El legado de conservación marina de la Presidenta Michelle Bachelet será histórico e inigualable. Con el anuncio de la creación de dos nuevos parque marinos, uno en el Archipiélago de Juan Fernández, de 480.000 km2, y otro en la zona de Cabo de Hornos y Diego Ramírez, de 137.000 km2, Chile llegaría a la histórica cifra de 1 millón de kilómetros cuadrados de su mar completamente protegido.
Estos dos emblemáticos parques marinos se sumarían al parque marino Nazca-Desventuradas, creado en 2016, con más de 300 mil kilómetros cuadrados, y el de Sala y Gómez (Motu Motiro Hiva) de 150 mil kilómetros cuadrados, creado por el Presidente Sebastián Piñera en 2010.
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Pero esta maciza contribución a la protección marina aún incomoda a ciertos sectores empresariales e incluso a una facción del propio Gobierno, que piensan que ponerles límite a las actividades económicas equivale a cercenar las oportunidades de crecimiento del país.
Desde los años 80, la pesca en Chile ha sido promovida con escasa preocupación por el medioambiente, cuyo cuidado es condición esencial para su desarrollo. El resultado de esta visión cortoplacista está a la vista. Según la Subsecretaría de Pesca, más del 70% de las pesquerías chilenas están sobreexplotadas o agotadas.
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¿Ha sido una buena estrategia de desarrollo económico para Chile permitir la extracción excesiva de recursos marinos? ¿Hemos creado más empleos, mejorado la calidad de vida o exportado más productos? Ciertamente que no.
Con un sector pesquero en crisis, la creación de grandes parques marinos es la manera más efectiva para recuperar en el menor tiempo posible los recursos marinos de los que dependen decenas de miles de trabajadores de mar.
Luego de estudiar numerosos parques marinos (áreas marinas sin pesca) en el mundo, se ha establecido que incrementan la abundancia y biomasa (peso total de los organismos), lo que a su vez conlleva un efecto "derrame" en el que los organismos migran a las zonas fuera del área protegida. De esta manera, se puede pescar fuera de los límites del parque de manera mucho más abundante que antes, compensando así el costo inicial de establecerlo.
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En Cabo Pulmo, México, la biomasa total se incrementó 463% luego de diez años de creada la reserva marina por la misma comunidad local. En las islas Galápagos, el borde de la reserva se ha convertido en un "hotspot" donde la flota pesca hasta el doble de lo que pescaba antes con el mismo esfuerzo. En las Columbretes, España, la abundancia de langostas aumentó 15% cada año afuera de la reserva; y cada año los pescadores capturan 10% más de langostas fuera de la reserva que antes de la protección.
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Este legado marino no es sólo ambiental, sino profundamente económico. Cada uno puede tener sus convicciones y sensibilidades, pero la evidencia científica es clara en señalar a dónde nos lleva un camino u otro.
*El autor es director para América Latina Pristine Seas National Geographic Society.