La unión bancaria ha sido el furor del mes. Enfrentados con los inversionistas, quienes dudan de la capacidad de algunos de los países de la eurozona en hacer bien respecto de su deuda, los 17 miembros de la moneda única han acordado trabajar juntos para canalizar la ayuda directamente a los bancos en problemas. Pero el acuerdo está condicionado a la creación de un supervisor bancario único, con el poder para desmantelar los bancos riesgosos, sin importar dónde están ubicados.
Designar un experto imparcial para supervisar los bancos bien podría ser un paso hacia restaurar la confianza. Liberados de las preocupaciones políticas locales, un supervisor central podría tener una visión más clara de los problemas y fortalezas para tomar las difíciles decisiones necesarias para resolverlos.
Pero supervisores bancarios bien informados no pueden ser convocados con una varita mágica, y los ministros de finanzas clave de la eurozona la semana pasada repitieron los llamados a que se ponga en marcha algo a fin de año. Dado este estrecho margen, las opciones son bastante limitadas. La Autoridad Bancaria Europea (EBA, su sigla en inglés), que abrió sus puertas hace apenas 18 meses, actualmente establece los estándares pero no tiene autoridad legal para supervisar a los bancos. Su mandato para crear una cancha estable y pareja en todo el mercado único también va en contra de asumir un papel específico en la eurozona.
El Banco Central Europeo es visto por muchos como el único operador con la credibilidad y recursos para tomar medidas enérgicas contra los recalcitrantes bancos. El plan actual es que el BCE se haga cargo de los bancos mayores y transfronterizos mientras los bancos más pequeños debieran seguir bajo supervisión local. Ese acuerdo -que se asemeja al plan británico para devolver supervisión al Banco de Inglaterra el próximo año- genera preocupaciones acerca de un banco central demasiado poderoso que intente hacer muchos trabajos a la vez. También contiene un ingrediente problemático. Los bancos pequeños pueden ser peligrosos también. Fuimos testigos de las cajas de ahorro regionales de España y la corrida bancaria sobre Northern Rock, un banco británico de tamaño mediano.
Sin importar qué nombre esté en la puerta, una supervisión dura no es barata. Cuando la Autoridad de Servicios Financieros británica cambió desde un acercamiento "suave" a una "supervisión intensa" de cara a la crisis financiera de 2008, tuvo que contratar a cientos de nuevos supervisores. Esta entidad ahora tiene más de 1.000 personas en su unidad dedicada a la seguridad y solidez de bancos y aseguradoras.
Por el contrario, la EBA tiene 70 personas en su oficina de Londres y espera tener más de 100 para fin de año. El BCE es más sustancial y tiene experiencia al enviar personal a España a lidiar con su crisis financiera. Pero incluso así, los funcionarios han dicho que el banco central casi con certeza tendrá que confiar en personal reclutado que los reguladores nacionales están desplazando. Eso podría significar un problema, porque gran parte de la supervisión bancaria es discrecional; los organismos de control a menudo han hecho reglas a medida de las circunstancias de instituciones individuales.
La muy criticada prueba de tensión de la EBA ya ha dejado claro cuán difícil puede ser aunar criterios en las definiciones -dejando de lado la supervisión estandarizada- en diferentes sistemas bancarios. Al calcular los requisitos de la banca, muchos bancos nórdicos, por ejemplo, asignan una ponderación por riesgo muy inferior a las hipotecas residenciales en comparación con las instituciones en Gran Bretaña o España. Los nórdicos podrían estar en lo correcto en que sus créditos son más seguros. Pero los banqueros están demasiado interesados en sacarse la tarjeta de "tú no entiendes nuestro mercado local" y los suecos tuvieron su propia crisis bancaria en los '90.
Los hechos recientes también han subrayado las dificultades asociadas a confiar en los reguladores locales para hacer cumplir estándares de la UE o internacionales. Confrontado con partes de las reglas de capital de Basilea III, algunos reguladores continentales han buscado de manera repetitiva aguar las reglas, en vez de forzar a sus bancos locales a cumplirlas.
La solución podría estar al otro lado del Atlántico, donde los supervisores bancarios estadounidenses por largo tiempo han tenido que luchar con una red variada de instituciones financieras. El Controlador de la Divisa y la Reserva Federal cuentan con una red de "examinadores de campo", es decir, equipos de hasta 35 personas que trabajan en terreno en los grandes bancos de EEUU. Los examinadores funcionan como policías y sirven como una señal anticipada para los reguladores de nivel superior. Hay riesgos, por supuesto -los supervisores locales son incluso más vulnerables a volverse nativos- y muchos bancos estadounidenses cayeron en problemas incluso con reguladores en escena.
Pero dadas las alternativas, enviar equipos directamente del BCE en Frankfurt parece un plato que vale la pena probar. Sin zapatos en el terreno, sería muy difícil para un regulador poner en evidencia a un banco a miles de kilómetros de distancia.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.