La revolución industrial marcó el inicio de una senda de crecimiento y prosperidad nunca vista en la historia de la humanidad. A partir de 1750, la fecha tradicionalmente asociada al inicio de la revolución industrial, la tecnología ha transitado desde el desarrollo de máquinas de vapor a innovaciones tan variadas y en índoles tan diversas como biotecnología o viajes al espacio. La velocidad y alcance de tales cambios ha sido impresionante y, en muchos casos, ha ido más allá de lo imaginable.

La banca ha sido un actor que ha evolucionado a la par y de manera casi tan asombrosa como los desarrollos e innovaciones antes mencionadas. Previo al inicio de la revolución industrial, parte importante de las transacciones se basaban en esquemas cercanos al trueque basados en ciertos metales preciosos -oro, plata, etc. Hoy en día, y acorde a los cambios antes descritos, los servicios que ofrece la banca exceden por lejos las prácticas de antaño y constituyen un pilar esencial en el desarrollo de las economías.

Por un momento piense en una persona que dispone de $1.000.000 y no quisiera emplearlos durante el próximo año, pero sí quisiera prestarlos a alguien a cambio de un determinado pago. Sería difícil, por no decir casi imposible, que esto pudiera hacerlo dicha persona por sí sola, sin que medie la acción de algún banco que le permita realizar dicha transacción. Más aún, imagine que una persona desea comprar una vivienda y pagarla en un plazo de 25 años ¿Cuál es la probabilidad de que dicha persona pueda hacer esto sin la ayuda de un banco?

Este tipo de ejemplos pone de manifiesto el rol ciudadano de la banca. Es decir, más allá de las innovaciones que la banca pueda experimentar, el eje central de dichos avances es proveer servicios a personas con proyectos, sueños o simplemente personas que temporalmente enfrentan circunstancias adversas. Este rol ciudadano ha sido y continuará siendo el eje central de la banca. Es decir, una banca que no aspira a cumplir con su rol ciudadano, no cumple con unos de sus pilares centrales.

La banca chilena es un líder de clase mundial en estas materias. Hoy en día la banca maneja activos por un valor equivalente al valor del Producto Interno Bruto del país. Esto se logra a través de años de inversión, dirigida a adoptar los avances que permitan proveer a sus clientes de una atención cercana y de calidad. La prueba manifiesta de este fenómeno es el tránsito, en las últimas décadas, desde una banca presencial donde era necesario realizar todas las transacciones en las sucursales, hacia una banca masiva y transaccional, donde los clientes pueden realizar sus operaciones desde sus casas o, lisa y llanamente, por medio de teléfonos móviles. En el breve plazo se espera transitar hacia una banca móvil, acercando así aún más a los clientes con la banca.

Para continuar avanzando, la banca debe también preservar su solvencia. Esta corresponde a un pilar clave. Sin solvencia, la operación de la banca no sólo es inviable, sino que también es imposible contar con la confianza de sus clientes y, por ende, no estaría en condiciones de cumplir su rol central de intermediación. En efecto, en caso de que no exista confianza en la banca, los chilenos no estarían dispuestos a  confiar sus ahorros a los bancos y, en consecuencia, no se dispondría de recursos para ser prestados a otros chilenos. En consecuencia, la solvencia y confianza se encuentran interconectados y son centrales para que la banca cumpla su rol ciudadano.

Preservar la solvencia y confianza es responsabilidad de los bancos, los clientes y las autoridades financieras del país. Por el lado de los bancos resulta obvio su papel en esta materia. Algo menos obvio podría ser el rol de los clientes, pero no por eso menos importante. En efecto, los clientes deben ser responsables de los servicios a los cuales acceden, ya que parte de este círculo virtuoso se basa en que la banca debe cautelar porque los recursos prestados sean pagados para así retornarlos finalmente a los depositantes.

Finalmente, las autoridades financieras también cumplen un rol fundamental en el desarrollo y fortalecimiento de la banca. Por un lado, estas deben velar por contar con un marco regulatorio que provea las reglas e incentivos que propendan hacia la estabilidad del sistema financiero. Esto comprende dos importantes aspectos: solvencia bancaria y derechos de los consumidores. Estos dos aspectos deben ser focalizados correctamente. Actualmente, existen iniciativas regulatorias en ambos temas. El desafío de la autoridad es propender a las mejores prácticas internacionales en un marco institucional que otorgue coherencia a dichas iniciativas.

*Presidente de la Asociación de Bancos