-Al principio, los lápices de Faber-Castell no tenían marca y sólo se vendían en la ciudad de Nuremberg, Alemania. Corría el año 1771, cuando un artesano de esta localidad los fabricaba en su casa, tomando la materia prima de bosques cercanos para venderlos en el mercado local.

Claramente, este emprendimiento evolucionó en el tiempo y hoy, Faber-Castell es reconocida internacionalmente. Pero la propiedad de la compañía siempre se ha mantenido en una sola familia y actualmente ya van en la novena generación. En enero de este año falleció el conde Anton-Wolfgang von Faber-Castell, quien lideraba este imperio de colores, que hoy tiene 16 fábricas en el mundo, presencia de ventas en 100 países y 20 mil empleados.

Pero la compañía no sólo es historia. Según Roberto Gellona, director ejecutivo de Faber-Castell en Chile, uno de los pilares es la sustentabilidad y protección al medioambiente. De hecho, en los años ochenta, durante una de las primeras cumbres medioambientales del mundo que se realizó en Río de Janeiro, decidieron que el tema ecológico no sólo quedaría en palabras. “Comenzamos uno de los proyectos de reforestación privada más importantes de Brasil, comprando cerca de 10 mil hectáreas para plantar árboles, que luego utilizamos en la fabricación de lápices. Todos nos miraban extrañados, pero insistimos y hoy, nuestros productos se fabrican sólo a partir de las  12 mil hectáreas de bosques certificados que manejamos en Brasil y Colombia”, agrega.

¿Qué había antes de plantar los árboles?

-Un peladero… Al poco tiempo de plantar la especie pino caribeño (que se demora en ser crecer entre 6 y 8 años para ser explotado), hicimos un estudio y vimos que comenzaron a  llegar especies que antes no existían en el lugar.

Pero una cosa es plantar árboles y otra tener una certificación medioambiental

-Claro, por eso es que nos hemos preocupado de tener todos los sellos necesarios. De hecho estamos certificados por el Forest Stewardship Council (Consejo de Administración Forestal) por trabajar con productos 100% reforestados, con garantía excepcional y respeto hacia el medioambiente y las comunidades en las 16 fábricas que tenemos. Además, fuimos declarados Carbono Neutral.

¿Pero estas fábricas no contaminan?

-Todos nuestros procesos son amigables con el medioambiente. Nuestros bosques de Brasil y Colombia absorben más de 900 mil toneladas C02, que es más de lo que emite la empresa en todo el mundo. Con respecto a las fábricas, lo interesante es que nosotros mismos manejamos todos nuestros procesos de manera directa. Esto es clave, ya que a la larga, la madera será un tema muy complicado y habrá cada vez más restricciones. Si no eres independiente en el manejo de todo el ciclo, el negocio podría estar en riesgo.

Hay fabricantes de lápices que dicen ocupar resina en vez de madera para proteger al medioambiente.

-¡La resina requiere de mucho petróleo!

¿Y qué hay con respecto a los desechos, tratamiento de aguas, etc?

- Todo está en el mismo marco. Nuestra empresa no tira ningún desperdicio, todo se reutiliza. Por ejemplo, los mismos desechos de la madera cuando se corta, producen viruta que se usa en la calefacción y calderas. Los moldes que van sobrando se ocupan para fabricar otros lápices. El agua también se reutiliza. Incluso, los barnices y colores están hechos a base de agua. Pero todo esto no fue inspirado por la idea de hacer marketing, sino por los valores de la empresa. El conde de Faber-Castell decía que no quería sólo ganar plata, sino hacerlo de forma limpia.

¿Todas  estas decisiones medioambientales encarecen mucho los productos?

-¡Claro! Y ese es un tema no menor, porque nos reclaman que nuestros precios son cerca del 50% mayor que la competencia.

Pero en países latinoamericanos como el nuestro el precio es clave.

- Sí y ahí es donde creo que aún hay que hacer un trabajo para crear más conciencia. A veces hay una idea de economía mal entendida. Más precio no significa que necesariamente estás comprando más caro, porque muchos productos baratos, al final del día, producen tal impacto en el medioambiente que en términos globales es más costoso. Nosotros preferimos tener un producto más caro, pero donde a la larga, los consumidores están ahorrando.

¿En qué están ahorrando?

-Por ejemplo, en duración del producto, protección del medioambiente y hasta en salud, porque son ergonómicos. No queremos ser una marca de precios, sino una marca responsable. Sabemos que producir en estas condiciones tiene su costo, pero es algo que no vamos a transar.