Durante mucho tiempo las condiciones financieras globales han sido particularmente favorables y las empresas chilenas aprovecharon esta coyuntura para financiarse en condiciones muy propicias. Sin embargo, observamos que las últimas decisiones de los bancos centrales de los países desarrollados han comenzado a reducir el impulso monetario.
Por ejemplo, el Banco Central Europeo recortará a la mitad su programa de compra de activos a inicios de 2018 y probablemente lo habrá eliminado en un año más; el Banco de Inglaterra recientemente incrementó por primera vez en una década la tasa de política monetaria y la Reserva Federal de EEUU subió ayer la tasa de interés de los fondos federales por quinta vez en dos años, en la que fue la última reunión del Comité Federal de Mercado Abierto presidida por Janet Yellen y que desde octubre se encuentra en un proceso de reducción de sus activos. Así las cosas, si bien el financiamiento externo continúa barato, las condiciones paulatinamente irán haciéndose menos favorables.
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En la actualidad, los mercados tienen sólo parcialmente internalizado un escenario donde el costo del capital se incrementa. En general, se observa que las tasas de interés implícitas en los activos de corto plazo han subido más que las implícitas en los de largo plazo. En consecuencia, la curva de rendimientos se ha aplanado. Esto se ha producido porque las tasas de corto plazo han reaccionado rápidamente al menor impulso monetario, pero las de largo plazo no se han ajustado en igual grado porque los mercados no acaban de asumir la normalización de la inflación.
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Uno de los riesgos del próximo año para las economías emergentes, y la nuestra en particular, es que esta situación cambie súbitamente y que las tasas largas en EEUU suban rápido. Eso podría generar ajustes abruptos en los precios de los activos financieros lo que, a su vez, tendría impacto en las variables de actividad. El propio Banco Central de Chile, en su último Informe de Estabilidad Financiera, reconoció esto como uno de los factores a tener en cuenta. Nuestra economía cuenta con fundamentos robustos y un tipo de cambio flexible que permite absorber de buena manera este tipo de shocks, no obstante, esta es una fuente de riesgo que hay que monitorear con cautela.
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*El autor es economista Banco Santander.