Las callejuelas de la Ciudad Vieja de Jerusalén, urbe santa para judíos, cristianos y musulmanes, ya se hacen eco del ambiente bullicioso y cosmopolita que cada año anticipa la llegada de la Semana Santa, celebrada por cientos de miles de turistas y peregrinos.

"Nosotros nos quedamos aquí una semana, y nos iremos el mismo Domingo de Ramos porque creemos que esto se va a poner imposible", reconoce un grupo de españoles tras tomarse unas fotos al lado de la piedra de la unción, situada a la entrada del Santo Sepulcro.

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Dentro de la basílica son cientos las personas, llegadas de países tan diversos como Corea del Sur, Bolivia, Rusia o Estados Unidos, que se agachan para tocar, besar, y restregar pañuelos y medallones sobre esta losa de piedra que recrea la sepultura de Cristo.

Fuera, otros cientos descansan desparramados sobre los escalones que rodean el templo, con pañuelos y ocupando los minúsculos resquicios de sombra, en un mes de marzo inusualmente caluroso para quienes se disponen a recrear a pie las catorce estaciones de la Vía Dolorosa.

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La mayoría de estos visitantes llegan a Jerusalén en viajes organizados (85,7%, según datos de 2017), y pernoctan en hoteles o en centros de peregrinos como el de Notre Dame, considerado la casa de peregrinos más importante de la Iglesia Católica en Tierra Santa.

"Muchos vienen de Norteamérica, México, Italia, Alemania, Corea, etc. y luego, literalmente, hay unos pocos de todo el mundo. A veces tengo que sacar el mapamundi y buscar un país que nunca había escuchado antes", comenta el sacerdote mexicano Juan Solana, director de Notre Dame desde 2004.

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Según datos oficiales, más de 3.5 millones de turistas visitaron Israel durante el año 2017, alrededor de un millón y medio de ellos procesaban la fe cristiana -católicos, ortodoxos y protestantes-, y de estos últimos, más de 600.000 se autodefinieron como peregrinos; señalando el peregrinaje como su principal motivo de viaje.

La Ciudad Vieja, que alberga los lugares sagrados y principal punto de los viajeros, está situada en lo que la comunidad internacional considera territorio palestino ocupado, pero Israel ejerce su soberanía sobre toda la urbe.

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El año pasado, alrededor de 350.000 turistas visitaron el país durante el mes de abril, casi 100.000 más que en 2016, según datos de la Oficina de Turismo, y se espera que este año -cuyos primeros meses han sido mejores estadísticamente que los de 2017- esa cifra aumente de nuevo.

"La Semana Santa en Jerusalén es absolutamente extraordinaria. Si la comparas con la de otros lados a lo mejor no tiene las procesiones o la belleza externa que te puedes encontrar en España o en América Latina, pero es que aquí ocurrieron los hechos", continúa Solana, que residió en España durante ocho años.

"Poder visitar el Santa Sepulcro el día de Viernes Santo; al igual que el huerto de Getsemaní o el Cenáculo el Jueves Santo es algo excepcional", matiza el clérigo, aclarando que, aunque algunos peregrinos pasan los primeros días en Galilea, "para el Domingo de Ramos todo el mundo estará en Jerusalén".

Ese día tiene lugar la procesión más numerosa y alegre de estas fiestas, sin las restricciones de espacio que marcan las estrechas callejuelas de la Ciudad Vieja.

Después de una misa en el santuario de Betfagé -donde según los Evangelios los discípulos trajeron un borrico a Jesús para que entrara sobre él en la Ciudad Santa- miles de personas marchan descendiendo el Monte de los Olivos portando ramitas de olivo y entonando cánticos, hasta llegar a la iglesia de Santa Ana, dentro de las murallas.

"Por un lado, espiritualmente hablando, cada vez valoro más vivir aquí la Pascua, y pienso que si algún día, por las razones que sean, me tengo que ir la voy a echar muchísimo de menos", afirma el párroco, que partió de su Puebla natal en 1978.

"Por el otro, para nosotros que vivimos del turismo espiritual y religioso significa mucho trabajo", ya que desde Notre Dame se encargan de gestionar y organizan tours, celebraciones y visitas guiadas por los lugares que conformaron la vida de Cristo.

"No obstante, al hacerlo siento una especie de solidaridad espiritual, porque cuando alguien viene buscando algo y tú le ayudas a encontrarlo es un momento muy especial", resume.

"Me crea una gran satisfacción hacer que una persona experimente en Jerusalén una Semana Santa profunda y significativa", una vivencia que cobra aún más intensidad en este lugar.