Los partidos políticos históricos de nuestro país enfrentan problemas para cumplir la ley que los obliga a reconstruir sus militancias. Y no se trata de un hecho menor, dado que tiene importancia tanto respecto de su existencia legal como para los aportes estatales. Sin duda las colectividades refundadas o creadas a fines de los años 80 y principios de los 90 (UDI, RN, DC, PR, PPD, PS y PC) están ante una nueva realidad sociológica de alejamiento del ciudadano de la política, lo cual los complica para volver a reunir la cifra de militantes que anotaron al constituirse y eso considerando que la legislación actual es más flexible en la cifra de inscritos para legalizarse. Lo curioso es que las dificultades del refichaje se den en medio de una explosión de nuevos partidos que se definen como ciudadanos, los que tal vez sólo anticipan fragmentación e incluso dosis de ingobernabilidad. Esto último no es un fenómeno que se esté dando sólo en Chile. A nivel internacional ya han sido varios los ejemplos de nuevos partidos de origen ciudadano que han logrado tener representatividad. En ese contexto, será interesante ver cómo los partidos tradicionales logran volver a sintonizar con esa masa desencantada y, en paralelo, cómo las nuevas colectividades logran hacerse de una gestión sustentable que les permitirá mantenerse en el tiempo.