respaldo del estado de Michigan- Detroit enfrentaría años de saber que los ingresos tributarios se dedicarán a pagar deudas pasadas. La magia de la ley de quiebra estadounidense es que permite a todos una segunda oportunidad. Depende de los tribunales, inversionistas privados y otras partes interesadas permitirle a Detroit aprovecharlo.

© The Financial Times Ltd. 2011