Todos debiéramos saber por qué la eurozona está en un punto muerto: Berlín y otros estados superavitarios se resisten a poner su deuda en común, mientras los estados deficitarios se erizan con la perspectiva de un mayor control de Europa -alias, Alemania.
La narrativa de los tacaños teutones y orgullosos latinos tiene méritos tanto políticos como literarios. La historia resuena lo suficientemente profunda con la historia de Europa sirviendo de mito de creación (o destrucción), y permite a los desconcertados políticos ofrecer al perplejo público cuentos de moralidad en vez de un cálculo duro sobre los hechos. Como guía de buena política, sin embargo, es más probable que esta historia refuerce los viejos errores a que mejore el estado de la situación.
Esto es verdad sobre todo por la tarea de drenar el atolladero que es el sistema bancario europeo. Hace dos semanas, los líderes de la eurozona tomaron una medida en esa dirección. Las perspectivas de que el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE), un fondo de rescate común, sea capaz de reavivar directamente a los alicaídos bancos, mientras la autoridad de la eurozona los toma en sus manos (y ojalá deje morir a los bancos zombie), es la primera causa para el optimismo en la unión monetaria en un largo tiempo.
La creencia casi universal en la narrativa política estándar vuelve a la mayoría de los observadores escépticos de que esas medidas hacia una "unión bancaria" rindan sus frutos. Hacen eco de las autoridades alemanas diciendo que Berlín no aceptará poner las deudas en común hasta que otros acepten poner la soberanía en común -y eso, por lo tanto, nunca ocurrirá.
Pero tildar a esto de "concesiones" es un error. Los reales intereses de la gente común no son por los cuales sus líderes a menudo luchan. Son los alemanes, por sobre todo quienes se beneficiarían de mutualizar las deudas de los bancos. Y los ciudadanos de todos los países, pero nadie más que aquellos en déficit, rezarían porque llegue el día en que las incestuosas relaciones de sus gobiernos con los bancos lleguen a su fin.
Para ver el primer punto, consideremos las alternativas a rescatar a los bancos con fondos comunes. Hay sólo dos: que los bancos sean rescatados por el estado en el cual residen, o no ser rescatados en absoluto. Lo primero es el statu quo que el Banco Central Europeo y la Comisión Europea hasta hace poco hicieron para proteger, incluyendo poner los tornillos financieros en estados pequeños bloqueados a los mercados de deuda soberana. Lo segundo es Islandia.
¿Quién perdió con Islandia? Los inversionistas extranjeros que prestaron a bancos sin plan de negocios. ¿Quién sería ese en la eurozona? Desproporcionadamente, los acreedores netos en los mercados de deuda -eso es decir, los bancos, fondos de pensiones y de seguros de países superavitarios.
Pero lo que no se puede pagar no lo será -como Alemania ha mostrado dos veces, en los años '30 y en 1948.
La perdición de la eurozona no es la incontinencia fiscal, sino el libertinaje con el cual ha dejado a sus bancos comprometerse en grandes orgías financieras. Los políticos no dudan en codiciar los ingresos tributarios que generan los auges crediticios. Codiciar el poder que está relacionado con los bancos es más nefasto -a nivel local, el poder para dirigir supuestamente fondos privados; a mayor nivel, la emoción de codearse con los dueños del universo.
Esta mezcla de interés privado y público ocurre en todas partes, también en Alemania. Si Berlín frena el progreso hacia la unión bancaria, no será por miedo a su dinero, sino por celos por los ahorros de sus bancos.
Los europeos se beneficiarían de un regulador bancario menos agradecido con la política nacional. Los perdedores serían los adinerados y las élites políticas a nivel nacional. Eso explica la falta de interés de los políticos en cambiar la narrativa.
Por supuesto, la legitimidad democrática todavía es innegablemente nacional. Mario Draghi se muestra como un admirable estadista al llamar a una mayor transparencia para el BCE en caso de que el organismo tenga esos nuevos poderes. Seguramente, ahí subyace el futuro de la eurozona. En Europa, la autodeterminación nacional ya no puede ganarle a la democracia. El hecho de que sea perpetrada por compatriotas no puede excusar prácticas bancarias ruinosas más que lo que hace la opresión política.
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