Cuando Haruhiko Kuroda, el nuevo gobernador del Banco de Japón, anunció una radical forma de alivio cuantitativo este mes, algunos lo denominaron "el momento Volcker". No es de sorprender el por qué.

Hace tres décadas, Paul Volcker, entonces presidente de la Reserva Federal de EEUU, saltó a los libros de historia con una audaz apuesta por reducir la inflación al elevar las tasas de interés a un 21,5%. Ahora Kuroda está comprometido en otra medida dramática aunque esta vez es para  desterrar la deflación. Y, como antes, es una medida que acarrea riesgos políticos y económicos del tipo que los bancos centrales usualmente odian; de ahí que se catalogue de "Volcker".

Pero mientras los inversionistas mostraban su asombro, hay cierta ironía: Volcker mismo está lejos de estar emocionado acerca de este cambio en la política este mes. La semana pasada en un debate en la Universidad de Nueva York con el ex presidente de la Fed, él no podía esconder su descontento. "Los bancos centrales ya no están actuando como bancos centrales", advirtió en medio de una discusión acerca de la política monetaria japonesa y estadounidense. "Creo que se vuelve peligroso cuando pierden la visión de la función básica del banco central".

El tema clave es qué debiera entenderse por esta "función". En los últimos años, generalmente se ha asumido que el mandato principal de un banco central es mantener la inflación baja y el crecimiento en marcha (y, en el caso de EEUU, mantener el desempleo bajo, también". Volcker no está de acuerdo. "La función básica de un banco central es defender el valor de la moneda", insiste, argumentando que los bancos centrales funcionan de manera más efectiva cuando se enfocan principalmente, sino exclusivamente, en ese objetivo.

En teoría, esa función de "valor" no está en desacuerdo con otras metas, como llegar a una meta de inflación o impulsar el crecimiento. Pero en el mundo actual, dado que los bancos centrales ahora están desatando medidas no ortodoxas para alcanzar esos mandatos alternativos de crecimiento e inflación, cada vez están perdiendo más la vista en su función de "valor".

Cuando los bancos centrales empiezan a engullir acciones, bonos de largo plazo o deuda hipotecaria, por ejemplo, se arriesgan a dañarse a sí mismos y a los mercados, argumenta Volcker. "Habrá grandes pérdidas en las carteras de los bancos centrales. No se puede asumir que las tasas de interés permanecerán bajas para siempre… la Reserva Federal (ahora se ha convertido) en el intermediario financiero más grande del mundo".

Luego está el riesgo político: mientras más los bancos centrales se embarcan en medidas poco convencionales, más los políticos, inversionistas y votantes esperan que entreguen trucos mágicos. En particular, Volcker odia la idea -ahora presente en Japón- de que los bancos centrales debieran deliberadamente alimentar la inflación para impulsar el crecimiento. "El banco central no es una herramienta todopoderosa", plantea Volcker. "Una vez que tienes la idea de que un poco de inflación es algo bueno, es muy difícil deshacerse de ella".

La mayoría de los inversionistas -y algunos banqueros centrales- probablemente se encogerán de hombros; en el mundo actual, Volcker suena como un general maniático obsesionado con intentar luchar la última batalla. Después de todo, hay pocas señales de presiones de precios en EEUU, dejando de lado Japón, o alguna dramática pérdida de credibilidad de las divisas. Las expectativas inflacionarias en los bonos del Tesoro estadounidenses a 10 años se desplomaron a 2,4 puntos porcentuales la semana pasada, el menor nivel en tres meses, y casi en línea con sus niveles en las últimas tres semanas.

Y si bien una encuesta la semana pasada mostró que 75% de los hogares en Japón ahora espera que los precios suban, esto sigue a varios años de deflación. De hecho, el sentido de estancamiento está tan arraigado en Japón que se asume ampliamente que nada cambiará el ánimo. También se asume que si los precios suben de nuevo, el BoJ podrá revertir el curso con relativa calma. Entonces, también, en EEUU, donde las minutas de la Fed mostraron la semana pasada que los miembros del organismo estaban discutiendo de manera activa futuras estrategias, y que esperaban que fueran suaves.

Pero incluso si este contexto hace políticamente fácil para los legisladores alejarse de las palabras de Volcker, a veces es útil por lo menos reflexionar sobre la última "guerra" económica. Después de todo, la batalla que Volcker combatió hace más de 35 años lo ha dejado consciente de cuán frágil puede ser la confianza en los bancos centrales.

Irónicamente, esa no es una lección que Kuroda necesite volver a aprender. En privado, el nuevo gobernador del BoJ está consciente de estos puntos. Pero aquellos inversionistas que se están yendo de activos japoneses y estadounidenses hoy con tanto júbilo debieran notar las palabras de Volcker, especialmente si son demasiado jóvenes para haber presenciado el "momento Volcker" con sus propios ojos.

Datos clave

75% de los hogares de Japón ahora espera que los precios suban. Pero esto sigue a varios años de deflación.

21,5%. A ese nivel elevó las tasas de interés Paul Volcker cuando fue presidente de la Reserva Federal hace 35 años.

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