A principios de marzo nació una nueva república en América Latina. Pero no fue producto de una guerra, un acuerdo entre naciones o por la independencia de una región. Se trató de la “República Glaciar”, una campaña llevada a cabo por Greenpeace para crear conciencia acerca de ciertos vacíos legales con respecto a la propiedad de los glaciales.
Pero independiente del éxito de la estrategia de marketing de esta iniciativa, se logró abrir un debate público acerca de la posibilidad de reconocer a los glaciares como un bien público.
Hace una semana, el tema volvió a flote en el discurso presidencial del 21 de mayo. La Presidenta Michelle Bachelet fue clara al comentar que: “Los glaciares representan una fuente de agua dulce de un valor incalculable. Presentaremos un proyecto de ley que proteja los glaciares y su entorno, haciéndolo compatible con las necesidades y aspiraciones nacionales y regionales”.
Es imposible no relacionar este anuncio, con otro que ha generado aún más ruido: una reforma al Código de Aguas, con el fin de permitir que este recurso se transforme en un bien nacional de uso público. “Las aguas tienen un sistema de derecho privado y residualmente el Estado tiene un rol muy pequeño. Queremos cambiar esa relación”, comentó Alberto Undurraga, ministro de Obras Públicas.
Hay un dato no menor. El país vive la peor sequía que ha tenido en décadas. Y aunque hay estimaciones de que será un invierno lluvioso, al menos en la zona central no han cambiado mucho las cosas. Todo indica entonces, el agua y los glaciares serán temas recurrentes.
Entusiasmo
Según la Unidad de Glaciología de la Dirección General de Aguas (DGA), existen 21.114 glaciares en Chile, los que cubren 23.641,6 km2. El 88% de esta masa se encuentra en la zona austral del país, principalmente en Campos de Hielo y la Antártida. A nivel mundial, el 77% del agua dulce de la Tierra corresponde a glaciares, los cuales ocupan el 10% del planeta.
Pero la pregunta es ¿cómo una nueva legislación sobre glaciares podría mejorar su protección? o ¿cómo se interrelacionan ambas modificaciones legislativas?
Para Jorge Neira, economista agrario y especialista en recursos, lo que más llama la atención es que ha habido una suerte de atraso con respecto al tema. “Pero nunca es demasiado tarde. Especialmente debido a los daños patentes por parte de la minería. Además, muchas familias y grupos indígenas han tenido problemas por el uso de agua y glaciares de manera poco sustentable”.
Según el especialista, se pueden hacer muchas cosas en términos de legislación, pero la clave es que sus efectos tengan permanencia en el tiempo. “La geología es un tema de miles de años, pero las soluciones tienen que hacerse rápido y lo más eficiente posible. Y con ventanas para hacer modificaciones. Hay que pensar en un proyecto de largo plazo, que pueda durar 100 o incluso 1.000 años. No hay estudios que indiquen qué pasará si se vacían los glaciares o cómo va a reaccionar el planeta”, explica Neira.
Escepticismo
Cuando se habla del daño que se está provocando en el agua y glaciares en Chile, por lo general los dardos tienen un blanco seguro: la actividad minera. Proyectos como Pascua Lama (Barrick Gold) o Andina 244 (Codelco) han sido bastante cuestionados al respecto, así como decenas de mineras por su impacto en el flujo de aguas hacia comunidades agrícolas. Por eso, la idea es que la nueva legislación sea compatible con ambos mundos.
Carlos Gajardo, gerente de Medio Ambiente de Sonami, opina que ninguna nueva ley puede evitar la reducción de los glaciares por efecto del calentamiento global de la atmósfera terrestre, debido al cambio climático. “Por esto, creemos que ya hay suficientes normativas, incluídas en las reformas de la institucionalidad ambiental que protegen los glaciares. Reconocemos la importancia de los glaciares y sabemos que existen desafíos pendientes, pero éstos pueden abordarse con la gestión de los organismos administrativos competentes y mediante medidas administrativas”, dice Gajardo.
Esta entidad ha planteado la idea de crear una instancia consultiva para promover la investigación y el conocimiento de los glaciares nacionales que integre los distintos organismos públicos competentes referidos a monitoreo e investigación. Esta instancia podría estar integrada por representantes del sector público, universidades o centros de investigación, el sector privado y la sociedad civil. “Sabemos que existen desafíos en el desarrollo de un conocimiento más profundo respecto del tema de los glaciares chilenos y su comportamiento, su relación con el cambio climático y su rol en el ciclo hídrico”, argumenta el gerente de Medio Ambiente de Sonami.
Experiencia
Pero si hay una autoridad en el tema de glaciares en Chile y quizá en el mundo, es el geólogo chileno-croata Cedomir Marangunic, consultor en el área glaciología y socio de la consultora Geoestudios.
Según el experto, antes que nada, hay que desmitificar varias cosas. En primer lugar, el impacto de los glaciares para el agro, energía y otras actividades del ser humano. “El aporte de los glaciares en años normales representa un 5% del recurso hídrico y en años secos puede subir a 15% ó 20%. Pero existe una visión popular de que si no hay glaciares, nos vamos a quedar secos”, afirma Marangunic.
Por otro lado, con diversos estudios internacionales en mano, agrega que otra visión errada (y radical) es que los glaciares son los recursos hídricos del futuro y que el ser humano los está destruyendo fuertemente. “No es así. Se reducen principalmente por causas naturales y obviamente, los gases de efecto invernadero aceleran un poco el proceso. Pero el tema es que su disminución es continua desde hace 18.000 años (fin de la era glaciar). Es un proceso natural. No vamos a detener su reducción. Pero se hará más lenta si ayudamos”.
Este geólogo, así como gran parte de la comunidad científica, cree que una nueva legislación debería estar orientada a intervenir los glaciares para que persistan en el tiempo, más que a preocuparse de quien es su dueño.
El gran problema de estos accidentes geológicos es que pierden masa por los procesos de fusión y evaporación. Para que perduren en el tiempo, hay que tratar de recuperar en invierno, la masa que eliminan en verano. Ya se han probado varias técnicas como regarlos con agua, que luego se convierte en nieve o incluso, cubrirlos con algún material geotextil que los mantenga. En Perú, lo han realizado con materiales orgánicos como aserrín y paja brava.
Otra alternativa es crear barras de nieve. Especie de cercos que permiten su acumulación. Ya existe una experiencia de este tipo en la cuenca del Aconcagua. Todas estas soluciones, son similares a las que realizan muchas canchas de ski.
“Hemos trabajado con varias empresas mineras trasladando grandes masas de hielo a lugares en que persisten mejor que en su estado natural. Por eso, que la nueva legislación debe estar orientada a intervenir”, concluye Cedomir Marangunic.
Finalmente, el gran problema se debe porque en la mayor parte del mundo está claro quién es el dueño del agua, de los lagos y el borde costero. Pero no a quien le pertenecen los galciares. En algunos países es un bien público, en otros, se incluye como derechos de agua o bien, son parte del dueño del terreno. En Chile estamos ad portas de definirlo.