Es fácil ironizar y pensar que el mercado tiende a sobrerreaccionar, que se comporta de forma irracional y que si uno le pone sólo un poco de trabajo puede derrotarlo fácil y consistentemente. Si bien a todos los que nos dedicamos a finanzas nos encantaría pensar lo anterior, la verdad no podría estar más lejos.
Nos remontaremos a un funesto martes 28 de enero de 1986. Tan sólo a 73 segundos de despegar el transbordador espacial Challenger sufre un problema de funcionamiento, desintegrándose en el acto y provocando la muerte de todos sus tripulantes. Este negro día para la NASA generó que el presidente Ronald Reagan nombrara una comisión investigadora para asignar responsables. El cerebro detrás de la comisión era Richard Feynman, premio Nobel de física, excéntrico intelectual y reconocido como uno de los diez físicos más importantes de la historia.
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Seis meses después de una exhaustiva investigación Richard Feynman en una famosa audiencia frente al congreso mostró la causa del accidente. Un anillo de goma dentro de los cohetes aceleradores falló producto de cambios en la temperatura atmosférica antes del despegue.
El asombro de los espectadores se tornó en indignación contra la empresa responsable por la manufactura de los cohetes, Morton Thiokol. Este desastre le costó a la empresa alrededor de US$200 millones producto de las indemnizaciones a los familiares, la NASA y costos de reparación de productos previamente entregados.
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Por su parte, el mercado financiero también empezó su búsqueda de responsables. A solo 20 minutos del desastre las acciones de las cuatro empresas relacionadas a la construcción del transbordador estaban enfrentando caídas importantes. En particular la venta de las acciones de Morton Thiokol fue tan pronunciada que se debieron suspender las transacciones. Al cierre del día las otras tres empresas relacionadas habían enfrentado correcciones en torno a 2,5% mientras que Thiolok cayó 11,9%, destruyendo US$200 millones de capitalización bursátil, exactamente el mismo número que le terminó costando a la empresa el accidente.
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Los mercados financieros reaccionan rápidamente a la información y la procesan de forma bastante precisa, incorporando toda la información disponible. El evento del Challenger es una lección de humildad para quienes nos dedicamos a finanzas, si Richard Feyman, uno de las personas más geniales de su tiempo, no puede ser más rápido y efectivo que el mercado, qué nos queda a nosotros.
El autor es economista jefe y socio de Abaqus.