El mundo del retail local ha tenido meses muy dinámicos, específicamente el mercado del vestuario.

Hace algunos meses cuando llegó H&M a Chile con su estrategia de moda a precios accesibles, las multitiendas sintieron el golpe. Por primera vez, había una oferta realmente barata con probada calidad y diseño. En buen chileno, precios de Patronato para ropa de marca.

Asimismo, a nivel publicitario, para muchos fue una sorpresa ver gigantografías en vía pública de la marca con modelos, productos y precio al costado. Los montos realmente incitaban a la duda: ¿Esa chaqueta de $14990 será así de barata? Esos pantalones de $9990 serán posibles? Ya con la apertura de su tienda en Costanera Center, las dudas se disiparon al confirmar que efectivamente los precios eran muy competitivos respecto a la competencia.

Por lo mismo, no sorprendió que multitiendas como Falabella y Ripley, por ejemplo,  con algunas de sus marcas propias se sumaran a la tendencia e hicieran publicidad en vía pública y online con precios expuestos igual de competitivos que H&M para no quedar atrás. En el mercado del vestuario, no era común poner precios en las publicidades, sino que eran campañas enfocadas en el branding o en el rostro. En pasillos se comentaba hasta "que era de mal gusto" o que  era "una estrategia peligrosa" el poner precios porque podría desprestigiar a la marca. Históricamente, la percepción era que precios tan bajos siempre habían sido sinónimo de mala calidad. Hasta ahora. La tendencia cambió.

Creo que los chilenos ya no tienen esa concepción de que si un producto es barato es malo como había sido históricamente. Ese paradigma se cayó en apenas un par de meses. El mercado es dinámico, nunca descansa, siempre está mutando y ese cambio es impulsado por las marcas pero finalmente canalizado a través de las personas, quienes toman la decisión de comprar o no. De amar una marca o darle la espalda. Y cuando eso pasa, no hay precio, rostro ni publicidad que revierta la situación.

En pasadas columnas había señalado que con la llegada del gigante sueco, los grandes beneficiarios iban a hacer los consumidores ya que la oferta se iba a ampliar, y con ello, los precios bajar. Dicho y hecho. Como muy pocas veces, en esta relación persona-retail, los ganadores hemos sido nosotros. Algunos dirán que el consumismo se ha exacerbado ya que las ventas han subido, que las colas por comprar muestran la estupidez y superficialidad de la gente por querer validarse a través de cosas materiales. A mi modo de ver es válido. Que cada uno haga lo que quiera con su nueva camisa, con su nuevo computador, con  su entrada al concierto de la banda histórica o su carnet de socio de su equipo favorito. Si eso lo hace feliz, pues bien, bienvenido sea. Para eso tenemos la libertad de hacerlo. Que se dejen de joder. P   

(*) Director ejecutivo ALTA Comunicación.

En Twitter: @pablocourard