LAS elecciones parlamentarias del 2017 serán probablemente recordadas como aquellas que pusieron fin al largo periodo de transición democrática en Chile. El cambio al sistema electoral, sumado a la emergencia del Frente Amplio, dio como desenlace un resultado electoral inédito. La votación de la candidata presidencial Beatriz Sánchez por poco supera a la del candidato más votado de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier. Simultáneamente, y a diferencia de la elección de Marco Enríquez-Ominami en 2009, la naciente coalición aumenta su participación en el Congreso pasando de 3 a 20 diputados y un senador.
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La novedad electoral es evidente. Sin embargo, la interrogante que me parece más relevante es el alcance y la forma en que esta nueva coalición operará, su capacidad de revertir el distanciamiento entre la ciudadanía y la comunidad política, de expandir los horizontes de una ciudadanía colonizada por el consumo y las pautas de una sociedad neoliberal y, finalmente, su capacidad política para mantener la unidad y a la vez conformar mayorías capaces de llevarla a ser gobierno más temprano que tarde.
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En este marco, existen diversas expectativas sobre el Frente Amplio. Quisiera destacar tres puntos que a mi juicio determinarán parte importante de nuestro éxito en el nuevo ciclo que se abre.
Primero, el Frente Amplio es por sobre todas las cosas esperanza y futuro. Durante estos días me he dedicado a contestar cada uno de los mensajes de cientos de ciudadanos que nos apoyaron y que no conozco personalmente. El denominador común de todos estos mensajes es la esperanza. Sostener la esperanza no será cosa fácil, precisamente porque las transformaciones a las que nos hemos comprometido no ocurrirán de la noche a la mañana. Nuestra presencia continua en el territorio, nuestro rol dirigente para re organizar a la sociedad, hacerla parte de los cambios y las luchas, la pedagogía política y la cuenta pública permanente, serán de alta importancia para que las expectativas que hemos sembrado no nos exploten en la cara ni seamos más de lo mismo. Hacernos cargo de este punto es hacerse cargo una de los síntomas más claros de la crisis de nuestro sistema democrático. El divorcio entre la ciudadanía y la política.
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El segundo desafío que tendremos como bancada será ir más allá de la forma tradicional de hacer política en el Congreso y la cocina entre Santiago y Valparaíso, desarmando la máxima que utilizó la Concertación, la Nueva Mayoría, y la derecha para darle gobernabilidad al país: la política de acuerdos entre dirigentes. La forma tradicional de gobernar entiende que la representación política que se alcanza en el congreso expresa naturalmente la correlación de fuerzas políticas. Esto implica que si una coalición no cuenta con los votos suficientes para sacar un proyecto, entonces el primer paso para lograrlo será llegar a un acuerdo dentro del congreso. Esto es de perogrullo. Sin embargo, como Frente Amplio tendremos que hacer el aprendizaje y comprender que la correlación de fuerzas no se encuentra exclusivamente dentro del Congreso, sino que en el conjunto de la sociedad, sus organizaciones y movimientos políticos. Solo basta recordar que el momento en el cual más poder tuvimos fue el 2011, año en el cual no teníamos ningún parlamentario.
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Que no se entienda esto como un llamado a la insurgencia y al desacato. Acabamos de entrar al Congreso siguiendo la senda de generar los cambios dentro del marco institucional. Dicho esto, no debemos dejar de lado la necesidad de vincular y hacer parte a la ciudadanía del debate público, expandiendo la participación ciudadana en la toma de decisiones.
El tercer punto, de mediano o largo plazo, se trata de organizar el futuro para lograr el objetivo que no alcanzamos en esta elección: ser Gobierno. El Frente Amplio nace con una enorme vocación de poder, lo que se expresa en la votación obtenida por nuestra candidata Beatriz Sánchez y la de nuestra bancada parlamentaria. Esa misma vocación de poder que impulsó a la creación del Frente Amplio y nuestra participación en las elecciones en este año 2017 debiera ser la que nos oriente para construir una mayoría transformadora que permita que las propuestas contenidas en el programa del Frente Amplio puedan hacerse carne y cambiarle la vida a millones de personas. 20 diputados y un senador es un gran número, pero insuficiente si lo que queremos es gobernar Chile. La construcción de alianzas en torno a causas y agendas, la Asamblea Constituyente, el fin de las AFP y su reemplazo por un sistema de pensiones de reparto y solidario y el Seguro Único de Salud podrían ser un buen punto de partida.P
*El autor es fundador de Revolución Democrática y diputado electo por el distrito 12.