Tras sacar exitosamente once grandes reformas estructurales desde que asumió su cargo hace dos años, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, debe enfrentar el desafío más urgente de todos: responder la pregunta, ¿ahora qué?

“Si hay algo que tenemos claro, es que esto no es el México de antes. Este es el México que se atrevió a cambiar”, dijo el presidente en un reporte anual de 600 páginas entregado al congreso, antes de su discurso anual el día de ayer.

“La pregunta que muchos me hacen es ¿qué vendrá? Lo que viene es poner las reformas a funcionar, para que los beneficios se vean y sientan en las vidas diarias de todos los mexicanos”, dijo. “El cambio no será inmediato, pero ya estamos camino a un nuevo México”.

El problema es que su tono contrasta con una caída en su apoyo en las encuestas. Según Consulta Mitofsky 51,3% lo aprueban y 46,9% lo desaprueban, lo que se compara con una aprobación de 54% a inicios de su mandato a fines de 2012.

Peña Nieto destacó las perspectivas de que fluyan miles de millones de dólares en nuevas inversiones, resultado de la reforma energética, que termina casi ocho décadas de monopolio en petróleo y exploración de gas y abrirán la puerta a grandes como Exxon, Chevron y Shell.

Crucial para los escépticos es que el presidente espera traducir eso en medio millón de nuevos empleos a fines de su mandato en 2018, así como un impulso energético más barato y abundante para impulsar la industria mexicana y hacerla más competitiva.

“La oferta energética es esencial para todas las actividades productivas. Su escasez y alto precio en México ha limitado el crecimiento de la economía”, dijo el gobierno en el reporte. México mostró señales de mejoría el segundo trimestre, y el gobierno y los economistas concuerdan en que fuertes reformas son necesarias para perpetuar el estímulo.

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