En una época de películas de acción en Imax y la Ultimate Fighting Championship, el pausado deporte del golf se enfrenta a una cruda realidad: su mayor atractivo sigue siendo un jugador de 42 años con problemas de espalda.
Esa estrella, el inimitable Tiger Woods, regresa a los Masters el jueves. Los fanáticos del golf —y el sector de US$70.000 millones— están encantados de que ahora sea uno de los favoritos. Si sigue recuperándose de una década de lesiones y escándalos, ¿podría revivir el pasatiempo favorito de los presidentes estadounidenses desde Eisenhower hasta Obama y Trump?
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Probablemente no. El golf era un deporte más saludable y popular a comienzos de la carrera de Woods. Incluso en aquel entonces, las redes de televisión, los patrocinadores y los organizadores de torneos se beneficiaban más con su grandioso éxito, según Jim Koppenhaver, fundador de la firma de consultoría de golf Pellucid Corp.
"Hubo poca o ninguna correlación con la salud de la industria central, que está en el negocio de administrar instalaciones de golf, generar torneos, ingresos y empleos", dijo Koppenhaver.
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Cortejar a la juventud
En 2016, Estados Unidos contaba con solo 23,8 millones de golfistas, por debajo de su pico de 30,6 millones en 2003, según la National Golf Foundation. Solo en 2016, cerca de 230 campos de todo el país cerraron definitivamente.
Menos personas están jugando debido a la cantidad de tiempo que tardan en completar un partido –cuatro horas–, el costo de los equipos y los green fees y la dificultad y frustración inherentes al deporte. Para atraer a una generación más joven, los líderes del sector han probado con campos de seis hoyos e incluso hoyos más grandes. Topgolf, una franquicia de canchas de práctica, está cortejando a los recién llegados en lugares que se asemejan a las pistas de bolos de alta gama que cuentan con televisores de pantalla grande y sirven platos de pollo y wafles, sangría y margaritas.
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Imagine la emoción si los clientes pudieran ver un Woods en ascenso. Cuando él finalizó segundo en el Valspar Championship el mes pasado, los ratings en NBC fueron 190 por ciento más altos que el año anterior. Los ratings de la última ronda de la noche superaron los de cada campeonato de la PGA desde 2014, cada U.S. Open desde 2013 y cada Abierto Británico desde 2000, según Sports Media Watch.
En enero, Woods empató en el puesto 23 en el Farmers Insurance Open, pero los ratings en CBS aumentaron incluso después que él quedó eliminado. Cuando la transmisión se trasladó al Golf Channel para cubrir algunos de los playoffs, fue la más vista de la historia de la red.
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El presidente de CBS Sports, Sean McManus, dijo sobre el efecto Woods: "Es lo más automático que existe en la televisión deportiva".
No es sorprendente que las empresas apuesten por Woods. En diciembre de 2016, la japonesa Bridgestone Corp. firmó un acuerdo multianual de patrocinio con él y recientemente lanzó una pelota de golf marca Woods.
Cualesquiera que sean las limitaciones del efecto Tiger, los inversores están impulsando las acciones relacionadas con el golf. Las del fabricante de artículos deportivos Callaway Golf Co. han subido 20 por ciento este año. Las de Acushnet Holdings Corp., propietaria de las marcas de golf Titleist, Pinnacle y FootJoy, crecieron 11 por ciento. Randal Konik, analista de Jefferies LLC, atribuye la actual agitación del sector a algo más que a Woods.
"Lo que es bueno para el golf es esta idea de que la oferta se ponga a la altura de la demanda", dijo Konik. Woods ayuda, pero "el golf no necesita a Tiger".