El Empire State Building no se esconde fácilmente. Como uno de los paisajes más famosos atrae la atención de manera inevitable. Por esto, la decisión de un grupo de compañías y grupos medioambientales de usarlo como un banco de pruebas para formas de ahorrar energía tiene un riesgo: los problemas y fracasos no serán fácilmente escondidos bajo la alfombra.
Hasta ahora, el proyecto no ha necesitado de algún acuerdo. El progreso en el trabajo para actualizar los sistemas y el equipamiento del edificio ha sido bueno, y el resultado, mejor de lo esperado, de acuerdo con Anthony Malkin, presidente de la compañía que administra el edificio.
Hasta ahora, dice, el proyecto para transformar la energía eficiente del Empire State, recortando el consumo casi un 40%, está dejando lecciones valiosas para otras empresas inmobiliarias que pueden seguir esta iniciativa.
El proyecto, que se espera cueste US$13 millones netos, busca atacar uno de los problemas más intratables de la política ambiental: reducir el consumo de energía en los edificios.
Los edificios comerciales y residenciales representan 40% del consumo de energía en EEUU, y aunque se ha expandido el interés en reducir tal consumo, en la práctica hay muchas barreras en el camino.
A diferencia de otras industrias, los consumidores comerciales en las industrias de servicios normalmente tienen la energía sólo como una pequeña porción del costo total, es decir, no es necesario para los ejecutivos el tiempo y la atención para reducir sus cuentas.
En los edificios existentes que no han sido diseñados con la eficiencia energética en mente, las mejoras pueden ser costosas y disruptivas. Cuando los edificios son rentados, propietarios inquilinos pueden tener los incentivos desalineados: los costos y los beneficios de invertir en mejorar la eficiencia pueden ser compartirse de forma equitativa.
En momentos en que la necesidad de que los gobiernos combatan la amenaza del cambio climático todavía está en debate y los presupuestos son habitualmente ajustados tanto en el sector público como el privado, la eficiencia energética es la política medioambiental con mayor atractivo, ofreciendo ahorros de costos y reducción en las emisiones de gases invernaderos.
El plan del edificio del Empire State fue respaldado por diversos cuerpos con un interés común en avanzar hacia la eficiencia energética: dos compañías, Jones Lang LaSalle, la consultora inmobiliaria y Johnson Controls, el grupo manufacturero; dos organizaciones ambientales, el Clinton Climate Initiative y el Instituto Rocky Mountain y el estado de Nueva York.
El edificio representa una oportunidad atractiva porque estaba siendo sometido a una revisión integral para mejorar la calidad del espacio. El costo adicional de las mejoras en eficiencia energética era sólo 2% del costo total de US$550 millones de remodelar y modernizar el edificio de 102 pisos.
Malkin describe la estrategia como “un acercamiento económicamente iluminado” que “haría una gran diferencia en la forma en cómo las personas piensan lo verde”. En otras palabras, la inversión debe tener un sentido comercial.
La mayoría de los cambios en los sistemas del edificio, como los controles de aire acondicionado, y las áreas compartidas ya se han finalizado. Pero otros, como transformar las 6.500 ventanas de doble cristal en triple cristal, y evitar que el calor de los radiadores se filtre hacia fuera del edificio, tomarán algo más de tiempo y generalmente necesitarían esperar a que el espacio esté vacío.
El resultado final es un edificio que crea menos emisiones de dióxido de carbón, más barato y más placentero para trabajar en él.
En mayo pasado, un año después de iniciado el trabajo, el edificio reportó ahorros de US$2,4 millones, mejor que lo planeado y con lo cual lleva más de medio camino avanzado en los ahorros esperados de US$4,4 millones al año. Dado que se espera que el proyecto se pague a tres años, el programa tiene mucho más atractivo en términos financieros que muchos de los intentos de otras compañías por pulir sus credenciales medioambientales.
Para todo el éxito, sin embargo, las lecciones aprendidas del proyecto incluyen una importante señal acerca de los límites de este tipo de ejercicio. Como lo señala el sitio web del edificio, “maximizar la rentabilidad de la eficiencia energética deja la oportunidad de casi 50% de la reducción del CO2 sobre la mesa”.
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