Uno de los grandes énfasis que ha puesto Naciones Unidas respecto a la implementación de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tiene que ver con que los 193 estados que se comprometieron, estén alineados.Esta tarea no es fácil. Por eso, en cada país hay un representante que orienta a los gobiernos y a todos los que quieran sumarse a esta tarea que, en el caso de Chile, tiene como plan principal a la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030. A nivel local, ese acompañamiento es dirigido por Silvia Rucks, representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y desde agosto de este año, coordinadora residente del Sistema de la ONU en Chile. “No hay mejor forma de implementar los ODS que sabiendo que es un plan propio y teniendo la autonomía de hacerlo. Esto, porque a pesar de que hay directrices globales, no hay ninguna implementación que sea igual en cada país”, dice la uruguaya con más de 30 años de experiencia en agencias supranacionales.

¿Y en el caso de Chile?

-Se nos convoca cuando el Gobierno comienza a diseñar el mecanismo de coordinación, o sea la institucionalidad para llevar a cabo la Agenda 2030, cuya secretaría ejecutiva la tiene el ministerio de Desarrollo Social (MDS). Hemos estado en reuniones para ver los contenidos de dicha planificación. Un énfasis que hemos hecho es que, si bien es una agenda global y genérica, Chile tiene sus propios desafíos.

¿Cuáles son esos desafíos?

-El gran problema de Chile es que sigue siendo un país muy desigual, por lo que tampoco es suficiente hacer una contextualización nacional. Se va a requerir que se realicen además contextualizaciones subnacionales. Se han hecho grandes avances en progreso, pero aún hay mucha desigualdad de ingreso, territorial, de género y étnico. Hay un documento que elaboramos en el PNUD que indica que esta distancia entre la elite y la ciudadanía es muy fuerte.

¿Esa sería entonces una de las principales deudas de Chile respecto a los ODS?

-Creo que sí. En ocasiones, a los chilenos les cuesta aceptar que su país es mucho más global de lo que creen. Hay un distanciamiento de lo que son los requerimientos y exigencias de la ciudadanía, con lo que los sistemas políticos entienden que están dispuestos a ofrecer. La respuesta de la ciudadanía entonces es no querer más política. Pero nosotros creemos todo lo contrario. Lo que se requiere es una revisión y transformación de esa política para que realmente se alinee con lo que demanda la ciudadanía, lo que implica tender puentes de comunicación y de esta forma, terminar con las desigualdades.

Pero en Chile la desigualdad es casi parte de la idiosincrasia.

-En realidad, está en las raíces de la cultura de América Latina. Y aunque en las últimas décadas se ha mejorado bastante, venimos de estructuras muy verticales, lo que está incluso en los modelos de producción y propiedad.

¿Qué otro punto es clave dentro de la agenda 2030?

-Construir un nuevo modelo de desarrollo sostenible. Chile aún tiene un esquema de desarrollo básicamente extractivo (minería, agricultura, pesca, etc.), Lo que plantea la agenda implicaría un cambio en los patrones de producción, de consumo y culturales.

¿Cuál es el rol de los alcaldes al respecto?

-Es fundamental. Son los que están en primera línea para implementarlos. Acaban de ser electos, por lo que tienen todo un período para realizarlo.

¿Cómo lo pueden hacer?

-Primero, cuando el próximo año se haga la propuesta de país respecto a la implementación de los ODS, deberían ver cómo se ajustan al territorio del que son responsables, o sea la contextualización local. Si hicieron un programa de gobierno y gestión, tienen gran parte adelantado. Sino, en base al plan nacional, pueden comenzar a realizar un programa de participación con los diferentes sectores de su territorio.

¿Cómo ve al sector privado respecto a la preocupación por los ODS?

-Para ser franca, me han sorprendido. Ha sido bastante diferente con respecto a los ODM (Objetivos de Desarrollo del Milenio) donde prácticamente no hubo participación alguna. Por diferentes razones, ahora en los ODS el sector privado quiere participar mucho más.

¿Cuáles son los motivos?

-Primero, hay una mayor necesidad de ser políticamente correcto, no sólo por la mirada de ser una mejor empresa, sino también porque repercute en los ingresos. Hoy, el consumidor es más responsable de su consumo. Si la empresa se presenta como una entidad que está trabajando en los ODS, mejora su perfil respecto a la ciudadanía, lo que me parece muy bien, ya que las empresas están para generar utilidades y es bueno que lo hagan con una visión de corresponsabilidad. Pero también hay algunas que llevan décadas trabajando este tema.

¿Qué materia pendiente hay?

-Al sector privado aún le falta entender que son uno de los tantos actores dentro de la sociedad en el marco de la agenda sustentable. A diferencia de lo que sucede en otras áreas, no pueden llegar y plantear su propia agenda de desarrollo social de forma individual. Aquí va a ser mucho más necesario ver cómo su rol complementa al de la academia, sociedad civil, gobierno, etc. Por eso, el relacionamiento con la ONU les resulta útil. Por ejemplo, nos llegó una propuesta de un sector donde varias empresas se iban a dividir los ODS. Tenían muy buena intención, pero nuestro mensaje es explicarles que quizás no era el mejor camino. Esto no sólo pasa en las empresas, otros sectores también han ideado dividir los ODS. Hay que recordar que esto es algo nuevo, y por eso hay que hacer mucha pedagogía al respecto. Pero menudo favor le hacemos a la Agenda 2030 si cada sector se organiza por su lado, tratando de hacer lo que ellos consideran que es la mejor contribución.