Social Business
Una de las miles de lecciones y aprendizajes de gran valor espiritual y moral que nos dejó 2014 ha sido la que hemos recogido en el Social Business Summit 2020 en que nos tocó participar en México. Ha sido de la guía y mano de Muhammad Yunnus (cómo podría ser de otro modo) que nos hemos reunido un grupo de académicos, practitioners y emprendedores sociales, inundados de una corriente universal que ha tocado incluso y a su modo a nuestro amigo Henry Mintzberg, como a otros.
“Es el efecto del fin de año y la intuición del inicio un nuevo ciclo”, podríamos vernos tentados a pensar en nuestras occidentales mentes, pero afortunadamente es mucho más que eso: es un cambio de estado de conciencia social, que ha venido para quedarse y para dotar de mayor equilibrio armónico a nuestras vidas: social business es el fin de fiesta de quienes pretendieron convencernos vanamente del homo economicus y olvidaron las enseñanzas más elementales de Weber y Cristo (las propias instituciones “seguidoras” lo hicieron, por de pronto).
Son tiempos interesantes y estamos siendo bendecidos por vivirlos, pero debemos avanzar poniendo atención. Pues -como comentamos antes- tal parece que en Chile por estos días convulsos nos dimos a la tarea de intentar por fuerza y con poca elegancia dar por suelo con la obra construida tras años de esfuerzo, dedicación y gran costo social: la “vía hacia el desarrollo” o nuestro modelo colectivo de futuro. Porque el futuro es simplemente un modelo que nos modela o una vía elegante y en el mejor de los casos armónica en el “supremo esfuerzo de luchar con honor en la batalla de trascender”, perdida de antemano por quienes se quieren perder este espectáculo, ocupados por chiquilladas tales como generar riqueza, por sobre el valor (lo que según explica el libro del Tao, engendra desequilibrio y apego).
Es por esto que nunca debemos dejar de prestar atención -como nos enseña el Maestro Yikusan-, pues “cuando las cosas parecen demasiado fáciles, corremos el riesgo de descuidarnos, de ponernos flojos”, de no prestar atención a los “detalles que no son detalles”, perdiendo la perspectiva del tiempo desde el aquí y ahora (sentido estratégico o modelación del futuro a valor presente), evitando con esta actitud volver a los errores del pasado que han modelado los últimos 2 mil años de esta soberbia cultura occidental, que ha sembrado generación tras generación la falsa idea de que hemos iniciado la vida en el planeta y que todo ha sido creado para ser explotado (el verdadero pecado es la ignorancia y la verdadera pobreza es del alma). Esta ha sido en buena parte la inspiración que ha convocado a tantos a la idea de Yunus del Social Business, por un Universo que nos demanda día a día a abrir los ojos y finalmente ver por fuerza cómo sustentamos este pequeño planeta.
En los últimos 50 años ha evolucionado la concepción general sobre lo que es y lo que abarca la responsabilidad empresarial. Las ideas originales sobre la responsabilidad del empresario se ampliaron progresivamente con el paso del tiempo, a la vez que la sociedad aumentó sus niveles de exigencias sobre las organizaciones. Más del 70% de los consumidores, a la hora de evaluar una compra, considera importante el grado de responsabilidad social de las empresas; casi 90% de los empleados manifiesta que su empresa debería ser responsable socialmente; casi 40% de analistas e inversores estima importante, al evaluar a las empresas, que una compañía sea responsable.
Si bien el origen de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE o RSC, según el lado del globo) se vincula con la tradicional tensión que surge entre las organizaciones, la sociedad que las acoge y la búsqueda de equilibrio dinámico entre ambas dimensiones de la relación social, la historia de la demanda por responsabilidades de las empresas en sociedad se puede encontrar en a lo menos dos posiciones claramente diferenciadas: una corriente de pensamiento sostiene que “la única responsabilidad de una empresa es con sus accionistas” (Friedman, 1970) y la otra corriente afirma que la responsabilidad de las organizaciones debe ir más allá del rol puramente económico y asumir un rol social (Carroll, Wood & Waddock, 1979).
Esta corriente diferencia entre las responsabilidades económico-legales (rol económico) y responsabilidades ético-filantrópicas (rol social), y sostiene que las empresas deben cumplir un rol social (vinculado a sus responsabilidades sociales), además de sus funciones puramente económico-legales, lo que supone una integración de la empresa a la sociedad como un actor que busca validarse obteniendo una licencia para operar como natural respuesta de un actuar armónico-social. De esta manera la RSE queda establecida como las responsabilidades económicas, sociales y medioambientales de las organizaciones: el denominado triple bottom line difundido por Naciones Unidas.
En tal sentido, la sociedad o una comunidad organizada puede “revocar” el contrato social con una organización por medio de diversas acciones de impacto económico que afectan el sustento de las mismas.
Pero el verdadero impacto está por ocurrir en el momento en que las mentes de nuestros directivos, CEO y gerentes cambien su mirada y compromiso real a íntimo con el mundo finito en que nos toca vivir. Ese es el verdadero mensaje de la RSE y del programa de Social Business Forum: el verdadero cambio reporta a nuestras conciencias y humano sentido de futuro, no a una ISO, no a un reporte y definitivamente no a unas ganancias subsidiarias del bien que podemos hacer.
*El autor es doctor y consultor internacional (f.garrido@oba.co.uk).
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