Ni una encuesta, ni una medición adelantó lo que se vivió en Chile ayer domingo.

Lejos, claramente, de eventos como Trump, el Brexit o el Plebiscito por la Paz en Colombia, los resultados dieron cuenta de la dudosa capacidad predictiva de cualquier medición.

La Encuesta CEP publicada a fines de octubre y cuyo trabajo de campo se realizó entre el 22 de septiembre y el 16 de octubre, ante la pregunta "Si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, y los candidatos fueran los siguientes… ¿por quién votaría Ud.?", en la sub muestra "Votarán con seguridad", Sebastián Piñera marcó 42,3%; Alejandro Guillier 21,4%; Beatriz Sánchez 9,4% y José Antonio Kast, 3,7%.

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La ultima encuesta Cadem, en tanto, cuyo trabajo de campo se realizó entre el martes 31 de octubre y el 2 de noviembre, para la primera vuelta, entre el votante probable, Sebastián Piñera obtenía un 42% de los votos; Alejandro Guillier un 20%; Beatriz Sánchez 13% y José Antonio Kast 6%.

Con el 96% de los votos escrutados, la realidad fue otra: Sebastián Piñera, 36,6%; Alejandro Guillier, 22,7%; Beatriz Sánchez, 20,3% y José Antonio Kast, 7,9%.

¿Qué puede haber fallado? ¿Culpar a las encuestas por los resultados? En ningún caso, pero lo visto este año sí obliga a analizar la trayectoria de las candidaturas presidenciales y de los procesos electorales en nuestro país.

Revisar si es lógico hacer debatir a ocho candidatos en dos horas, con escaso tiempo para el desarrollo de ideas o de sus programas de Gobierno. Sobre si el denominado "falso balance" de los medios de comunicación -aquella tentación editorial de dar igualdad de espacio a todos los postulantes a cargos de elección popular- sigue siendo un real aporte a los electores.

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Con todo, desde el punto de vista informativo, esta elección deja muchas lecciones, pero circunscrito sólo al ambiente político queda claro que los candidatos, los que quedaron en el camino y lo que pasaron a segunda vuelta, deben despejar cómo una candidatura como la de Beatriz Sánchez, sin trayectoria política, totalmente fuera del establishment y apoyada por un incipiente movimiento como es el Frente Amplio logra concentrar el 20% de los electores, una señal potente para los tiempos que corren.

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Que José Antonio Kast con un discurso duro, muchas veces impopular, conservador en casi todas sus posturas, haya logrado 8% de la votación es un fenómeno que hay que saber leer.

Que Piñera, el candidato que corría como favorito, que las encuestas y proyecciones privadas le daban un techo de 48% (algunos no descartaban incluso un triunfo en primera vuelta) haya logrado sólo el 36% de los votos es un dato que sorprende y obliga a analizar. Hay algo que la derecha no supo capitalizar y sí el Frente Amplio.

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MEO consolida su pérdida de influencia política con la votación más baja desde que es candidato, pese a que tempranamente se acercó a Guillier ofreciendo su apoyo.

Una Democracia Cristiana en crisis, con una candidata relegada al quinto lugar y una notoria pérdida de influencia parlamentaria.

Hay un segmento de la población que se sintió más atraído por candidaturas sin partidos tradicionales, de caudillismos por sobre a aparatajes políticos complejos.

La jornada de ayer, marcada nuevamente por una alta abstención, invita a la reflexión y, a las candidaturas que quedan, a repensar sus promesas, desafíos y programas. Los obliga a hacer frente a las demandas ciudadanas y a los cambios de Chile.

A revalidar la política, a peraltar su importancia y de la cercanía hacia los electores, sus demandas y necesidades.