LAS proyecciones económicas apuntan a un crecimiento en torno a 3% en 2018, pero las cifras recientes están dando cuenta de que podría ser incluso algo más. Lo que para algunos puede ser "mala pata" para el Gobierno actual, para otros sin duda es una oportunidad para el país. En estos últimos años quedó demostrado que la mejor política social es el crecimiento, por lo que salir del letargo en la actividad no puede sino ser considerado como algo positivo.

Los datos que se han empezado observar dan como para entusiasmarse. Uno de ellos fue el incremento de la confianza del consumidor, que tras cuatro años en terreno negativo, pasó a un escenario de optimismo. Esta semana también se difundieron cifras de comercio exterior de 2017. Las importaciones de bienes de capital, es decir, las compras al exterior en maquinarias y equipos, se elevaron 3,4%, totalizando US$12.638 millones en 2017, terminando un período de cuatro años de retroceso. Este tipo de importaciones tiende a ser un buen predictor del derrotero de la inversión. Por lo tanto, esto daría pie a que, tras cuatro años de caídas de la inversión, esta podría volver a aumentar. Otro indicador de mejores perspectivas es el desempeño de las acciones chilenas. El principal índice bursátil, el IPSA, está en niveles históricos gracias a que cerca de once acciones de él están en máximos. El rendimiento bursátil también tiende a adelantar la actividad.

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Todo lo anterior en medio de un contexto internacional favorable, con el llamativo crecimiento sincronizado de las principales economías, lo que ha impulsado el precio del cobre. De materializarse, el escenario descrito es muy positivo, mas no suficiente. El país requiere de una serie de cambios que apunten a elevar los factores que impulsan el crecimiento de largo plazo, y no obnubilarse con los mejores datos de actividad que se verán en los próximos meses.