Cuando Sochi, la ciudad resort del Mar Negro, reciba a atletas de todo el mundo el 7 de febrero, estará mostrando mucho más que deportes. Rusia, el anfitrión de las Olimpiadas de Invierno 2014, quiere marcar su regreso al escenario mundial no solo como una cuna de la cultura y la civilización, sino especialmente para el presidente Vladimir Putin, como una potencia mundial.

Por ahora, Sochi es una fortaleza. Frente al riesgo de ataques terroristas de yihadistas del norte del Cáucaso, con los dos ataques mortales en los dos últimos días de 2013 como un oscuro recordatorio, Moscú transformó la ciudad y las locaciones de las olimpiadas contiguas al Cáucaso en zonas blindadas y cerradas para todos menos los atletas, visitantes registrados, y personal de seguridad.

Esta sensación de amenaza va mucho más allá de Sochi. En contraste con la imagen segura que Moscú quiere proyectar en las olimpiadas, Rusia tiene una crisis existencial.

Los rusos no solo sufren por la pérdida del status de superpotencia del país después de la caída de la Unión Soviética hace más de dos décadas, sino que también se enfrentan a una disminución de la población, una base industrial que se desmorona y una hostilidad percibida a su país en todos los frentes.

"¿A dónde se fue nuestro gran país?" es un lamento compartido por docenas de entrevistados, tanto partidarios como críticos del difunto sistema socialista, en Vremia Sekond Hend, un recuento de la caída de la Unión Soviética hecho por Svetlana Alexievich, una periodista bielorrusa.

Los economistas han dicho por mucho tiempo que Rusia debe balancear su sobredependencia respecto de los recursos naturales invirtiendo más de sus ganancias del gas y el petróleo en modernizar su infraestructura y construir capacidad de manufactura.

Pero una larga racha de altos precios del petróleo antes de la crisis financiera no dio mucho incentivo para un cambio. Y para cuando la crisis atacó, los intereses de las compañías energéticas estatales dominantes estaban tan arraigados que los partidarios de una reforma en el gobierno fueron incapaces de forzar el cambio.

 "Hemos perdido nuestra base  manufacturera", dijo Yury Krupnov, analista del Instituto de Demografía, Migración y Desarrollo Regional de Moscú . "Nos hemos vuelto adictos a un modelo económico centrado en la exportación de commodities".

Externamente, Putin ha creado la impresión de una Rusia resurgente con dos grandes victorias en política exterior: la iniciativa de Moscú con Siria, que ayudó a negociar un acuerdo para acabar con el armamento químico del país, y su boicot a la intención de Ucrania de acercarse a la Unión Europea.

Pero los observadores ven esto como medidas tácticas a corto plazo de un país que se siente al asedio. Difícilmente pasa un día sin un intercambio de duras palabras entre Moscú y algún gobierno occidental sobre los derechos humanos en Rusia o su trato hacia las minorías.

"Lo que veo es que Rusia es criticada y reprendida por occidente por todo", dice Victor Sumsky, profesor en MGIMO, la universidad que educa a la mayoría de los futuros diplomáticos de Rusia.

El rápido crecimiento económico que Rusia mantuvo junto a los otros mercados emergentes conocidos como Brics también está frenando bruscamente. El PIB de Rusia creció sólo 1,3% en 2013.

"El primer trimestre probablemente se vea muy mal porque el mismo período del año anterior fue bastante fuerte", dijo Chris Weafer, socio senior de Macro Advisory, una consultora en Moscú. Al igual que muchos otros analistas, dice que es ahora o nunca el momento para las atrasadas reformas estructurales de la economía rusa.

Putin sorprendió a los observadores en diciembre cuando admitió por primera vez que las fallas en la legislación nacional eran las responsables del lento crecimiento.

Pero para los inversionistas, esto no era novedad. La inversión fija  dejó de crecer del todo a finales del año pasado, y tanto los empresarios rusos como los ejecutivos extranjeros dicen que necesitan que Moscú les asegure que la propiedad privada será protegida y que los tribunales podrán funcionar de forma independiente.

Desafortunadamente, Putin ha tenido un importante rol en inquietar a los inversionistas. Su persecución contra Mikhail Khodorkovsky, alguna vez el hombre más rico de Rusia y copropietario de Yukos, la otrora mayor petrolera del país, es visto como el evento que marcó el fin de una etapa de reformas económicas y judiciales en el primer período de Putin.

Aunque impresionó al mundo recientemente al liberar a Khodorkovsky tras diez años preso, no está para nada claro que esto represente un cambio de rumbo.

Recientemente, el presidente propuso restaurar el derecho de los fiscales para comenzar investigaciones por su cuenta por el no pago de impuestos contra compañías, lo cual los empresarios temen que podría llevar a redadas contra los negocios con motivaciones políticas.

Cuando Dmitry Medvedev, el primer ministro que ha promovido sin éxito la implementación de reformas económicas, criticó la idea, Putin lo increpó públicamente. Se ha rumoreado sobre un posible reemplazo de Medvedev. Una vez que se acabe la fiesta en Sochi, los que quieran tomar su puesto retomarán la pelea.

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