Esta temporada ha abierto paso a un torrente de predicciones para 2014. Afortunadamente, por la tasa de acierto de los analistas, la mayoría son olvidadas rápidamente. El mundo de hoy gira demasiado rápido, incluso para la más aguda bola de cristal. La mejor manera de ver lo que viene a futuro es trazando las fuerzas subyacentes que configuran el panorama mundial. El esquema que surge es de creciente prosperidad y oportunidades, pero de una disminución de la seguridad.

Para todos los pesimistas, el mundo todavía sigue haciéndose más rico. Europa puede que esté atrapada en la crisis del euro y Estados Unidos en un estancamiento político -y el retiro sin precedentes del estímulo monetario sin duda causará problemas en otros lugares- pero aún así, la historia sigue siendo una en donde aumenta el PIB mundial y mejoran las oportunidades de vida de miles de millones de personas.

La redistribución del poder económico a las naciones emergentes presagia otro cambio fundamental. En un par de décadas, el mundo, que todavía es predominantemente pobre, será en su mayoría de clase media. México, Indonesia, Vietnam, Brasil, Turquía y otros países ocupan un lugar estable dentro de una narrativa que antes incluía sólo a China e India. Los inversionistas están descubriendo África de la misma forma como lo hicieron alguna vez con Asia y Latinoamérica. Para 2020, aproximadamente, mil millones de consumidores más se unirán a la clase media de estas economías.

EXIGENCIA DE UN BUEN GOBIERNO

La marcha de la clase media mundial apunta a la segunda de estas mega tendencias: el aumento de la demanda por gobiernos responsables en las economías emergentes.  Los sujetos piden ser tratados como ciudadanos. Este optimismo en torno a la democracia puede parecer contrario a la intuición debido a que en Egipto, Libia, Siria e Irak el desarrollo que han tenido los sucesos parecen burlarse de la idea de una Primavera Árabe.  Así mismo, la resistencia de China frente a la turbulencia económica mundial supone un socorro a los que proclaman los méritos de un modelo económico alternativo.

De todas formas, las corrientes siguen la dirección correcta. Aunque no hay un gran clamor por soluciones al estilo occidental, las banderas levantadas por las nuevas poblaciones con recursos llaman al estado de derecho, la dignidad humana y la libertad individual. La corrupción se ha convertido en el enemigo número uno.

Dejando Egipto de lado, los golpes militares han pasado de moda. Algunas partes de África están siendo testigo de transiciones constitucionales y pacíficas, y Latinoamérica ha empezado a sacudirse el populismo de izquierda.  Sin duda, es ilustrativo el hecho de que no haya nadie con más miedo a la agitación política y  social prometida por el creciente poder adquisitivo que los líderes chinos.

FRAGMENTACIÓN DEL PODER

Dependiendo de donde se mira, la tercera de las grandes tendencias, puede ser preocupante o bienvenida. Estados Unidos se está retirando de las responsabilidades globales que asumió tras el colapso de la Unión Soviética. 

No hay nada para reemplazar la Pax Americana.  En cambio, la clara simetría de la Guerra Fría y el breve interludio de la unipolaridad están siendo reemplazados por un mosaico fragmentado de poder global.

Las circunstancias y elecciones han erosionado la capacidad de Estados Unidos de actuar como garante de bienes comunes.  La circunstancia viene del desafío de la hegemonía de EEUU por parte del crecimiento de China y otros, y de las costosas lecciones aprendidas en Irak y Afganistán. La elección ha llegado en las formas de cansancio de la guerra, reducciones en el presupuesto y el acercamiento de la autosuficiencia en materias de energía. Todas estas razones han disminuido el entusiasmo estadounidense de solucionar los problemas de otras personas.

La lección de Siria, es que, como una superpotencia selectiva, Estados Unidos apela a un interés nacional más duro antes de comprometer sangre y recursos en aventuras en el extranjero. El efecto ya se ha sentido en las capitales alrededor del mundo, donde tanto los aliados como los adversarios al país cuestionan la resolución de problemas por parte de Washington para mantener el status quo contra las pretensiones sobre asertivas de las potencias emergentes. Estados Unidos sigue siendo el único país que es importante en todas partes, pero Washington dejó de pensar en que todas las partes son importantes.

TERMINA EL SISTEMA DE POST GUERRA

Una consecuencia de esto -la cuarta de las mega tendencias- es la erosión progresiva de un sistema global de post guerra. Geoeconómicos y geopolíticos apuntan su mirada en diferentes direcciones. Los primeros presumen una cohesión aún mayor, mientras que los segundos aseguran una fragmentación del antiguo orden de seguridad. La integración económica continúa a ritmo acelerado mientras que los lazos que unen las economías emergentes se cubrirán con la expansión del comercio y la inversión entre las naciones emergentes. Más de la mitad del comercio de Asia es hoy con Asia misma. En el lado geopolítico de la moneda, hay muy poco apetito por un gobierno mundial.

Estados Unidos ya no ve la alegre coincidencia del interés nacional e internacional que propició el impulso para la construcción del orden de postguerra. Europa se ha dado por vencida con la idea de que su modelo único de integración puede ser exportado más allá de la región. 

Ya sea la guerra en Medio Oriente, la tensión en el mar del este y del sur de China, el cambio climático y las fuentes de recursos, las presiones por más conflictos en este mundo desordenado están ahí para que todos lo vean. Esto deja una gran pregunta: ¿Cómo se comportará China? Hay señales de que Beijing ve la fragmentación de la seguridad global como una oportunidad de expansionismo. 

Sin embargo, en 2014, el año centenario de la guerra que terminó con la primera gran era de globalización, también debe saber de los peligro del sobre alcance.

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