Hace exactamente 25 años que llegué a Chile. 1993 era el último año del gobierno de Patricio Aylwin y ya era evidente el éxito en la misión que se había planteado. No sólo por lo que había conseguido en su mandato, sino también por las bases sentadas para las dos décadas siguientes.
Nadie quizás había definido mejor aquella misión que René Cortázar a poco de asumir como ministro de Trabajo de ese gobierno. "Hemos vivido una historia pendular, no es que ahora les toca a los otros, ahora nos va a tocar a todos". Así, aún a riesgo de cierta injusticia intertemporal, la meta era "centrar el péndulo", ya fuera en políticas laborales, o del gobierno en su conjunto. Eran necesarios consensos y acuerdos para asentar una transición en paz, una democracia sólida y un mayor desarrollo económico. Todo imbuido de "crecimiento con equidad". Todo para evitar repetir el pasado pendular.
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Y qué duda cabe de haberlo logrado. Chile tuvo el mejor ciclo político, económico y social de su historia.
Pero en el último cuatrienio el péndulo se quiso nuevamente llevar a un extremo, con transformaciones radicales, que en la práctica no fueron apoyadas por la mayoría. El resultado es conocido: crecimiento mediocre, desorden fiscal, desconfianzas, mayores problemas sociales y derrota política de sus impulsores.
Con todo, ahora las perspectivas económicas y sociales para Chile son nuevamente positivas. Y no sólo para 2018-19 como el Banco Central sugerirá esta semana. Y no sólo por el mejor entorno externo y la recuperación de las expectativas. Van más allá.
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Es cierto que el ciclo global está madurando y hay riesgos de alguna crisis o desaceleración mundial en el cruce de décadas. Sin embargo, esas mejores perspectivas no son meramente cíclicas. Parecen estructurales porque, aunque resulte inverosímil, podrían venir de una "mejor política" que conlleve, a su vez, mejores políticas públicas.
Por un lado, la centroderecha, identificada por su buen manejo económico, ha revitalizado su "sello social" y priorizado las demandas ciudadanas mayoritarias. Se juega su proyección política en concretar eficazmente la protección social y las políticas asociadas.
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Por otro lado, la centroizquierda, está presionada a revertir la imagen reciente de pobre manejo económico y obstinación con reformas que -aún bien intencionadas- estuvieron mal orientadas, diseñadas e implementadas. Sin remover esos lastres, se le hará difícil volver al gobierno.
En definitiva, cada bloque político deberá demostrar que puede hacer bien lo que supuestamente es el sello del otro. Así, los incentivos están puestos para cierta convergencia y el retorno del péndulo al centro. Y eso, más allá de los vaivenes externos, abriría un nuevo y positivo ciclo político, económico y social en Chile. Sería del estilo del observado hace 25 años, pero adaptado a estos tiempos.
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