En las favelas de Río de Janeiro las tensiones van creciendo. La semana pasada el capitán de la unidad de pacificación de la policía (UPP) recibió un disparo, la última en una serie de ataques contra la policía a apenas 80 días de que lleguen centenares de miles de turistas para el Mundial de Fútbol de Brasil.

Luego de siete ataques a la UPP desde comienzos de febrero y varios asesinatos de policías, el gobernador del estado de Río de Janeiro, Sérgio Cabral, anunció esta semana que el ejército ayudará a la policía en Maré, una serie de barrios que bordean la principal carretera hacia el aeropuerto.

El momento de la última ola de violencia no es coincidencia, dice Carlos Melo, cientista político de Insper. La ciudad acapara la atención a medida que se prepara para realizar el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos en 2016, alentando a las bandas a explotar "un momento de visibilidad y la vulnerabilidad del gobierno", asegura.

Brasil ya está en problemas por la infraestructura y por los retrasos en la construcción de los estadios, lo cual amenaza con convertir el evento en una fuente de vergüenza internacional en vez del momento más importante que ha soñado desde que postuló en 2007.

El próximo paso debe ser ganar en el corazón y la mente de los residentes usando inteligencia policial en vez de sólo fuerza bruta y llevando más servicios a las favelas.

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