Es un momento de un brillo extraño en lo que ha sido hasta ahora una fiesta de tres semanas para la nación anfitriona del Mundial de Fútbol, a medida que los brasileños han animado a su equipo nacional.

El torneo ha sido calificado como un éxito dentro y fuera de Brasil. Mientras, los temores de un regreso a las protestas masivas que opacaron la Copa Confederaciones el año pasado ahora parecen exagerados.

“Todos pensaron que el Mundial sería un fracaso pero está mostrando ser un éxito y la población debiera estar feliz”, dijo el ministro de Finanzas, Guido Mantega, prediciendo que la confianza del consumidor debiera empezar a mejorar como resultado de ello.

Sin embargo, los analistas dicen que el gobierno es prematuro en su suposición de que el buen ánimo del torneo se traducirá en mejores indicadores económicos o incluso en votos de cara a las elecciones presidenciales de octubre. Ellos argumentan que si bien han protestado menos brasileños que lo esperado, es en parte debido a la amenaza de violencia por parte de la policía y otros manifestantes, y la “fatiga de protestas”, en vez de un cambio en la opinión sobre temas clave como los pobres servicios públicos y el precio de 25.800 millones de reales (US$11.600 millones) que costó el evento.

“El escenario de que el Mundial provocará otra caída en la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff es ahora poco probable... pero no significa que el Mundial haga más fácil para ella ganar una elección”, dice Rafael Cortez, cientista político de la consultora brasileña Tendencias.

Él estima que, basado en análisis de encuestas y otros factores, Rousseff y su Partido de los Trabajadores todavía tienen una probabilidad de 55% de victoria en octubre, haciendo este año electoral el más disputado en Brasil en 15 años.

Giuseppe Cocco, profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, argumenta que la policía ha jugado un rol decisivo en frenar el movimiento de protesta en Brasil. “Miles y miles de policías  y de policía militar se han desplegado en las calles, lo cual ha inhibido a los manifestantes”.

Esta semana, Human Rights Watch llamó al gobierno a investigar llamados de que la policía puso evidencia en dos manifestantes. Otros activistas dicen que han sido detenidos por cuestionar las planeadas manifestaciones.

La policía militar ha respondido que “siempre actuará en las manifestaciones para proteger a la gente, especialmente a los manifestantes, así como la propiedad pública y privada”.

Aún con menos policías en las calles luego del Mundial, es poco probable que se repitan las protestas masivas antes de las elecciones, dice Cortez. Muchos brasileños han dejado de lado la radicalización de las protestas. Otros simplemente se han cansado de la interrupción que estas protestas significan en sus vidas.

“Las protestas que se generan a través de las redes sociales pueden movilizarse rápidamente, pero, por otra parte, tienden a ser volátiles, y sin una organización formal son difíciles de sostener”, dice Cortez.

El desafío para los principales líderes de oposición -Aécio Neves, del partido pro empresas PSDB, y Eduardo Campos, del partido PSB- es cómo proveer esta organización y capitalizar la ira pública sobre todas las cosas, desde hospitales pobres a corrupción. Pero con el desempleo en mínimos récord y los niveles de ingresos reales todavía elevados, no será fácil alejar a los votantes del PT, dice Joao Auguro de Castro Neves en la consultora Eurasia Group.

“Si bien el descontento de la clase media todavía está latente y representa un creciente riesgo de fatiga con el PT, el tema de fondo es que es poco probable que la base política de apoyo a Rousseff y al PT cambie antes de octubre”, asegura.

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